Mujer sola, ¿virtud o problema?
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 11/10/2010 11:03:39
Traducción de Teresa - [email protected]
Ser sola en el siglo XXI es más una opción personal que falta de ésta. Muchas mujeres actualmente optan por ello. Principalmente cuando descubren que no necesitan cambiar de mantenedor o de protector tras salir de la casa paterna o divorciarse o incluso cuando se quedan viudas. La mujer de hoy, mucho más fácilmente, percibe que puede estar al comando de su propia vida.
El estar sola, dentro de este contexto, puede significar un momento de entre zafras en el cual la mujer, por opción, puede decidir si quiere o no tener un compañero. La diferencia brutal entre lo de antes y los días actuales es que la mujer bien resuelta sabe que no necesita un hombre a su vera para tener un lugar en el mundo. Ella misma puede y hace su lugar, así como su status social. El mundo ahora, principalmente en las grandes metrópolis, ya no acosa como antes a la mujer para que sea sumisa o tenga que depender de un hombre que la mantenga.
El hecho de que la mujer esté sola no implica en circunstancia de tiempo de duración, sino en el aspecto emocional y condicionamientos culturales. Obsérvese que no se trata de una apología sobre los beneficios de estar sola. Tanto la mujer como el hombre, cuando están enteros, pueden elegir tener un compañero de jornada auténtico, que no esté embolado en medio de una línea cruzada de proyecciones recíprocas basadas en las necesidades personales de cada uno.
Por otra parte, en un proceso de soledad involuntaria, existe la posibilidad de que el sexo femenino dinamice su lugar en el mundo, incluyendo una pesquisa afinada sobre sí misma. Imagina en una relación de años, que ocurra algo abrupto y que repentina e inexorablemente te encuentres sola. ¿Qué hacer en tales ocasiones?
- El primer paso sería observar qué porción de ti misma estaba en el compañero y poco a poco ir rescatando los fragmentos cedidos. Simultáneamente, detenerse a reflexionar cuánto se vivía en función de la relación. Por fin, buscar conocer la propia identidad que, ciertamente, independe de cualquier relación afectiva. Esa jornada interior requiere cuidado especial y afecto para consigo misma, pero nunca pena.
Pesquisar gustos personales puede ser el prenuncio de un buen comienzo.
La soledad involuntaria, sea cual fuere el motivo que la ha ocasionado, es excelente momento para un desarrollo interior más profundo. Puede incluso ser un punto de partida para la aparición de nuevas habilidades y una preparación, dependiendo de la situación de vida, para que la mujer revise lo que desea conquistar en una próxima relación.
Muchas veces está bastante indicado algún procedimiento terapéutico, en el sentido de abrir amplio espacio para que el auto-conocimiento se instale en un medio de dinamismo y clareza. Y en determinados casos, para evitar que una depresión mayor llegue a instalarse. No debemos despreciar los cambios de vida. Si la persona tiene una identidad construida en el otro, quedarse en soledad repentinamente puede ser desastroso. Equilibrarse nuevamente requiere tiempo, necesidad de apoyo y ayuda de amigos. Recordando nuevamente que un buen procedimiento terapéutico también será bienvenido.
Una de las premisas para chequear si la soledad ha superado los niveles de soportabilidad es verificar cómo andan los contactos con amigos y otros. Si éstos se encuentran demasiado reducidos, la alerta se hace importante. Cuando se pierde la motivación para salir o para encontrarse con personas o actividades de interés personal, también.
Aparte de esto, hay que permanecer atento al nivel de alegría. A veces la persona puede estar deprimida, sin darse cuenta. No es porque no esté tirada en una cama, sin ánimo, que no se encuentra en estado depresivo. La vida discurre en ambientes de relación y siempre crecemos por medio de nuestras relaciones. Momentos de soledad y de encuentro con uno mismo son extremadamente importantes para poder dar significados a nosotros mismos; pero cuando se producen en exceso, esos mismos significados corren el riesgo de perderse.
Tanto la soledad voluntaria como la involuntaria pueden ser un fuerte disparador de cuestionamientos, hasta el punto de llevar a la mujer a conocerse de modo diferenciado. Las que se suben al carro de esos cuestionamientos tienen la oportunidad de construir un fortalecimiento inquebrantable. La cuestión es saber cómo trabajar con lo nuevo y sacarle provecho.
Nosotras las mujeres somos proveedoras, no lo contrario, como se nos ha enseñado. Eso me hace recordar el libro de Rianne Eisler cuando cuenta sobre nuestra historia y relata cómo nuestras fuerzas arquetípicas fueron invertidas y que, ahora, nuevamente estamos clamando y conquistando de vuelta nuestros puestos primordiales.
Quien sepa subirse a esa ola e incorporar de vuelta lo que ya era nuestro, puede beneficiarse tremendamente en un camino de capacitación y seguridad de sí misma, sin retrocesos. Como ejemplo, Rianne revela que la mujer primitiva era muy reverenciada en todos sus tiempos de vida. Cuando menstruaba, frecuentemente dejaba desaguar su sangre sobre la tierra, para que su fuerza pudiese arar dando buena cosecha. Cuando se quedaba encinta, la misma fuerza de su sangre servía, en la creencia popular, para alimentar al nene que estaba siendo generado… Y finalmente, cuando entraba en la menopausia, su sangre y poder permanecían definitivamente con ella convirtiéndola, por consiguiente, en la vieja sabia a quien todos reverenciaban pidiendo consejos.
Incumbe a nosotras, las mujeres del siglo XXI, rescatar nuestras raíces. Sola o no ¿estás lista? Habilítate y procúrate lo que sea necesario para entrar en contacto con tu fuerza matriz. Solo no te quedes parada, busca, sé osada y conquístate.
