"Busca la alta calidad, no la perfección."
(H. Jackson Brown Jr.)
Te han encargado preparar un determinado proyecto. A decir verdad, tú mismo te has presentado como candidato para esta tarea, pues conoces el asunto como pocos y estás seguro de que podrás contribuir con tu equipo. Así, bastarían algunas horas de transpiración frente a la pantalla del ordenador para producir una primera versión del documento, que sería presentada a tus pares propiciando debates y la elaboración de una versión posterior, más densa y mejor estructurada.
No obstante, tu nivel personal de exigencia te impide redactar una propuesta sin antes promover todo un trabajo de pesquisa para fundamentar tu tesis. Pero las pesquisas demandan tiempo y el tiempo es la materia prima más escasa del mundo moderno. Transcurre una semana, dos, un mes. El proyecto no sale de tu pensamiento y no va al papel. Te angustias, pierdes el plazo y la credibilidad ante tus colegas. Y ante ti mismo.
El anterior ejemplo puede representar un proyecto profesional. Puede también ilustrar un trabajo académico o incluso una acto filantrópico. El hecho es que en cualquiera de los casos el deseo de hacer lo óptimo ha destrozado la posibilidad de hacer lo bueno. Al final, nada quedó concretizado, lo cual significa un resultado pésimo.
Te invito a hacer igual analogía con otros sueños que hayan podido visitar tus noches en vigilia. Libros que no fueron escritos, músicas que no fueron compuestas, poesías que no fueron recitadas. Una intervención necesaria durante una reunión, que quedó contenida por falta de osadía. Una declaración de amor reprimida porque tú aún no te sentías preparado.
Tenemos la mala costumbre de esperar por el mundo perfecto para tomar decisiones. Es como si sólo nos decidiésemos a cruzar a pie una autopista de mucho movimiento cuando todos los vehículos se parasen para permitirnos el paso, sin la existencia de señalización alguna que los obligase a ello.
Mientras buscamos y anhelamos ese mundo perfecto, otras personas hacen lo que les es posible, con los recursos de que disponen, dentro del tiempo que les es concedido. Y no raramente acaban teniendo éxito. Entonces, al observar el contenido de sus producciones, nos ponemos inmediatamente a criticarlas, seguros de que nosotros hubiéramos podido alcanzar un resultado mucho más satisfactorio. Nosotros hemos pensado; ellas han actuado.
Observa cuánto puede hacerse usando de poco tiempo y de mucha sencillez. A menudo basta con una llamada de teléfono de pocos minutos para dirimir una duda, hacer una aclaración, obtener una prórroga en el plazo. De igual manera, un correo electrónico redactado en una fracción de segundo puede tranquilizar el espíritu de tu interlocutor y sepultar el riesgo de un desacuerdo. Los agradecimientos, a su vez, deben hacerse cuanto antes, o se volverán inocuos y desprovistos de sensibilidad.
Un libro puede ser escrito de una sentada o bien capítulo a capítulo, día tras día. Una música puede ser compuesta en una servilleta de papel en la mesa de un bar o en los bordes de una hoja de periódico que reposa en tus rodillas dentro de un autobús. Un poema puede ser ofrecido en medio de una cena o dentro de un ascensor que se desplaza desde el tercer piso al sótano.
El tiempo propicio para actuar es ahora. No de cualquier manera, no con mediocridad, sino con el máximo empeño posible. Mañana, como dirían los españoles, es siempre el día más ocupado de la semana.
* Tom Coelho es educador, conferenciante en gestión de personas y negocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de nueve libros. E-mail: [email protected].
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Publicado dia 4/8/2020 11:34:31 AM em STUM WORLD
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