Sophia, cuando nació, aún estaba siendo higienizada por el obstetra y ya tenía los ojos abiertos, dice Roberto, el padre, en un estado de felicidad absoluta. ¡Yo lo creo! Y recuerdo a mi madre contando que yo nací con los ojitos cerrados y permanecí enfajado unos días.
Mi nietecita, con dos años, utiliza el teléfono móvil, abre aplicativos y envía Whatsapp a su tía, ya por la mañana temprano, diciendo: ¡hace sol, vamos a la playa! Es el fin de los tiempos, diría mi madre. Yo digo, ¡es una nueva era!
El Espíritu progresa y poco a poco va dominando con maestría la ingeniería del renacimiento, y con la evolución del Planeta, puede tener más influencia en el desarrollo de su propio cuerpo, ese Santuario Sagrado que habitamos. Ese factor de desarrollo espiritual favorece mucho al Espíritu en la realización de su misión en la Tierra.
La interferencia de la genética de los padres y antepasados se reduce.
Paralelamente, se puede decir que la influencia del universo exterior aumenta, o sea, experiencias que yo pude llevar a cabo a los trece años serán vividas por mis biznietos a los dos años de edad.
Ahora, más que nunca, es bueno que los padres acompañen y estimulen a los hijos, en su desarrollo individual, accediendo a su Ángel de la Guarda, conversando con el Yo Superior de ellos, para apoyarlos en el ejercicio de sus virtudes. Hoy, se puede decir que es inadecuada la manera de lidiar con los hijos al modo de mis padres, que determinaban el tipo de trabajo o estudio que debía hacerse.
Otro aspecto interesante para reflexión es el olvido del pasado, que yo considero una Amnistía Divina, porque permite al Espíritu renacer sin la interferencia directa de posibles acciones negativas de vidas pasadas. Los griegos decían que cuando uno viene para la Tierra, bebe del agua del Río Lete, las aguas del olvido, para poder vivir el presente y tener sus experiencias humanas.
Esa amnistía continúa, sin embargo, en esta nueva fase del Espíritu, en la actualidad, le permite acceder con más rapidez y desenvoltura a sus talentos. O sea, el Espíritu retorna a su estado consciencial con más rapidez.
Euclides, en terapia, cuenta que recuerda con intensa emoción que cuando Jesiel, su hijo, tenía poco más de un año, veía en la mirada del pequeño una expresión muy linda y profunda. Había un brillo diferente en sus ojitos. Y añade: echo de menos aquella mirada. Hoy él tiene dieciséis años y las dificultades en la relación se intensifican a cada día. Y aquella mirada ya no existe. Y confiesa, con tristeza, que a veces se sorprende al observar, en la mirada del muchacho, desdén y rencor.
Yo lo oriento: ahora tú ves el Espíritu. ¡Ese Espíritu es tu hijo! Ámalo, del mismo modo que amaste a aquella criatura de ojitos brillantes. Rescatar el alma del hijo, desarrollar un amplio proyecto de conciliación, es el camino. ¡Sin juzgamientos!
Una sugerencia que doy es que el padre y la madre apliquen una estrategia toda llena de amor, sin miedo, buscando aprobar todo lo que hicieron y que se perdonen. Vosotros, los dos, fuisteis elegidos por Dios y por él, vuestro hijo, para esa misión. Se inicia así la estrategia. Después, acoged al hijo. Acogimiento, esa es la palabra de orden. Él es un Ser Divino. Llegó a vosotros por afinidad y/o afectividad. Sea como fuere, ciertamente no ha caído del pico de la cigüeña en vuestros brazos. Hay compromisos, establecidos antes de su llegada. Emplea tu intuición, ¡habla con el corazón!
Afinidad significa tener historiales semejantes y necesarios. La Paternidad y la Maternidad surgen para aprendizaje, permuta de valores, reconciliaciones. Todo esto nació del intenso anhelo de, en ese reencuentro, establecer la paz. Mirar hacia la misma dirección, sin mutilaciones o atropellos. ¡Amistosamente! Relajad. ¡Y hay los casos de reencuentro por afectividad! Papaya con azúcar, diréis. ¡Qué alegría, tener hijos y compartir sus vidas bajo la luz del Amor!
Estaba terminando este artículo, cuando llegó mensaje de una madre afligida: “Te necesito, mi hijo ha sido detenido pues anda con personas de bajo nivel, ya lo han liberado, pero lo que me preocupa es su psiquismo, tengo miedo de perder sin remedio a aquel chavalito bueno, tengo que hacer algo para rescatar la esencia de mi chiquillo...”
Comprendo que si tú quieres rescatar la sanidad mental, emocional o espiritual de un hijo, debes realizar un proceso intenso, repetitivo. Algo parecido a como cuando quieres un empleo bueno. Pon en acción tu coraje. Envuélvete de cuerpo y alma en esa situación. Dios ha confiado en ti y ha permitido que ese Espíritu viniese a través de ti para el mundo. Entonces, pase lo que pase, ¡no abandones! Hay muchos recursos disponibles, en el Amor que habita tu corazón, en la esperanza que alimenta tus sueños. Tú te acuerdas de los ojitos, dulces y profundos. Esa mirada continúa existiendo en ese joven que está ahí ante ti. Él pide acogimiento. Si fuese un bebé pequeñito, mordería el pecho de la madre o lloraría estridentemente. Ahora, lo hace hostilizando, desprecia. Evita perderlo de vista. Comprende sus caminos y sus sueños.
Hitler, según algunos historiadores, cuando era pequeño tenía sueños de ser dibujante, artista, de modelar imágenes con sus manitas. Algo alteró su camino, y él se convirtió en un líder belicoso, que deseó modelar la raza humana, con acciones delictuosas. Acoge los arrobos, las dificultades de tus hijos y aplica la Amnistía Divina, perdonando, amando y rescatando el Ser Divino que existe en ellos, desde pequeños, ¡para siempre!
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Publicado dia 4/21/2017 1:12:35 PM em STUM WORLD
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