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Aparición

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 09/11/2011 15:11:15


por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Condicionados por la cultura materialista del mundo occidental, creemos en aquello que “vemos”, o sea, en lo que es tangible, concreto, y somos escépticos respecto de aquello que nos transmite inseguridad, duda o incertidumbre en lo referente a su materialidad.

Vivimos en la cultura del creer o no creer, en que la realidad física y sus manifestaciones en el mundo contemporáneo sirven como referencia de “normalidad” dentro del contexto que entendemos como el natural de la vida.

Así, hace siglos hemos establecido lo que es natural en la dinámica de los acontecimientos mundiales, y hemos condicionado nuestra percepción a los cinco sentidos. Por tanto, todo lo que escapa a la percepción común lo denominamos “fenómeno extrasensorial”, que es el campo perceptivo al que asociamos los sucesos de lo sobrenatural.

Culturalmente, dividimos lo que es natural (conocido por el campo perceptivo) y lo que es natural (desconocido por el campo perceptivo). Esa división, al crear un abismo entre ambos niveles de percepción, complica aquello que es naturalmente humano y discrimina todo cuanto escapa al campo perceptivo ligado a la realidad física.

Condicionados para percibir la vida desde el ángulo de la dimensión material, descuidamos o desconocemos el otro lado de nuestra naturaleza, el que denominamos “trascendental”, pero que verdaderamente no es más que una continuidad de aquello que somos en esencia.

Por ello todas las manifestaciones que provienen del “plano sobrenatural” nos causan temor. No hemos aprendido a convivir pacíficamente con nuestra espiritualidad, y nos sentimos incomodados y asombrados con los relatos sobre apariciones de fantasmas o con el hecho de que hay personas que ven espíritus o hablan con ellos.

Sin embargo éstos existen en nuestro campo de percepción, porque ellos y nosotros hemos formado parte de una realidad común: la interdimensional, intrínsecamente ligada a la naturaleza humana constituida por cuerpo físico y espíritu. Si la cultura occidental aceptase con naturalidad la existencia del espíritu y de la reencarnación inserida en el contexto vital, todo sería diferente en relación al conocimiento, que no necesitaría del “test de Santo Tomás, ver para creer”.

Por tanto, faltos de preparación para la transición a que llamamos “muerte”, muchos se sienten angustiados en la vida, porque desconocen lo que significa pasar a otro plano. De la misma forma se sienten cuando pasan al plano material porque el extra-físico deja de ser el suelo en que pisaban con seguridad…

Prendidos a la corteza terrestre por una cuestión de condicionamiento perceptivo y dependencia de las sensaciones que emanan de la dimensión física, muchos espíritus permanecen deambulando entre los vivos en la ilusoria tentativa de coexistir en una fase existencial que para ellos ha terminado.

El apego a las sensaciones de la materia explica por qué los espíritus “disputan” con los encarnados los espacios físicos y demás situaciones que, por figurárseles familiares, les proporcionan la falsa sensación de seguridad y posesión.

Al disputar espacios y situaciones que les benefician, los espíritus no son diferentes de los encarnados, ya que la forma en cómo actúan para conseguir sus objetivos, que varía según la índole de la entidad espiritual, en nada difiere de la del ser vivo dotado de inteligencia y libre albedrío.

El efecto “aparición”, desgraciadamente, representa la actitud del espíritu alienado y apegado a la materia, que se sirve de ciertas situaciones para disputar espacios de convivencia entre los encarnados, aun siendo consciente de que va a asombrar, asustar o traumatizar a los menos preparados para esa convivencia, en que lo natural y lo sobrenatural disputan intereses en común.

Cuando la cultura occidental acepte con naturalidad el ciclo reencarnatorio, un importante paso será dado hacia el autoconocimiento avanzado, lo cual reducirá considerablemente los casos de “apariciones”, pues el ser consciente, desapegado del exceso de valores ligados a la materia y desprendido de la corteza terrestre, ya no encontrará motivos para seguir disputando entre los vivos algo que ya no tiene sentido.


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