Cómo protegerse de los predadores urbanos
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 22/10/2013 10:46:22
Traducción de Teresa - [email protected]
Situaciones sin control, juegos de poder, competiciones desmedidas. El deseo ciego de poder y de poseer a toda costa ha sido una de las fórmulas más explosivas y dañinas de nuestra actualidad. Tener dinero, status social y vida buena, aparte de ser el sueño dorado de miles, también constan como una de las mayores causas de denuncias falsas sobre el semejante: abuso de poder, acoso moral y otros. El juego de la mentira es tan solo una de las estrategias creadas para apostar en las conquistas. Todo vale en nombre del poder, en nombre de ir más allá y de vencer. Una carrera nada gloriosa, donde el supuesto vencedor de la difamación, a menudo usada como pasaporte de las victorias sobre el otro, por lo regular es el mayor perdedor.
Y el calumniado, aquel que ha sido denigrado, aquel que ni siquiera tuvo la posibilidad de ser creído, en medio de las falsas acusaciones, o cae en depresión, o piensa en venganza.
Los predadores urbanos quieren triunfar pisoteando al otro, saboteando, mintiendo. Esto lo vemos en directo en el mundo empresarial, donde ya nadie se salva. En las relaciones personales, la cosa se pone más difícil todavía, las de antiguo son las más difíciles de desvendar. Aun cuando uno de los miembros de la pareja entrega fortunas en manos del otro, incluyendo la propia vida, a menudo el supuesto perjudicado ya ni siquiera se apercibe de cuánto ha sido dañado, únicamente sobrevive. Recibí, cierta vez, a una señora cuyo marido había fallecido habiendo dilapidado toda la fortuna legada por su padre, siendo que de hecho nunca había trabajado, sólo disfrutado de las regalías, siempre queriendo más, y según aquella señora, ella siempre acababa cediendo. Después de fallecer su marido, se dio cuenta de que ya no le quedaba prácticamente nada, y lo peor, no podía contar con los hijos porque éstos habían aprendido, con el modelo, a no tener en cuenta a la madre y repetían el ejemplo de su padre, como nuevos predadores.
Demasiado tolerantes, apreciadores del crecimiento de los demás, normalmente aquellos que siempre tienden la mano para el otro crezca son los que suelen ser las víctimas más fáciles de ese tipo de armazón dudosa.
Los escenarios pueden variar, pero el contenido de la trapacería siempre es el mismo: El otro es el puente para que yo alcance lo que deseo y punto; y a menudo la vida del otro es lo que deseo.
En esas situaciones, envidia y codicia son camufladas estratégicamente como camaradería, amistad y buena compañía, herramientas más empleadas por esos tipos de predadores urbanos.
Subir, trepar a las alturas, es el lema. Presta atención, tanto donde estés trabajando e incluso en tu vida personal, observa que estos predadores funcionan como autómatas. Escenas emotivas y amistades son únicamente estrategias automáticas de ese tipo de acciones para toda suerte de conquistas.
Si eres de la banda del otro lado de la moneda, espabila cuando las cuestiones que hemos planteado te salten a los ojos por el exceso. Desconfía y protégete.
Nunca es tarde para decir no y cerrar las puertas cuando percibas que algo no está correcto.
Es mejor ganarse a sí mismo de vuelta, que perderse, por la codicia desenfrenada del otro. Es mejor ser incorruptible cuando te sobreviene la primera percepción de que algo no está correcto y tomarte en serio siendo el mejor amigo de ti mismo.
He atendido a innumerables casos en mi consultorio, de personas que no se escucharon y se dejaron llevar. Después de las pérdidas, se preguntan cómo no vieron lo que estaba pasando o como siquiera vislumbraron lo que podría llegar a pasar. En el proceso terapéutico, por tanto, exactamente todos llegan siempre a la conclusión de que en algún momento percibían que algo no iba bien, pero confiaron demasiado en el otro y menos en sus propias percepciones.
En la terapia, se inaugura en lo opuesto, se abre espacio para la validación de las percepciones, para la validación del alma, de la sensación que siempre percibe todo. Te cuentas a ti mismo aquello que de algún modo ya sabías, y te fortaleces para crear nuevos movimientos y acciones en tu propio beneficio.
