Hoy, con los cambios dimensionales, muchos preguntan: ¿Cuántos Rayos Divinos están manifestados en nuestra esfera, y cómo podemos utilizarlos en tiempos tan conturbados? En cambio, yo me inclino por el discernimiento y pregunto: ¿Hemos ya logrado reconocer, trabajar y sostener a aquellos que sabemos que ya son actuantes en nuestra esfera planetaria?
Entonces, ¿no es más saludable aprender a utilizar en primer lugar aquellos que ya están disponibles para nosotros? Si cada ser humano que conoce su Rayo de Alma lo vivenciase, nuestro mundo sería otro, sin siquiera cambiar de dimensión, pues ya estaríamos viviendo en la luz y en el amor. El ser humano tiene el vicio de complicarse y considerar que todo aquello que requiere de él más empeño y sofisticación es más eficiente, y, a decir verdad, cuando tratamos de espiritualidad, todo es mucho más sencillo.
Somos billones de habitantes viviendo en un planeta – la Tierra – que nos ha prestado su cuerpo para vivir una experiencia y aprender con ella. Nosotros, que estamos hechos a imagen y semejanza divina, tenemos esos Siete principios en nuestra esencia, si bien respondemos más a uno de ellos, que se convierte para nosotros en el preponderante, la energía que sostiene todos nuestros esfuerzos en una encarnación.
Por lo tanto, la conciencia de un hombre se destaca según la calidad de su rayo. Cada uno de nosotros pertenece a uno de los siete Rayos divinos. Esos rayos, que son descritos por la religión judeocristiana, en la Biblia como “espíritus ante el trono de Dios”, son expresiones de energía con características específicas.
1º Azul – De la voluntad, fuerza, acción, fe, coraje, orden auto-confianza y poder. Corresponde al Aspecto Padre de la Trinidad.
2º Dorado – Del amor-sabiduría, sentimiento, conciencia, discernimiento, expansión. Corresponde al Aspecto Hijo de la Trinidad.
3º Rosa – De la inteligencia activa y creativa, comprensión, poder mental. Corresponde al Aspecto Espíritu Santo o Madre de la Trinidad.
Cuatro Rayos de Atributo: 4º. – 5º. – 6º. – 7º.
4º Blanco – De la armonía, belleza, arte, unidad, expresión e intuición.
5º Verde – Del conocimiento concreto, ciencia, exactitud, paciencia.
6º Rubí – Del Idealismo abstracto, devoción, contemplación, lealtad.
7º Violeta – De la magia ceremonial y ritual, precisión, orden, disciplina, método, libertad.
Cuando hablamos del Rayo de Alma de un hombre, consideramos el principio que en él predomina, pero no podemos olvidar que todos poseen también la energía de los otros seis. Asimismo es bueno recordar que solo tiene acceso a la energía que cualifica su alma aquel que es dueño de sí mismo, que elige gobernar su vida con conciencia, no dejándose influir por un conjunto de reflejos o de respuestas sumisas a los influjos del ambiente externo – el hombre que usa del poder de su pensamiento con verdad, del sentimiento con bondad y de las acciones con voluntad y discernimiento.
Podemos utilizar esas energías a nuestro favor, principalmente en estos tiempos tan conturbados, no obstante es preciso, antes de eso, reconocer en ellas “el mayor instrumento” existente para transformación de nuestro carácter y para que esto se manifieste hay una necesidad absoluta de abandonar la identificación con el ego. Comprender los defectos de carácter que deben ser transformados, con sinceridad y responsabilidad. Establecer un compromiso con nosotros mismos, sin fingimiento.
Hay una historia sufí que ilustra eso: Preguntaron a Shibli:
- ¿Quién te ha guiado en el camino? Shibli respondió:
- Un perro. Un día lo vi casi muerto de sed, parado junto al agua. Cada vez que él miraba su reflejo en el agua se asustaba y reculaba, porque pensaba ser otro perro. Finalmente, tamaña era su sed, que abandonó el miedo y se arrojó dentro del agua; así, el reflejo desapareció. El perro descubrió que el obstáculo era él mismo. La barrera entre él y lo que buscaba se había desvanecido. De la misma forma, mi obstáculo se desvaneció cuando yo supe que aquello que me parecía ser yo mismo, era el propio obstáculo. Y mi camino me fue mostrado, primero, por el comportamiento de un perro.
Cuando esa es nuestra reacción frente a la vida, percibimos que el ego nace a través de los reflejos, y sin saber quiénes somos, necesitamos encontrar una identidad. Cuando el Yo verdadero es sustentado, asumimos la transformación de nuestros vicios de comportamiento aumentando la autoestima, el respeto y el deseo de cambiar, y los conflictos desaparecen. Nadie puede tener lo mejor, a menos que dé lo mejor.
Cuando nacemos y damos la 1ª inspiración entramos en contacto con las vibraciones cósmicas de nuestros registros etéricos y su energía, la que dará la tónica de nuestra experiencia encarnatoria – nuestro rayo de alma, aquel que nos llevará a la liberación e iluminación. Nuestra alma, a partir de ese momento, pondrá la personalidad a adquirir experiencia en uno de esos Rayos.
La alquimia del trabajo personal es ser consciente del poder de transformación que existe en nosotros. La alquimia espiritual se verifica cuando invertimos nuestra energía para despertar la sensibilidad espiritual e incorporar los arquetipos espirituales que respetan las leyes de la vida y de la evolución. Los Siete Rayos Divinos están aquí para que los reconozcamos en nosotros mismos y en nuestro semejantes, y creemos otra realidad a imagen y semejanza divina.
VERA GODOY
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Publicado dia 5/31/2010 12:50:26 PM em STUM WORLD
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