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¿Cuál es tu receta del éxito?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 04/05/2011 11:44:44


por Nelson Sganzerla - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El otro día, hojeando una de esas revistas de cotilleos y cosas así, a la que llamaría “CARAS”, pude leer en uno de los reportajes a una de esas celebridades que vemos en nuestra pequeña pantalla todos los días, dando su receta del éxito.

La chica discurría sobre su desempeño en el día a día:

“Despierto por la mañana a las nueve, hago mi gimnasia con mi entrenador personal, después tomo mi baño de bañera con mis sales hindúes y el agua a la temperatura de 20 grados, pues con esta sequía no podemos descuidar nuestra piel; me doy mis cremas también importadas, a continuación desayuno en el jardín de invierno, no dispenso mis cuajadas con frutas, todas tropicales, tomo dos nueces del Pará leo mis e-mails y solo entonces empiezo mi día”.

Yo diría que con un ritual como ese todas las mañanas cualquiera de nosotros, simples mortales, haríamos una bella receta del éxito… a fin de cuentas, no he visto ninguna referencia en esa receta, del tipo de:

Marido o mujer malhumorados;
Facturas y más facturas encima de la mesa;
Críos aún durmiendo, reacios a salir de la cama;
Retraso para la reunión;
Tráfico infernal;
Coche que hierve;
Rueda que pincha;
Llamadas de clientes, con algún problema para resolver urgentemente;
Producto que no será entregado en el plazo a que nos comprometimos.

Sinceramente, me parece que esas célebres muchachas y señoras viven en un lugar que no es aquí en la Tierra. Quién sabe están en otra dimensión comunicándose con nosotros vía psicografía…
Cuán interesante es ver a las personas lindas y maravillosas tostadas por el sol, leyendo un libro en su sala de lectura, comprobando su agenda en sus portátiles en su despacho en su casa, o incluso tomando un zumo de frutas a la vera de la piscina, observadas por sus servidores.
Me pregunto entonces: ¿será que ese mundo de las revistas existe de veras? Si existe, yo quiero irme para allá con cierta urgencia… Al fin, si la “Passárgada” existe de veras, allá tendré a la mujer que yo quiero en la cama que escogeré.
Allá podré aparcar mi Ferrari en mi antesala con pavimento de mármol carrara, allí puedo sacar fotos en preciosa bata de seda china, y allí también podré recibir a los periodistas y contarles mi receta para el éxito frente a la vida.

La verdad, pido disculpas por las ironías. Creo que las celebridades, la mayoría de las veces, batallan mucho más que nosotros las personas normales, y tienen también un espíritu altruista.
No toméis mis palabras como envidia de quien es pobre de espíritu; pero es que no puedo dejar de manifestarme con ojos críticos sobre los textos de los redactores de esas revistas de cotilleos. Todo parece lindo, todo es azul y maravilloso y todas las “caras” son estampadas con las mismas expresiones más de tedio que de felicidad.

Todos tenemos que tener una receta del éxito, por eso quiero preguntarte: ¿cuál es tu receta del éxito? Observa, no me refiero a ese éxito de las revistas. Este, a decir verdad, es efímero… ese éxito trae soledad, trae desconfianza de todo y de todos cuantos están alrededor, este puede que no nos deje dormir, preocupados por cómo administrar tantos bienes.

Hablo de la receta para el éxito en nuestra vida espiritual, de qué manera estamos dejando nuestro paso por aquí, de qué manera estamos educando a nuestros hijos, cómo estamos relacionándonos con las personas, qué lección de vida vamos a dejar, cómo estamos evolucionando como seres humanos aquí en el planeta Tierra.

No consigo ver receta del éxito en la riqueza material, en la fama o en la notoriedad. Está claro que no soy un hipócrita, es muy bueno ser famoso, debe ser maravilloso tener notoriedad, ser reconocido en los lugares a dónde vamos. Incluso considero que las celebridades que tienen “yuyus” cuando son acosadas por los fanes en las calles deben tener necesidad de buscar urgentemente un terapeuta, pues saber lidiar con la fama y el éxito es un arte para pocos.

Muy importante buena vivienda, dar buena escuela a los hijos, tener el coche del año que huele a nuevecito por dentro, rodar por el mundo sin día ni hora para regresar.
Y creedme de una vez por todas: Dios no nos quiere miserables, Él quiere lo mejor para todos nosotros, pero la mayoría de las veces quien no lo quiere somos nosotros mismos, somos nosotros quienes luchamos contra nuestro bienestar cuando insistimos en arrastrar los rancios de nuestro pasado y las consiguientes agruras que esos resentimientos aportan a nuestro presente y cuando insistimos en vivir exactamente siempre de la misma manera, no permitiéndonos cambios en nuestra vida.

No os asombréis con esa afirmación de que:

Nosotros no queremos nuestro propio bien…

La verdad, esto es lo que creamos en torno a nosotros y eso es lo que materializamos para nuestra vida. Cuando cultivamos pensamientos y sentimientos que actúan en baja vibración y atraemos así a todas las fuerzas contrarias a nuestro buen vivir, atraemos todo tipo de desgracias, miserias e infelicidades y las materializamos en cada recodo de nuestro camino en cada sentimiento de amargura y de odio; adormecemos y despertamos cada día más infelices, cuando pensamos en perjudicar a un compañero de trabajo por la maledicencia, o en nuestras relaciones personales con cualquier tipo de murmuración.

Actuamos de la misma manera que nuestros verdugos, luchamos insaciablemente por el poder que consideramos la gran máquina que mueve el mundo, queremos estar siempre por delante, pero ese poder es de un mundo profano, ese poder es asqueroso, dinero por el dinero, riquezas por las riquezas, sin ningún sentimiento altruista. De esta manera ¿cómo podremos tener paz, cómo podremos transmutar un sentimiento bajo en sentimientos nobles, si siempre actuamos en la oscuridad y a la sombra de nuestra vida?

Hay una receta del éxito para un mundo, que quizá tú aún no conozcas, una receta del éxito de un mundo en donde todo a tu alrededor es amor, es compasión y bondad. Ese mundo no es un mundo irreal, ese mundo existe, ese mundo está repleto de felicidad y desbordando sentimientos nobles.
Tú eres quien tiene que despertar para vislumbrar ese mundo. Eres tú quien está ciego, no es tu vecino, no es tu compañero de trabajo o las personas en general, que no te comprenden. ¡Quién no te comprende eres tú mismo!
Ese mundo está frente a ti, a tu lado, a tu alrededor, por encima, por debajo y por dentro de ti, esperando a que despiertes y logres verlo, y así puedas dejar a otras personas tu verdadera receta del éxito.

Piensa en ello.


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