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Psicoterapia Breve: Un abordaje Ecléctico – Parte 2

por Flávio Gikovate em STUM WORLD
Atualizado em 24/09/2007 15:38:05


Traducción de Teresa - [email protected]

2. Un referencial teórico, aunque genérico

Cuando se habla de "psicoterapia breve sin escuela" no se está pensando en una ausencia de cualquier tipo de fundamento teórico, sino en una visión ecléctica, en la que todos los puntos de vista son tenidos en cuenta. Lo ideal sería que el terapeuta estuviese familiarizado con las diversas corrientes que vienen combatiéndose entre sí, que evitase el conflicto y buscase extraer lo que presentan de mejor para el tratamiento de sus pacientes. Una psicoterapia enfocada en el paciente implica dominio de la práctica sobre la teoría: el terapeuta observa la realidad con cautela y con la mayor objetividad posible, e intenta encontrar el mejor camino para ayudar a su paciente. Se trata, haciendo una comparación con la moda, de un trabajo de "alta costura" y no un "pret a porter", técnica y procedimiento que han de servir para todos. Cada caso es un caso.

Pienso que la expresión que podría definir un posicionamiento teórico ecléctico y de utilidad operacional es la de que "el hombre es un ser bio-psico-social", que oigo desde los tiempos en que era estudiante de medicina y que sólo muy recientemente comprendí exactamente lo que significa - ¡o creo que lo comprendí! Que hemos nacido con una máquina bastante interesante y potente, constituida por 100 billones de neuronas, es un hecho que ya no suscita espanto ni dudas. A pesar de poseerla, hemos vivido casi como los monos superiores durante cerca de 100 mil años antes de haber podido comenzar la constitución de una vida típica de nuestra especie. Las eventuales conquistas, hechas por pequeños grupos de humanos, no se perpetuaban, no pasaban de una generación a la otra. No había forma de registrar tales adquisiciones, de modo que cada nuevo grupo humano tenía que comenzar todo desde cero.

Nuestro cerebro sólo empezó a ser usado de modo más efectivo cuando fuimos capaces de construir nuestra principal y más fascinante conquista: el lenguaje. Al asociar símbolos con objetos, situaciones y acciones, al usar fonemas para describir tales símbolos, fuimos capaces de construir secuencias de ellos - y sus sonidos - que describían acontecimientos y también indicaban lo que ocurría en la mente de la persona que hablaba, y que ahora pasaba a ser inteligible para los demás miembros de aquel grupo, una vez que todos aceptaban los mismos símbolos como indicativos de las mismas cosas. Así se tornó posible la transmisión de informaciones también de una generación para otra, iniciando un proceso de acumulación de conocimiento que ha desembocado en los avances que venimos acompañando a lo largo de los últimos siglos y, principalmente, de las últimas décadas.

La construcción del lenguaje ha creado condiciones para que las correlaciones entre los símbolos (ahora denominadas palabras) pudiesen darse de las más variadas formas e incluso sin conexión directa con el mundo material. Surgen hipótesis, ideas acerca de condiciones que no existen, surge la capacidad de juzgar, de evaluar la conducta de los semejantes, surgen las posibilidades de constitución de grupos cada vez mayores a través del establecimiento de cierta ordenación y también de la racionalización del trabajo; y así sucesivamente. ¡Surge también la mentira! O sea, la capacidad de una persona para decir que siente lo que no siente, que asistió a lo que no ocurrió, que hizo lo que no hizo. La memoria pasa a ser usada de forma más eficaz, una vez que almacena más y con más facilidad gracias al uso de las palabras. Surgen también los lapsos de memoria.

