Tuve una experiencia muy enriquecedora, al entregar un mapa numerológico a un médico.
Él había venido por la mucha insistencia de una amiga, para conocer acerca de su numerología. Muy escéptico e introspectivo, me miraba atentamente como si me estudiase. Allá por las tantas le pregunté qué especialización médica había hecho. Me contestó con otra pregunta: “Clínico General, ¿por qué?” Entonces le dije: “Porque según tu mapa, tú tienes que tratar niños especiales, con síndromes y otras dificultades”. Abrió mucho los ojos, diciéndome, “Pero eso ya lo he hecho y no me aportó compensación alguna. Es una medicina que no cura, pues es frustrante acompañar a un paciente y no verificar ninguna mejoría.”
Le aconsejé que retornase a esa actividad médica, pues era un compromiso asumido en otras vidas. Fue entonces cuando me reveló que, cuando dejó la clínica de niños, pasando a trabajar como endocrinólogo, tratando de hacer adelgazar a las personas, su hijo de 2 años empezó a presentar un comportamiento muy extraño. Ya con cierto dominio del habla, sólo se comunicaba en 3ª persona: “Luis quiere agua” para a continuación decir “Él tiene hambre”. En aquel momento, le pregunté qué edad tenía ahora su hijo. Me dijo que ya tenía 14 años y continuaba hablando en 3ª persona. Con el paso del tiempo, se hacía más definido el comportamiento dicotómico de Luis, que por veces se comportaba como un adolescente, para en seguida no lograr siquiera atarse los zapatos. Oscilaba, según el padre, entre la edad de 2 años y la actual.
El padre investigó y envió las pruebas médicas a todos los lugares más avanzados, como la Nasa y un laboratorio especial en Francia. Lo máximo que había conseguido era un diagnóstico de sinusitis. Los colegas médicos se daban de cabezazos, pues el niño no se encajaba en nada conocido por la medicina, como la esquizofrenia, el autismo o cualquier otra dolencia conocida.
La madre había muerto cuando él aún era bebé y el padre se había vuelto a casar para poder permanecer todo el día en el consultorio o incluso haciendo guardias en los hospitales. Me reveló que ya no tenía esperanza alguna y fue entonces cuando decidí hacerle una propuesta.
“Vuelve mañana y te atenderé bajo orientación espiritual.”
Al siguiente día allí estaba él. Fue entonces cuando ante su enorme perplejidad le dije: Tu hijo tendría que haber nacido como gemelo univitelino. No hubo cisión en el núcleo del óvulo fertilizado (cigoto) y, por tanto, los dos personajes, aunque oriundos de la misma mónada, no se unieron para ocupar un solo cuerpo. Hay uno dentro del cuerpo y el otro por el lado de fuera, unido por un cordón, que se niega a colaborar, porque quiere tener un cuerpo para él solo. El médico me miró espantadísimo y tuve la certeza de que, si pudiese, mandaría internarme. Le expliqué el por qué de hablar el crío en 3ª persona: los dos conversaban por el mismo aparato vocal. Uno se llamaba Luis y el otro no tenía nombre. Cuando Luis hablaba con su hermano decía “él quiere dormir” o “él está enfadado”. Por otra parte, “él” llamaba Luis a su hermano. Era la conversación de “él” con Luis.
Dije al padre que sería preciso hacer el renacimiento de su hijo y que necesitábamos su consentimiento. Le avisé de que por la noche, Luis, que ya era un chaval bastante alto (del tamaño del padre), se pondría en posición fetal y que no se preocupase. Aquel mismo día el padre llegó a casa en torno a la media noche y abriendo la puerta del cuarto del hijo lo encontró en esa posición; cerró rápidamente la puerta del cuarto.
Por la mañana temprano, tomando el desayuno, Luis, acercándose mucho al padre le dijo: “Padre, yo quiero la TV por cable en mi cuarto”. El padre se levantó y salió corriendo para el coche, telefoneándome en seguida. Estaba lleno de pavor, me dijo que no estaba comprendiendo por qué su hijo había dicho “yo” por primera vez en 14 años.
No es preciso decir que después de esto, él me telefoneaba para narrar todos los avances de comportamiento que Luis presentaba. Ciertamente hoy Luis ya debe haber emparejado la edad mental con la cronológica. El chavalito de 2 años que estaba por el lado de fuera, boicoteando el desarrollo de aquel personaje complejo, del cual él también formaba parte, se juntó en el renacimiento con su hermano Luis. Hoy Luis tiene – pienso yo – 20 años, llevando una vida normal. Con esa experiencia he pasado a comprender el significado de reencarnación simultánea, pero esto es tema para otro artículo.
¡Que seáis Felices!!!
Vera Ghimmel es Terapeuta holística,
Numeróloga cabalista, espiritualista y colaboradora de este Web.