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¿Por dónde anda tu humildad?

¿Por dónde anda tu humildad?
Publicado dia 5/18/2010 4:09:22 PM em STUM WORLD

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Traducción de Teresa - [email protected]

¿Por qué es tan difícil encontrar personas que cuenten con la humildad entre sus características? El orgullo, la vanidad, el poder, la soberanía y la arrogancia parecen siempre sobreponerse en las relaciones humanas. Algunas personas consideran al humilde como un ser menos digno, con menos potencial, menos capaz. ¡Cuánta ignorancia! Así, desean ser todo, excepto humildes. Pisan a los demás, como si estuviesen lidiando con seres exentos de cualquier sentimiento. A decir verdad, tratan a los demás de esa manera porque no consideran los propios sentimientos, pues tener sentimiento puede representar ser débil. No respetan nada ni a nadie, pues tampoco se respetan. Tan solo hacen extensiva a los demás la manera en cómo han sido tratadas durante la mayor parte de sus vidas, y desgraciadamente, como aún se tratan. En el fondo, sienten que no son merecedoras de amor y así se vuelven incapaces de amar, haciendo que las relaciones en que se envuelven se conviertan en una gran fuente de sufrimiento.

La persona arrogante, orgullosa, no ha conquistado la humildad, pues no sabe apreciar y valorar la sencillez. Tiene siempre que demostrar su aire de superioridad, menospreciando a quien está a su lado, pues considera que ese es el camino que le garantizará reconocimiento. Despreciar al otro le hace creerse mejor, superior.
Claro que hablar de humildad no hace humilde a nadie. Pero ¿por qué es tan difícil practicar la humildad? Nuestra sociedad aún, desgraciadamente, asocia humildad con inferioridad, debilidad, sumisión e incluso pobreza. Cuando, en realidad, está relacionada con distinción, respeto, gentileza, sensibilidad, gracia, sencillez ¡y, principalmente, auto-conocimiento! A fin de cuentas, quien tiene plena consciencia de su valía personal no necesita ensalzarse, exponerse ante los demás ni compararse. ¡No necesita gritar para que todos oigan cuán mejor es! No siente necesidad de exhibir su capacidad, su poder, prestigio o cultura, porque tiene conciencia de sus valores internos. No necesita rebajar al otro para lograr elevarse.

Las personas humildes realzan y valorizan las pequeñas grandes conquistas del día-a-día en su esencia. Tratan a las demás personas como seres dignos de respeto, pues tienen la capacidad de ponerse en lugar del otro en su sufrimiento. Y tú ¿cómo te comportas ante el sufrimiento de aquellos a quienes amas y de las personas que siquiera conoces? ¿Cómo tratas a las personas que están a tu alrededor? Como valiosos regalos en tu vida ¿o como si estuviesen siempre estorbando? ¿Cómo enfrentas las dificultades que surgen en tu camino? ¿Cómo tratas a aquellos que a veces te hacen daño? ¿Con humildad, con serenidad, confiando en tu capacidad de superación y aprendiendo con cada una de esas personas, o juzgándolas y condenándolas? ¿Por qué, a veces, se hace tan complicado ser flexible ante algunos acontecimientos? ¿Por qué tendemos a actuar de manera impulsiva, sin pensar y sin analizar las propias actitudes, como si solo el otro fuese el equivocado? ¿Por ser superiores? ¿Por ser el que está en lo cierto? ¿Quién nos garantiza que procedemos de la mejor manera? ¿Será que somos honrados con el otro tal como nos gustaría que lo fuesen con nosotros? Creo que hace falta un tiempo para reflexionar sobre estas cuestiones y lograr contestar a esas preguntas. A fin de cuentas nadie es superior a nadie, tan solo podemos, sí, estar en momentos o niveles diferentes, solamente eso.

Puede ser valioso también profundizar en ese análisis durante tu infancia. ¿Has convivido con personas arrogantes, orgullosas? El niño que convive con el prejuicio, la incomprensión, las críticas excesivas, unos padres inseguros, inflexibles, excesivamente exigentes o dominadores, puede tener dificultades cuando adulto para desarrollar la humildad, pues muchas veces, para obtener aprobación, era necesario ser igual, experimentando siempre una sensación de carencia. Así, se convierten en personas orgullosas, no de quienes son, sino de quienes creen ser. El orgullo, la arrogancia, en general, forman parte de personas con poco auto-conocimiento, ya que por no conocerse han de aparentar una imagen de personas seguras, exactamente contraria a lo que verdaderamente sienten. Pisan a los demás como sienten que han sido pisadas durante parte de su vida. Están siempre buscando corresponder a las expectativas de los demás para ser aceptados, ignorando sus propios sentimientos y quiénes son en realidad. Esto puede originar un sentimiento crónico de insatisfacción, buscando siempre ser admirados de alguna manera. Consideran que lo externo, con sus aplausos y reconocimiento, a través de su vanidad extrema y por la búsqueda de status, podrán compensar la falta de contacto con su mundo interior, que en verdad, siquiera conocen. Con eso buscan transmitir una imagen idealizada de su extremada importancia, sin importarles los medios por los cuales alcanzarán tal imagen. Pero ¿valdrá de veras la pena ser orgulloso, arrogante? ¿Vale perder un amor por orgullo? ¿Vale perder una amistad? ¿Es más importante mantener tu imagen que ser lo suficientemente humilde como para admitir tu error y pedir disculpas? ¿Por qué no ser más amoroso contigo mismo y poco a poco percibir la riqueza que existe dentro de ti? ¿Por qué no cambiar la manera de tratarte a ti mismo y hacerla extensiva a los demás? ¿Por qué no percibir que el aplauso más significativo ciertamente siempre será el tuyo propio? ¡Piensa sobre esto, sobre todo con mucha, mucha humildad!

por Rosemeire Zago

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Sobre o autor
zago
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores.
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