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El camino sin retorno

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 21/12/2015 10:16:16


Autor Leandro José Severgnini - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Frente a lo desconocido, el hombre retrocede. Receloso de perder el confort que lo conocido le da, renuncia a toda paz y todo encantamiento que lo nuevo le puede ofrecer. Considera él que es peligroso entrar en campos desconocidos. ¿Por qué correr el riesgo? Mejor quedarse donde uno está, con las comodidades que el conservadurismo le ofrece. Así piensa él…

Ese negarse del hombre a buscar lo nuevo y lo desconocido lo afecta en varios sectores de su existencia y, claro, trae las debidas consecuencias, principalmente la patología llamada normosis, o sea la enfermedad que hace al individuo considerar sano el ser normal. En cuanto a esto Krishnamurti decía que “no puede ser signo de salud estar bien adaptado a una sociedad enferma”. Pero aquí quiero atenerme a un área específica dentro de la individualidad humana, un área que quizá sea la más desconocida entre todas: ¡la propia conciencia, el YO humano!

Es curioso percibir cómo el hombre va guiado por ciertos automatismos. Todo cuanto hace obedece a un riguroso patrón a que él mismo ha dado culto a lo largo de sus encarnaciones, y muchos de esos patrones son puramente instintivos; la disputa por territorios, la búsqueda del puesto más elevado dentro de una determinada condición, la lucha por el poder, etc., todas cuestiones ligadas puramente al ego. Los instintos no satisfechos pueden convertirse en frustraciones y las frustraciones en dolencias; cuando satisfechos, se aquietan por breves períodos para después volver con más fuerza. Con el tiempo el hombre se encontrará en un círculo vicioso, podrá estar enfermo sin saber por qué, estará inmerso en conductas tan estandarizadas que todo aquello que fuese diferente, será mera pérdida de tiempo. Mientras tanto la vida pasa y lo desconocido (Él mismo) continúa vagando por la vida sin siquiera cuestionar: “¿por qué estoy aquí?”

Pero la vida no comete errores – pese a que a veces parece lo contrario, pero no, el Cosmo no se equivoca. Llegará el momento en que el hombre percibirá que todas sus andanzas por la satisfacción del ego en nada le acrecentaron. En ese momento él será capaz de cerrar sus sentidos al mundo exterior y, poco a poco, le será franqueada su visión interior despacito, lo cual puede ser doloroso. Al igual que un recién nacido abre los ojos poco a poco para que la luz no lo ofusque o lastime, despacito el hombre pasará a abrir los ojos al Universo que, hasta entonces, era totalmente desconocido, pero que le dará profundo placer explorar: el Universo Interior.

Ese es un camino sin retorno, el camino de la búsqueda de la plenitud, el camino del reposo en el sí mismo, en su propia eternidad, en aquello que uno siempre ha sido en su interior, pero ha tratado de realizar externamente. De manera inaplazable, ese momento nos llegará a todos, porque no somos hijos de la oscuridad, somos hijos de la luz. Nuestra naturaleza es luz, nuestra naturaleza es amor, y todo lo que fuese diferente a esto, has de saber que no pertenece a tu YO, pertenece únicamente a lo transitorio; y hasta que te libres de ello permanecerás sujeto a la rueda de las insatisfacciones. Relájate, aquiétate y escucha la voz que no habla, pero inspira y eleva.


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