Los celos y la desconfianza bajo un punto de vista psicológico
por Luís Vasconcellos em STUM WORLDAtualizado em 19/10/2008 11:28:43
Traducción de Teresa - [email protected]
El “Inseguro/desconfiado” y sus proyecciones negativas sobre el Otro
Es fundamental notar que la desconfianza está siempre en busca de un motivo real donde instalarse y, de hecho, ni siquiera es preciso que sea tan real: ¡es bastante que sea plausible! ¡Ella se instala!!!
Mucho se me ha preguntado en cuanto a esta “contaminación nociva” tan corriente en las relaciones.
Primero, se hace imperativo resaltar que, esta “fantasía de seguridad” que DEPENDE del otro para hacerse efectiva, no es seguridad real, pues depende del Otro para existir.
De hecho, en realidad, para el “desconfiado/inseguro” típico, no importa qué cosa haga el Otro para evitarla, pues la Inseguridad estará siempre presente, a la espera de un motivo, ya que ella no depende de un motivo real, puesto que emana del YO.
Viceversa, podríamos decir que la “Confianza” y la “Seguridad” son cualidades energéticas, o sea, son algo que ENTREGAMOS, pues emana del YO hacia los Otros, o entonces no existe, en modo alguno.
Es necesario resaltar el aspecto “radiante” o “energético” de la confianza, del amor y de la fe.
Se trata de un fenómeno energético que sigue la dirección del YO hacia fuera del Yo y es proyectada sobre el mundo y los otros. Aquel estado, comúnmente llamado de “confianza” y que depende del Otro (¡o de lo que el Otro haga!) para existir o para mantenerse, verdaderamente no merece este nombre, pues no es confianza ni es nada.
Si yo confío, no vigilo, si confío no me vuelvo un “negociante” de la confianza o de la desconfianza del otro, no me convierto en un GUARDIÁN restrictivo y muy celoso de sus “posesiones adquiridas”, no me convierto en un “guarda de seguridad”, siempre listo para rodear y garantizar, siempre pronto a prohibir y a cercenar la libertad del otro.
Si YO, en nombre de mi Inseguridad exijo “pruebas” día y noche de que el Otro nada hizo para merecerla, entonces, de hecho, dentro de mi Inseguridad, el Otro es CULPABLE, a menos que DEMUESTRE LO CONTRARIO, pues la realidad única que yo me permito es la de mi DESCONFIANZA y el Otro, verdaderamente, no es tenido en cuenta, sino que no se le considera ni respeta en su Individualidad, poder de elección y libertad. Ahí está la raíz psicológica de la Democracia aplicada al campo de las relaciones interpersonales.
Para el “Inseguro y Desconfiado”, el Otro, de hecho, ni siquiera existe como dimensión psicológica. Aunque su existencia física y su presencia no puedan negarse, para el “desconfiado/inseguro” la percepción psicológica de la existencia real del Otro aún no ha tenido lugar, pues a partir de su inmadurez no se relaciona con el Otro, sino con el espejo de sí mismo, a través de enjuiciamientos, explicaciones convenientes, condenaciones, prejuicios, juicios previos de todo tipo, asunciones de valor moral y, principalmente, una inmensidad de “timbres moralistas sobre la frente ajena” con connotaciones negativas.
¡Tú me traicionas! ¡Tú no eres de fiar!... Y así sucesivamente...
Es particularmente indignante comprobar que el “desconfiado/inseguro” (hombre o mujer) no se altera incluso ante los más infundados motivos. El caso es que él (o ella) es insensible al Otro. El caso es que no ve en la realidad nada más allá de aquello que él mismo crea, nada más allá de lo que él de forma enfermiza quiere ver en el Otro (siempre lo peor, siempre lo más negro, siempre lo más terrible).
Él sólo ve en el otro el espejo de su propio interior, nada más, pues nunca tiene la visión real de la otra persona, puesto que la suya es una guerra contra sus propios sentimientos negativos con la proyección indiscriminada e inconsciente sobre el Otro de tales sentimientos. Su guerra es con la dependencia estricta y estrecha que él mismo nutre, todos los días, con relación a estos sentimientos negativos y depresivos.
Es como si el “desconfiado/inseguro” le dijese todo el tiempo al Otro:
“¡Por favor, no me hagas eso!!!! ¡No me traiciones!!! ¡No me abandones!!! ¡No me rechaces ni me dejes atrás!!! ¡Yo sufriría tanto si esto me ocurriese que creo que sería capaz de perder la cabeza y cometer una locura!”
Cuando, de hecho, ya es una locura hacer lo que hace, tal como lo hace…
Exceptuándose los casos en que el “desconfiado/inseguro” se depare con alguien realmente indigno de confianza y traidor, todas las otras posibilidades de confiar que ha tenido, serán inapelablemente desperdiciadas, pues él no puede darse al lujo de confiar: es correr riesgos en exceso… ¡es “dar armas al bandido”!!! ¡Es demostrar ingenuidad!!!
Su inmadurez y su baja autoestima no se remedian en absoluto por esfuerzos de guardar y proteger posesivamente al Otro; ni se acoquina ante un compañero(a) que no le dé motivos y que se esfuerce, sabe Dios cuánto, para no causarle este tipo específico de sufrimientos.
Él vive en una fantasía negativa y sus proyecciones inconscientes sobre la “Realidad” enmascaran tanto lo que vive que, sin tardanza, puede que ya no llegue a distinguir lo que ha “imaginado” de lo real. Su única posibilidad es buscar ayuda especializada para vencer sus muros de autodefensa y dejar, entonces, de atrancar su vida de relación (especialmente la conyugal) con su temor a la repetición de un pasado posiblemente conflictivo e incluso traumático.
El testimonio del Otro vale muy poco en estas horas negras, pues la desconfianza no permite entrega, no baja la guardia y el temor engulle, para sus subterráneos más profundos, todo y cualquier sentimiento positivo que se podía nutrir en la “escena de celos y traición” que el “desconfiado/inseguro” construye.
Él se parece a un director de cine que siempre ve la misma película, la misma escena… y, de hecho, no importa si ésta es o no real, pues, aunque no lo fuese, aún así parece posible (y plausible) a sus ojos (que se han vuelto miopes por los “filtros impiadosos de sus sentimientos negativos”)…
El “desconfiado/inseguro” tiene que reconocer que está (por así decirlo) “poseído” por sentimientos negativos y que, en función de este hecho, vive “dándole vueltas” sin abordar, de frente el asunto. Si ya no es capaz de ejercer su opción o su libertad en esta cuestión, se justifica la necesidad de ayuda especializada.Una cosa es cierta: Nadie sufre más con los celos y la inseguridad que el propio “celoso/inseguro”. ¡Se trata de un gran despilfarro de energía y de vida!
Quien sufre tanto con este problema haría bien en ocuparse más (poner atención) en “aquello” que él (o ella) ENTREGA en la relación, y menos en “aquello” que él (o ella) RECIBE.
Hay una gran responsabilidad envuelta en aquello que ENTREGAMOS en las relaciones con el Otro, pues existen “cargas letales” para una relación legítima, y los Celos y la Inseguridad son, sin duda, dos tipos de “influencias” muy nocivas.
Asumir la responsabilidad por lo que “ENTREGAMOS” nos hace retomar el foco hacia nosotros mismos (y en lo que emana del YO), así como cesar de criticar tanto al Otro, como si él fuese nuestro “obstáculo de guardia” en la jornada/andadura en dirección a la felicidad y la plenitud.