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Arriesgarse para prevenir

por Bel Cesar em STUM WORLD
Atualizado em 09/08/2010 11:52:53


Traducción de Teresa - [email protected]

Cierta vez, escuché a un maestro budista decir: Hay dos formas de salir del sufrimiento: una vía inteligencia, otra vía sufrimiento. En general, elegimos la segunda, porque solo cuando el sufrimiento se hace insoportable es cuando nos decidimos a buscar soluciones que nos ayuden a superarlo.

Así como la medicina occidental está más orientada a tratar las dolencias que a prevenirlas, estamos más condicionados a buscar formas de superar el sufrimiento emocional solo cuando sentimos el dolor de haber sobrepasado nuestros límites. O sea, ¿será preciso tocar el límite de nuestro dolor para movilizar nuestras fuerzas a fin de salir de él? ¿Tenemos que sufrir para anhelar algo mejor para nuestra vida?

Desgraciadamente, muchas veces preferimos acomodarnos a arriesgarnos. Así, perdemos las ventanas de oportunidad que la vida nos ofrece. Más tarde, nos arrepentimos cuando notamos las consecuencias de habernos pasado del punto. Entonces, tenemos que hacer un esfuerzo extra para darnos una nueva oportunidad.

Es preciso tener fuerza física, mental y emocional para arriesgarse. En nuestro cuerpo tenemos dos hormonas responsables por producir en nosotros formas distintas de coraje. El cortisol, que nos da la fuerza de defensa, y la DHEA, que nos ayuda a tener coraje de aventurarnos frente a los desafíos.

El psiquiatra Dr. Sergio Klepacz nos aclara que cuando somos jóvenes, los niveles de DHEA suelen ser bastante más elevados que los de cortisol. Cuando envejecemos, por lo regular ocurre lo contrario, nuestra DHEA baja y el cortisol sube. Esto puede explicar el coraje y la falta de temor del joven y la resignación y apocamiento del anciano.
¿Por qué no cuidamos del cuerpo para aprovechar la madurez de la vida adulta mientras tenemos fuerza y coraje?

Es muy interesante saber que la DHEA empieza a ser segregada por la suprarrenal entre los ocho y los diez años de edad, alcanzando su pico entre los veinte y los treinta años. Por cierto, la fase de la vida más apropiada para la reproducción. A partir de entonces, la DHEA empieza a decrecer, alcanzando, a los 80 años, el 20% de su valor máximo.
El problema es que frente al estrés de la vida diaria, el cortisol también tiende a elevarse. Por ello, muchas veces sentimos que gastamos más energía defendiéndonos de la vida que siendo creativos.

Según envejecemos, dejamos cada vez más de correr riesgos innecesarios, pues estamos orientados a encontrar placer en ambientes y relaciones más seguras, en las cuales podemos finalmente relajarnos, descansar.

En principio, nada hay de equivocado en encontrar una zona de confort segura y agradable. Pero el punto es que ésta solo existe durante tiempo limitado. Si no somos nosotros quienes buscamos nuevos desafíos, éstos serán los que lleguen a nosotros...

El confort es bueno, pero no podemos permanecer enviciados en él, pues su realidad es inestable. El maestro budista Trungpa Rinpoche advertía en sus enseñanzas sobre el peligro de usar el confort para escapar de nuestra inquietud en vez de conocerla. Él resaltaba que la verdadera ausencia del miedo no es su supresión, “sino el acto de ir más allá de él, de superarlo”. Para tanto, hemos de conocer nuestras desazones, como el miedo, la ansiedad, el nerviosismo, la preocupación y la inquietud. Pues éstos revelan tanto nuestras falsas percepciones, como nos dan la posibilidad de no seguirlas.

En realidad, incluso cuando la vida está tranquila, tenemos que movilizar nuestro coraje interior.
Pero cuando estamos frente a dilemas mayores se hace imprescindible tener el coraje de arriesgarnos. Así como dijo cierta vez Al Gore: No arriesgar nada es arriesgar todo.

A fin de cuentas, ¿por qué no acomodarnos? Primero, porque no solucionamos la desazón del sufrimiento; segundo, porque de un modo o de otro tenemos que seguir adelante... Entonces, es mejor no acumular frustraciones, ¡y sí superarlas!


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bel
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia.
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