¿Quién eres tú? ¿Eres Juan? ¿Eres María? ¿O tienes otro nombre? De cualquier forma, tener un nombre, o dar nombre sirve únicamente para clasificar y catalogar. Y nosotros clasificamos las cosas para darnos la sensación de que las conocemos, porque ese ardid nos permite tranquilizar la mente. No obstante ¿habrá alguien que realmente se conozca?
“Pero yo soy alguien. Tengo un buen empleo, gano dinero, mantengo a mi familia, tengo amigos, tengo casa y coches, juego al fútbol o al tenis los domingos. ¡Soy un ser humano que está orgulloso de sí y de lo que ha conseguido!”
Pero, fuera de los adelantos tecnológicos, ¿habrá algo de lo cual alguien perteneciente a la raza humana pueda realmente enorgullecerse? ¿Enorgullecerse de qué? ¿Del capítulo sobre la esclavitud de los negros africanos arrancados a sus familias para ser utilizados, usados y abusados en tierras del Nuevo Continente? ¿Enorgullecerse del capítulo sobre la masacre de indios armados con arcos y flechas por parte de valientes generales escondidos detrás de fusiles y cañones? ¿Enorgullecerse del capítulo sobre hombres matando y crucificando a otros hombres para propiciar más espacio para la enorme sed de poder de los Césares, de los Hitlers, de los Atilas, de los Alejandros, de los Napoleones, de los colonialistas? ¿Enorgullecerse de la prevalencia de la ley del más fuerte, del más rico, del más poderoso, del más violento, del más astuto, del más crápula? Es Biafra. Es Vietnam. Mozambique. Afganistán. Son millones de niños muriendo de hambre mientras toneladas de alimentos se pudren en los almacenes. Es el Tercer Mundo con sus muchos políticos corruptos, arrogantes y prepotentes que padecen una insaciable hambre de poder.
Es la bomba atómica matando ciudades enteras. Es el hombre civilizado que abrasa a su semejante en una silla eléctrica. Es el holocausto. Son millones de hermanos muertos, torturados, humillados, por ser judíos. Son las incomprensibles guerras religiosas. Es la Inquisición. Y ello en nombre de Cristo. Y es el propio Cristo, muerto en la Cruz por haber hecho el bien y enseñado el amor al prójimo.
Con ese historial, ¿cómo es posible vivir feliz cuando tanta miseria nos rodea? Pues incluso aquella que no vemos nos afecta, por las vibraciones que emite. ¿O piensas que puedes aislarte y vivir feliz? ¿Enorgullecerse de qué, entonces? ¿Enorgullecerse de ser médico, ingeniero, diplomático, técnico, comerciante, banquero, abogado, político o lo que quiera que fuese? ¿Enorgullecerse de ser alguien que entrega el control del su propio cerebro a los capataces de la esclavitud global que te manipulan la mente y te enseñan a pensar y a desear según los intereses de los todopoderosos dueños de los medios de comunicación? Entonces ¿es posible que alguien se enorgullezca de pertenecer a la raza humana tal como ella se encuentra? Ni aquellos animales que hemos clasificado como feroces se comportan como los hombres.
Y lo que se ve en la sociedad también se ve en muchas familias. Es la bronca en las parejas. Son hijos faltando al respeto a sus padres. Padres que faltan al respeto a sus hijos. Es la falta de tolerancia. Y si no hay paz y armonía en la familia, ¿cómo puede haber paz en la sociedad? Y si la familia va mal, es porque sus miembros están mal. Son padres angustiados que no saben dónde encontrar la paz. Son hijos que no saben dónde hallar la esperanza. Y no son las drogas, lícitas o ilícitas, los amores, el dinero o la riqueza lo que habrá de tranquilizar y dar consuelo a la mente y al corazón. ¡No es nada que se pueda comprar! Es algo que ha de ser conquistado. Es el ser que ha perdido la armonía con el Universo, que debe revertirse a su estado inicial.
Y entonces ¿sigue siendo importante para ti ser Juan, Pedro o Pablo u otro alguien cualquiera, aparcado en esta tragicomedia de la vida? Para que ensanches tu conciencia con la comprensión que te permita despertar del estado hipnótico en que te encuentras, es preciso que sientas una crucial necesidad de saber quién realmente eres.
Para empezar, antes de acostarte o al levantarte, ¿qué tal hacer un balance de tu vida? Día tras día, todo casi igual dentro de una rutina movida por objetivos mundanos que te impulsan hacia el “obtener y tener”, siempre más, de cualquier cosa. En particular, dinero y poder. Si te murieses, ¿qué diferencia habría? Para los que se quedan, va a ser más difícil, más duro, más incómodo. Pero ¿y para ti? ¿Qué diferencia pude haber para ti en vivir uno, diez o cien años más, aparcado en una continuada repetición de un mismo día? Atrapado en esa trampa, vas a morir sin siquiera darte cuenta de que has vivido. Y las claves del autoconocimiento para escapar de ese círculo vicioso son la introspección y la meditación.
Además, si la educación a que se nos somete promoviese realmente el “conocimiento y el raciocinio” por el placer de “saber y pensar” y no solo para cumplir un programa de robotización de los alumnos, quizá sería más frecuente el florecer del autoconocimiento. Exactamente como enseñaba el filósofo y médico Dr. Celso Charuri: “Si pretendemos un Mundo Mejor, es necesario preparar hombres mejores, pues el medio es producto del hombre y no el hombre producto del medio. Modificad al hombre y el Hombre modificará el medio”. ¡Y cuando te veas bendecido con la expansión de la conciencia vivenciarás por fin la experiencia del “Somos Todos Uno”!
Consulte grátis
Avaliação: 5 | Votos: 1
Sobre o autor WebMaster é o Apelido que identifica os artigos traduzidos dos Associados ao Clube STUM, bem como outros textos de conteúdo relevante. Email: [email protected] Visite o Site do Autor
Publicado por WebMaster
em STUM WORLD
WebMaster é o Apelido que identifica os artigos traduzidos dos Associados ao Clube STUM, bem como outros textos de conteúdo relevante.
