La capacidad de adaptación es una cualidad esencial para realizar la jornada de la vida. Ella camina del brazo con el don de la flexibilidad.
Cuando algo no transcurre exactamente como habíamos planeado, ajustar nuestros planes a lo que la realidad nos presenta es una prueba de inteligencia emocional, sin la cual no conseguimos tener el equilibro para salir adelante.
Adaptarse no significa desistir de sueños y objetivos, en una postura derrotista, sino corregir el rumbo, buscar nuevas alternativas para obtener lo que deseamos, e incluso revisar nuestro proyecto inicial de modo a hacerlo más susceptible de concretización.
Mantener los pies en el suelo es una actitud fundamental para que se desarrolle en nosotros la capacidad de adaptación. O sea, ser flexible y aceptar con serenidad que quizá el modo en como estábamos procediendo no era el más adecuado.
Y ahí ha de estar presente otro don que es la humildad. Cuando aceptamos con total desprendimiento la corrección de rumbo que se muestra necesaria, abrimos espacio para que la energía fluya y el tan deseado plan pueda por fin materializarse, aunque sea en un nuevo modelo.
Paciencia, humildad y flexibilidad son las principales cualidades que normalmente están presentes en la vida de los vencedores. ¿No será que estamos demasiado agarrados a planes trazados, sin conseguir aceptar el factor inesperado con el corazón abierto y hacer de él un aliado?
He aquí una estupenda manera de comenzar el año, identificando dónde podemos estar entorpeciendo las posibilidades de crecimiento, por la dificultad de adaptarnos a nuevos parámetros.
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