Aunque comprendamos que nuestro sistema de pensamiento deriva de la actividad cerebral, la verdad es que no tenemos la menor idea de cómo aquellas células son capaces de producir pensamientos. Y mucho menos de cómo estos pensamientos se correlacionan entre sí, cómo se comunican e interactúan con otros humanos, cómo generan nuevos pensamientos que podrán transformarse en nuevos hechos que irán, a través de la ciencia y sus avances, generar un hábitat cada vez más modificado en relación a aquel que el hombre primitivo encontró. Así, el pensamiento es parte de un fenómeno que percibimos como autónomo, independiente de la función cerebral. Vivimos nuestra subjetividad como constituida por algo inmaterial, un universo de ideas, emociones y correlaciones que ya no tiene nada que ver con la actividad cerebral y que sólo dependerá de ella en los casos en que lleguen a existir allí problemas o daños físicos efectivos. El caso es que vivenciamos nuestra subjetividad como desvinculada del cerebro. Tal vez de ahí se haya extraído la idea tradicional de que a nuestro cuerpo se incorporaba un Alma - término con el cual simpatizo mucho y que propongo sea restablecido en sustitución de Mente, que tiene una connotación un tanto material y científica que nos induciría a pensar que tenemos más conocimiento sobre ese tema del que efectivamente tenemos. Alma implica algo casi mágico, capaz de producir la música, las obras de arte, los poemas, y tantas otras cosas buenas y malas.

Al usar el término "alma" estoy pensando en que ésta es una parte inmaterial formada a partir de la actividad cerebral, pero que ha adquirido vida propia, en la cual los pensamientos se interrelacionan de una forma libre, aleatoria e independiente del cuerpo - del que sólo vuelve a depender, insisto, en caso de daños en la parte física que la sostiene. Así, existen los problemas derivados de daños en la actividad cerebral. Existen también problemas y sufrimientos derivados de equivocaciones, que surgen en el seno de las actividades propias del alma. Corresponden a dos dominios independientes, pero que interactúan permanentemente. En la metáfora de informática, útil, ya que este sector de la actividad siempre intenta imitar lo que ocurre con nosotros, el cerebro es el hardware, mientras que el alma corresponde al software.

La complejidad propia de nuestra condición no se detiene ahí. Por fuerza de varios elementos, algunos de naturaleza instintiva y otros ligados al estilo de vida que hemos ido construyendo, vivimos en grupos cada vez mayores, que se definen por intereses territoriales, división del trabajo y de sus frutos, lengua única y estilos de vida definidos que se han constituido a lo largo de la vida de las generaciones que nos han precedido. Ellos han construido también un conjunto de normas de valor y de puntos de vista con los cuales nos hemos familiarizado desde pequeños, y que constituyen nuestras creencias. Así, el hombre, en virtud de sus características biológicas y principalmente de cómo funciona su alma, se constituye y se organiza en grupos sociales peculiares.

Hemos nacido con el cerebro prácticamente formado. El alma inexiste, y tendrá que ser moldeada para cada generación - ontogénesis. Eso ocurre de modo más fácil que al principio de nuestra historia como especie - filogénesis - precisamente porque el grupo donde hoy hemos nacido ya estaba compuesto y había acumulado informaciones prácticas y creencias. Cada nueva criatura provee, al menos inicialmente, su alma incorporando los usos y costumbres de su grupo, de modo a mejor integrarse en él. Nuestra constitución sufre, pues, brutal influencia del grupo en el cual crecemos y de las creencias que lo rigen. Cada generación realizará avances precisamente al poner en duda las creencias adquiridas sin reflexión y proponiendo nuevos conceptos prácticos o de estilo de vida. Así, nuestra alma se constituirá en principio a partir de las normas del grupo social en que hemos nacido y después será el factor de modificación de esas mismas normas.
Nunca estará de más resaltar la importancia de las primeras y fundamentales relaciones afectivas entre cada bebé y sus padres, especialmente su madre, en la formación de cada nuevo adulto, toda vez que ejercen papel esencial en la manera de traspasar las normas y creencias de la cultura en cada contexto familiar específico.

