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Cómo no ser víctimas de nuestros propios actos irreflexivos

por Bel Cesar em STUM WORLD
Atualizado em 08/04/2020 11:35:07


Traducción de Teresa - [email protected]

¿Quién no conoce los problemas causados por los actos impulsivos? Actuar aun sabiendo que no era momento... hablar a sabiendas de que es mejor quedarse quieto... ¡son pequeños actos que pueden dar origen a grandes problemas!

Cuando seguimos nuestros impulsos sin consultarnos, nos convertimos en rehenes de nuestros propios actos. A pesar de todo, podemos superar las pautas automáticas de comportamiento. Es decir, sentir el impulso y aun así elegir nuestra forma de reaccionar.

El mundo puede presionarnos, pero nosotros podemos auto-liberarnos. Para ello, en principio hemos de conocer cómo funciona nuestra mente ante las situaciones de presión.

Inicialmente, tenemos que aprender a reconocer y dar nombre a las señales físicas y mentales de una actitud impulsiva, para entonces poder dominar nuestras respuestas. Pero no basta dejarlo ahí. Será preciso entrenar innumerables veces esa actitud interna de auto-observación para cultivar la confianza de que vale la pena no ser víctimas de nuestros propios actos irreflexivos.

Frente a una explosión emocional, contar hasta diez antes de reaccionar puede funcionar. Porque cuando estamos muy activados, los impulsos provenientes del centro emocional del cerebro (sistema límbico) son más veloces que los que salen del centro racional, el córtex pre-frontal, capaces de controlar las emociones. ¡Al contar hasta diez le damos ocasión a nuestro cerebro de hacer un circuito neuronal capaz de activar nuestra racionalidad! Con el córtex pre-frontal funcionando nuevamente, volvemos a tener también la empatía hacia los demás. De este modo, ya no queremos agredir, sino entendernos.

No basta contener el impulso agresivo, es preciso procesarlo. Pues si no, podríamos implosionar y sufrir los daños de esta energía no elaborada.

Reflexionar sobre nosotros mismos no quiere decir criticarnos masivamente por lo que hacemos ni tampoco perdonarnos justificando nuestros actos con indulgencia: No he sabido hacerlo mejor. Bien, podemos no haber sabido cómo hacerlo de otro modo. pero la cuestión es: puesto que ahora sí sabemos, ¿queremos de veras cambiar?

Observarse requiere familiaridad con uno mismo para poder ir más allá de la culpa y de la vergüenza. Observarse significa aceptarse frente a la incomodidad, al mismo tiempo en que nos motivamos y nos esforzamos para cultivar una nueva forma de actuar. Cuando asumimos el compromiso con el cambio interior surge el sabor de avanzar más ligeros.

Encararnos frente a frente requiere más entrenamiento que coraje. Es una costumbre que nos convierte en personas más interesantes para nosotros mismos. Cuando evitamos nuestras emociones o nos criticamos continuamente, acabamos por ser una pésima compañía para nosotros mismos. ¿No es así? Hay días en que no soportamos nuestra propia presencia, nuestra propia voz.

No basta auto-controlarnos si no somos capaces de regularnos interiormente. El auto-control sólo engendrará bienestar si desarrollamos una percepción interna capaz de hacernos auto-organizados, tanto a nivel emocional como cognitivo, es decir, a nivel de entendimiento.

El neurocientífico Daniel Siegel, en su libro El Poder de la Visión Mental (Ed. BestSeller), llama visión mental a la capacidad de observarnos. Para él, este es nuestro séptimo sentido; sin visión mental nuestra vida está anestesiada. En este libro Siegel explica de modo sencillo y claro cómo funciona nuestro cerebro para que mantengamos actitudes mentales organizadoras, como la de apertura, observación y objetividad.

Cultivamos la apertura cuando dejamos de lado las expectativas y recibimos las cosas tal como son, en lugar de insistir en que sean como nos gustaría que fuesen. Sin la dictadura del pensamiento rígido y de los prejuicios, conseguimos ver el mundo en sus particularidades, abriéndonos a lo nuevo. Sin embargo, debido a los condicionamientos y a las memorias archivadas en experiencias anteriores, por lo regular no nos dejamos permear por el mundo externo. Sin tal apertura, vivimos la realidad externa como una prolongación de nuestra realidad interna. Es decir, el mundo será agradable o desagradable según nuestro humor del momento.

Es curioso notar cómo tenemos mayor ocasión de percibir el mundo más objetivamente cuando él se queda corto o es excesivo según nuestros deseos y necesidades. ¡Cuando todo parece llegar conforme a nuestros niveles de expectativa no nos paramos a pensar que el mundo no es únicamente lo que pensamos y sentimos sobre él!

Según Daniel Siegel, la habilidad de observar es la capacidad para percibir el yo incluso mientras estamos viviendo un acontecimiento. Ésta nos sitúa en un cuadro de referencias más amplio y expande nuestra perspectiva a cada momento. Al reconocer el ambiente en que nos encontramos, empezamos a salir de la conducta habitual. En otras palabras, si noto los matices en torno a mí, ¡tengo la oportunidad de elegir si quiero interactuar con ellos o no!

De esta forma lograremos adquirir objetividad: ser capaces de pensar y sentir sin dejarnos llevar por la fuerza habitual de estos pensamientos y emociones. Con la objetividad, reconocemos que nuestros pensamientos y sentimientos son como una expresión de nuestro mundo interno, pero no como una verdad absoluta. Con la objetividad logramos discernir entre lo que sentimos y lo que queremos continuar sintiendo. Al cultivar la aptitud de estar conscientes de cómo estamos encaminando nuestra mente, ganamos un nuevo espacio interior. Ya no estamos condenados a sentir unos celos sin control, una ira que nos arrebata o un resentimiento opresor. ¡Salimos de la parálisis interna! ¡Podemos movernos internamente!

En la medida en que pasamos a percibirnos con apertura, observación y objetividad, ganamos más y más espacio interior, que a su vez genera la flexibilidad necesaria para que hagamos nuevas asociaciones. Surgen nuevas ideas, nos volvemos creativos. Vívidos.

Cuánto más espacio interior adquirimos, más inteligentes emocionalmente nos volvemos. Curiosamente, cuánta más visión mental adquirimos sobre nosotros mismos, más habilidad tenemos para percibir a los demás: pues cuando logremos sentir nuestro estado mental, el camino fundamental hacia la resonancia con los demás también estará abierto. ¡Sin resistencia para percibirnos a nosotros mismos y al otro, algo totalmente nuevo puede suceder!


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bel
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia.
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