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Allan Kardec: El bienhechor de las almas

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 01/09/2010 14:09:28


por Adriana Aguiar Brotti - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

¿Alguna vez te has preguntado por qué los Espíritus Superiores han confiado a Kardec la gran misión de materializar la promesa de Jesús a través de la codificación de la doctrina espírita? Las comunicaciones del Espíritu de Verdad, recibidas, analizadas, organizadas y explicadas por Kardec formaron las llamadas “Obras Básicas” del Espiritismo y representan verdaderas bendiciones para la humanidad. Cada obra de la doctrina espírita nos ofrece informaciones, verdades y esperanzas que nos capacitan para conquistar un mundo mejor. El nacimiento del Espiritismo por mano de Kardec se verificó en 1857, con el Libro de los Espíritus, obra filosófica que trae los principios de la doctrina, versando sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los espíritus y su relación con los hombres, las leyes morales y la vida futura. En 1861 fue publicado el Libro de los Médiums (trata de la práctica mediúmnica) y en los años siguientes fueron publicados respectivamente, El Evangelio Según el Espiritismo (guía de moral cristiana), El Cielo y el Infierno (versa sobre las penalidades y recompensas futuras, considerando nuestro comportamiento actual) y, por fin, el libro La Génesis, los milagros y las predicciones (aborda el origen planetario, conceptos de milagros y predicciones). A decir verdad, Allan Kardec publicó otras obras espíritas, pero la descripción de la codificación de la doctrina ya nos permite responder a la cuestión inicial. Nuestros pensamientos, sentimientos y actos a lo largo de nuestra existencia son conocidos por el plano espiritual y, por tanto, Allan Kardec, cuyo nombre de bautismo era Hippolyte Léon Denizard Rivail, era reconocido como hombre de grandes virtudes y seriedad de propósitos. Desde la adolescencia, su vocación y aptitudes eran notables y excepcionales. Fue conocedor de varias ciencias y en el período de 1824 a 1849 publicó varias obras dedicadas a la educación. Como Profesor Rivail – así era conocido – sus méritos de educador son incontestables. Fue un hombre que supo compaginar la inteligencia y el amor, sirviendo a todos indistintamente; cumple destacar su pensamiento: “La educación es la obra de mi vida, no faltaré a mi misión, pues pienso comprenderla. Enemigo de todo charlatanismo, no tengo el necio orgullo de creer que la cumplo con perfección, pero al menos tengo la convicción de cumplirla a conciencia”. (Rivail, textos pedagógicos, 1834). Humildad, sabiduría, disciplina, coraje y fe convicta son algunas de las innumerables virtudes divinas del hombre por detrás de la obra. Ocultó su nombre para exaltar la tarea, se dejó guiar por Dios a fin de capacitarse para guiar a los demás, construyó su fe, creyendo en el Divino y haciendo inversión en el ser humano. Ser cristiano convicto es eso: creer en la esencia divina que llevamos en nosotros, ejercitándola y promoviendo el bien. Somos todos hijos de la creación divina. La vida y la obra de Allan Kardec (Prof. Rivail) comprueban que el único poder que transforma y eleva a la humanidad es el amor. Sin amor no hay elevación. Eduquémonos para vivenciarlo, ofreciendo lo mejor de nosotros en todo cuanto hagamos, tal como hizo Kardec.


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