Aunque no sea el caso aquí de discutir en profundidad cómo se constituyen nuestras sociedades ni las reglas prácticas que las rigen, queda claro cuánta participación tenemos en su creación y cómo sufrimos su influencia. Es más, todo lo que nos ocurre como especie es así: el cerebro "produce" el alma, que adquiere vida propia y puede incluso influir sobre el cuerpo. El hombre, ahora poseedor de alma, se constituye en sociedad y después ésta ejercerá influencia sobre las almas que la han constituido y sobre las generaciones venideras. O sea, el cuerpo genera el alma y ésta, la sociedad. La sociedad ejerce influencia sobre alma y cuerpo, mientras que el alma la ejerce sobre cuerpo y sociedad, siendo cierto que nada de eso existiría sin la actividad cerebral.

Se hace muy difícil, pues, pensar en nosotros mismos como poseedores de una "naturaleza humana" fija, algo similar a lo que ocurre con los otros animales, incluso con los mamíferos superiores, con los cuales muchos autores insisten, equivocadamente a mi modo de ver, en compararnos. Solemos denominar nuestra naturaleza a aquello que nuestros antepasados han formado como hábitos, o sea, la mezcla de algunas propiedades biológicas con un conjunto de creencias. No obstante, tales creencias - e incluso lo que es biológico - constituyen apenas una de las posibilidades, una de las casi infinitas posibilidades. Nuestra "naturaleza" se modifica en cada época, pues tenemos que adaptarnos a aquello que nosotros mismos hemos creado en términos de medio externo, estructura social e incluso convicciones intelectuales. Somos seres increíblemente mudables, de modo que me suenan un tanto simplistas las afirmaciones, por ejemplo, de neurobiólogos bajo influencia de las teorías darvinianas de que estamos tan sólo al servicio de la perpetuación de la especie. Prefiero el punto de vista de Ortega y Gasset, de que el hombre no tiene naturaleza; el hombre, según él, ¡tiene historia!

Este carácter "plástico" que nos identifica, explica incluso ciertas variaciones que ocurren en los dominios de la psicopatología. Mi generación ha visto desaparecer las manifestaciones de histeria de conversión, aquellos cuadros que correspondían a las primeras pacientes de Freud. Aún he llegado a ver muchos casos de parálisis y ceguera histéricas en mis tiempos de médico residente, esto en los años de 1966-7. Todos sabemos que la frecuencia de la homosexualidad crece y decrece según las normas de cada época y sociedad. Hoy asistimos a una epidemia de casos de bulimia y anorexia, fenómenos que yo desconocía 30 años atrás. Y así sucesivamente. Es bueno siempre estar atentos a los cambios, tanto en el plano de las disfunciones psíquicas como incluso en el de las enfermedades físicas. En cuanto a mí, he tenido el desplacer de acompañar algunos de los primeros casos de SIDA que han surgido en el Brasil, traídos por homosexuales viajeros que frecuentaban casas nocturnas y bares en Nueva York y París. La perplejidad era enorme, pues aún no se tenía idea de lo que estaba ocurriendo. Esto tuvo lugar en torno a 1980.

De forma muy general y tan sólo con fines operacionales, intentaré relatar cuáles son las principales peculiaridades de cada uno de estos tres segmentos que nos constituyen, en lo que concierne a las disfunciones psíquicas que nos interesa tratar por medio de las técnicas breves de psicoterapia. Serán apenas mencionadas aquí y algunas de ellas serán mejor explicadas al describir algunos casos típicos de propuestas terapéuticas, lo que haré más adelante. En lo que atañe al cerebro, dependemos de él básicamente en las siguientes condiciones:
a) Cuando se establecen reflejos condicionados que implican principalmente situaciones de miedo o ansiedad. Tales reflejos son fáciles de establecer y a veces difíciles de deshacer. Son mecanismos importantes en las fobias de todo tipo, en las disfunciones obsesivas, y toman parte en la constitución de otras varias disfunciones.
b) Cuando existen experiencias traumáticas graves se constituye un síndrome cada vez mejor conocido que se llama Síndrome del Estrés Postraumático.
c) Cuando surgen cuadros depresivos relacionados con alteraciones de la concentración de serotonina en las sinapsis cerebrales.
d) En los casos de dependencia química de drogas psicoactivas, cuando parece existir la interferencia de otras aminas cerebrales, especialmente la dopamina.

