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Autoestima: ¿Eres un buenazo?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 19/03/2012 12:41:32


por Andre Lima - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Cierta vez, atendiendo a una cliente, ésta empezó a relatar cómo se relacionaba con sus familiares y amigos. Si alguien le telefoneaba por necesitar algo, ya fuese apoyo emocional, un favor, o algo financiero, ella estaba siempre pronta a ayudar. A menudo dejaba de dar cuenta de su vida personal y profesional por atender la demanda de otros, llegando a perjudicarse. Siempre atendiendo a todos, para que nadie se sintiese disgustado ni frustrado. Hay varios aspectos que llevan a ese tipo de comportamiento.

Pienso que gran parte de la gente actúa de esa manera con una u otra persona, variando la intensidad del comportamiento, según cada individuo y la fase de la vida que atraviesa. Es muy frecuente que los padres actúen de ese modo con los hijos. También se observa ese comportamiento en parejas, cuando uno es muy exigente e insatisfecho y el otro está siempre intentando agradarlo para mantener bien la relación (lo cual es una ilusión, ya que normalmente ésta se va volviendo más complicada).

Uno de los aspectos que lleva a ese comportamiento es el no soportar ver al otro frustrado. Entonces, siempre que un hijo pide algo, o la pareja o un amigo (creo que esto es más frecuente en las relaciones familiares más cercanas), la persona ya anticipa que, si no providencia aquello, el otro se sentirá frustrado, disgustado e incluso enojado.

Y ¿por qué será tan difícil para ciertas personas soportar la frustración del otro? ¿No sería más fácil simplemente decir que no puede atenderlo, dejar que el otro se las arregle, y sentirse en paz aun así?

Aquí es donde entra el otro aspecto. Miedo al rechazo, a no ser amado. La persona no consigue quedarse en paz si no atiende al otro. Pues aquella frustración, el miedo a que el otro se sienta enojado y disgustado, despierta en el buenazo el temor a ser rechazado, a quedarse solo, a dejar de tener el amor de las personas. Y así se va creando un juego de manipulación.

Es interesante ver qué bien juegan los niños pequeños a ese juego si los adultos lo permiten. Basta con que el niño empiece a llorar. La madre se siente angustiada, culpable, o con pena, y termina cediendo y haciendo algo que sabe que no debería: le da el chupete, cede a la súplica y lleva al crío a la cama de ella, levanta el castigo antes de lo prometido, etc. Racionalmente, la madre hasta puede saber que no está procediendo de la forma más correcta, pero, emocionalmente, se ve llevada a adoptar otras actitudes. El niño, a su vez, percibe que el juego funciona y va a continuar haciendo lo mismo en otras ocasiones, pudiendo llevar ese comportamiento hasta la vida adulta, con los debidos ajustes.

Los adolescentes y adultos juegan de otra manera. En vez del llanto, lo que se oye son manifestaciones de enojo, quejas, insatisfacciones. El buenazo, que no soporta ver a nadie insatisfecho, termina haciendo todo cuanto está a su alcance.

El buenazo, incluso cuando él mismo dice que no espera reconocimiento, en el fondo sí, lo espera. Se siente fácilmente lastimado cuando otros lo frustran no realizando su deseo, no retribuyéndole.

Voy a contar otro caso, por poner un ejemplo. Una cliente contó que tenía una gran amiga. Esa amiga empezó a salir en pareja, pero continuaba llevando e invitando siempre a mi cliente a lo que tenía programado. El novio muchas veces se sentía molesto, porque en ciertas ocasiones le gustaría programar cosas en pareja. Pero la novia decía: “pero Fulana está allí sola, vamos a llamarla…” Esto originaba insatisfacciones en la relación.

Estaba entonces mi cliente contando esa historia, diciendo que esa amiga era muy evolucionada espiritualmente, muy altruista porque procedía de esa forma, que abría mano por los demás, y que eso era muy bonito. Pues bien, continuando el relato, la cliente dijo que, cierta vez, puesto que no se llevaba muy bien con el novio de esa amiga (por detrás de esto hay una razón plausible), no la llamó para cierta celebración, ya que si la llamase el novio vendría con ella. Ya está… la amiga, la que ella consideraba muy evolucionada, espiritualizada y altruista, se enojó mucho y le echó todo en cara: yo hice esto y esto por ti, ahora ya no lo vuelvo a hacer, tú no me das la importancia ni tienes conmigo la consideración que yo tenía hacia ti, y bla, bla, bla…”

Ved ahí el desquite. Cuando nos sacrificamos por los demás, ese tipo de reconvención y frustración es muy frecuente. La amiga sintió más tarde el daño de haber perjudicado su relación. El buenazo normalmente es así, exige compensación, espera retribución, o sea, no es así tan buenazo.

Las personas se sacrifican por otras por pena, por parecerles que el otro no va a estar bien o no será capaz de lidiar con una situación más difícil. Pero el caso es que todo el mundo acaba arreglándoselas. Sería un crecimiento para mi cliente, en aquel momento, estar en soledad y hacerse con nuevas amistades. Y fue lo que acabó haciendo. Fue bueno para todos. Nadie necesitaría sacrificarse por nadie.

Resumiendo la cuestión. El buenazo normalmente tiene la autoestima baja. Tiene miedo a ser rechazado, a quedarse solo, a perder el amor de los demás. La idea de pensar que alguien ya no lo aprecia le causa un sufrimiento horrible. Se siente frustrado por sacrificarse por los demás, pero lo guarda para sí hasta el momento en que percibe que no es retribuido, y entonces es cuando va a cobrarlo. Si se siente considerado como “buena gente”, persona estupenda y evolucionada, esto lo envanece. Normalmente va a desarrollar un apego a esa imagen y todo hará para que los demás no dejen de considerarlo así.

Interesante observar el descubrimiento de la primera cliente que cité en este texto. Al comienzo, ella se creía la buenecita, la víctima, la incomprendida. Después de algunas sesiones pasó a darse cuenta de que era extremadamente carente, de que tenía un miedo enorme a ser abandonada y rechazada, que manipulaba para que los demás necesitasen siempre de ella, que exigía de vuelta mucha retribución y atención. Esto era lo que había por detrás de tanta bondad…

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