Cuando pensamos en aquellas disfunciones que dependen esencialmente del alma, de fallos derivados del proceso de pensar, sentir y evaluar situaciones y personas, podemos enumerar principalmente las siguientes:
a) Errores de evaluación de sí mismo, comprometiendo la autoestima. Ello en diversas fases de la vida, dependiendo de peculiaridades físicas, de la forma como nos tratan padres y hermanos, de resultados que obtenemos en tareas que nos proponemos.
b) El cuánto hemos sido capaces de superar los obstáculos que forman parte de nuestra historia de vida, de modo a haber o no completado nuestra maduración emocional y también la plena evolución moral.
c) Los dramas y dilemas que se derivan del hecho de que tenemos muchas opciones fundamentales que tomar a lo largo de la vida: elección de compañeros sentimentales, elecciones profesionales y también de estilo de vida.
d) Las angustias que pueden derivarse de las grandes cuestiones de nuestra existencia y que el alma puede detectar: el sentido de la vida, el miedo a la muerte, posibles condiciones posteriores al final de esta vida, etc.

Por fin, y apenas esbozando cuestiones extremadamente complejas, dependemos del modo en cómo las normas de una determinada sociedad influyen sobre nosotros, proponiendo valores consistentes o no, exigiendo desempeños posibles o no. Veamos algunos ejemplos capaces de desestabilizar nuestra subjetividad:
a) Nos desequilibramos cuando la moda nos propone patrones estéticos que no forman parte de nuestra biología y que no nos resultan fáciles de alcanzar, como es el caso de un peso ideal muy bajo. Esto comporta un gran aumento de los casos de bulimia y anorexia, además de enorme número de personas que pasan a depender de sustancias químicas anorexígenas, sin mencionar la epidemia de operaciones estéticas de dudosos resultados.
b) Las presiones sobre el desempeño sexual sólo han hecho crecer. Siempre han sido muy fuertes sobre los hombres, lo cual es importante factor de disfunciones sexuales masculinas. Han aumentado también sobre las mujeres, llevando a muchas de ellas a tener problemas y a fingir orgasmos que no existen.
c) Hemos sufrido también presiones enormes en el sentido de la socialización, en especial los jóvenes, particularmente en el trato con el sexo opuesto, lo cual causa timidez. Los niños sufren presiones enormes para ser conformes con los patrones agresivos tenidos como típicos de la virilidad; cuando no lo consiguen, quedan predispuestos al desarrollo homosexual. Las niñas sufren presiones estéticas y de éxito con el sexo opuesto, lo cual también genera condiciones que facilitan la homosexualidad femenina.
d) Posturas de rechazo de la sociedad sobre determinados grupos minoritarios, que dan lugar a frustración, humillación, resentimientos y reacciones emocionales indebidas. Son víctimas los negros, indios, minorías étnicas en general, los divorciados o solteros en determinadas sociedades, homosexuales, etc.
e) Presiones para que se forme parte del patrón-tipo de vida afectiva, con todas las personas casadas, y con parejas complementarias. Prejuicios contra aquellos que deciden vivir en soledad, o, aun siendo casados, que no quieren tener hijos. Las presiones para el matrimonio precoz pueden determinar errores en la elección de pareja, generando dilemas emocionales de importancia en momentos futuros.

Claro que estos pocos ejemplos no cubren toda la gama de cuestiones relativas a los dilemas de la vida emocional y de las disfunciones psíquicas. Forman parte, sin embargo, de los principales ingredientes con que hemos de lidiar en la práctica clínica cotidiana, pues conciernen a la gran mayoría de nuestros pacientes, especialmente aquellos que pueden ser tratados por las técnicas breves de psicoterapia.



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flavio
Flávio Gikovate é um eterno amigo e colaborador do STUM.
Foi médico psicoterapeuta, pioneiro da terapia sexual no Brasil.
Conheça o Instituto de Psicoterapia de São Paulo.
Faleceu em 13 de outubro de 2016, aos 73 anos em SP.

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