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¿Cuál será tu religión?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 25/07/2012 09:06:10


por Bernardino Nilton Nascimento - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Aun cuando nos encontremos convictos en nuestra fe, siempre estaremos dispuestos para nuevas experiencias religiosas. Forma parte de la búsqueda del ideal de la vida, forma parte del crecimiento y de la búsqueda de la felicidad. Se suele cambiar de opiniones y de creencias cuando la vida no marcha al compás con los deseos.

Las más de las veces, el tema religión se hace complejo y difícil, gracias a un serio obstáculo llamado fanatismo. Sin embargo, ese fanatismo puede cambiar de lado en cualquier momento, pues, la no satisfacción de los deseos y expectativas podrá resultar en el apego a otra filosofía, convirtiéndola en el mejor de los mundos.
Aun a sabiendas de que hubo y hay muchas religiones no monoteístas, asocio el concepto de religión a la idea de un sistema centrado en un Dios que actúa auxiliado por fuerzas sobrenaturales. Es natural considerar la creencia en un solo Dios el punto de referencia para la comprensión de todas las otras religiones. De ese modo, se hace dudoso emplear el término religión para filosofías espirituales en las cuales, como en el budismo, taoísmo, confucionismo, entre otras, no existen divinidades. Lo que también puede observarse es que los sistemas dictatoriales contemporáneos, aun no denominándose fenómenos religiosos, psicológicamente hablando merecen tal designación.

No existe palabra que descifre la religión como un fenómeno humano general. Así, cuando empleamos ese término, establecemos automáticamente una asociación a un tipo específico de credo, remitiendo siempre a una idea de un Dios mayor.

Entonces, cualquier filosofía de pensamiento y acción seguida por un grupo, y capaz de conferir al ser humano una línea de orientación, se convertirá, naturalmente, en objeto de devoción. No existe, a decir verdad, cualquier cultura del pasado, y parece que no existirá en el futuro. Hemos de tener la conciencia de la existencia no de un solo Dios, sino de un solo amor. Todos, ante el universo, somos solamente uno, al igual que un pez es solo un pez, aunque haya varias especies. Somos seres humanos. Somos, en verdad, fruto de una sola placenta, de una sola energía. Con este punto de vista, en el futuro, cuando todos hagan brotar su amor al prójimo, ya no habrá necesidad de religiones, pues todos ya serán la propia religión. Siendo la felicidad proclamada y deseada al prójimo, ya no existirá la atadura a una sola palabra con diversas interpretaciones.

El amor es la verdadera religión. No tiene prejuicios, miedos o lujos. Es el único verdadero camino hacia la felicidad. Nadie ha llegado a la cumbre de la espiritualidad sin amor. Él conduce a ser honrado con uno mismo y con el prójimo, eleva la espiritualidad y permite alcanzar la iluminación.

Hemos venido a este mundo con la energía del amor y, accidentalmente, llegamos al fin de nuestros días tan materialistas. Conscientes de nosotros mismos, comprendemos nuestra impotencia y limitaciones. Percibimos nuestro propio fin, la muerte. Materialistas, nunca nos sentiremos libres para seguir el bien o el mal de nuestra propia vida. No nos libraremos de nuestros pensamientos aunque ese sea nuestro deseo, y no nos libraremos de nuestro cuerpo mientras vivamos, pues él nos obliga a desear la vida.

La razón, nuestro mayor privilegio es, al mismo tiempo, nuestro máximo castigo. Nos obliga a preocuparnos siempre por la solución en discusiones a menudo insolubles. Nuestra existencia difiere de la de todos los otros organismos, y por eso el estado de desequilibrio es constante e inevitable para todos cuantos se consideran dueños de la verdad. La consecuencia es un estado de conflicto constante.

El humano es el único ser que experimenta descontento, que se siente expulsado del Paraíso. Solo para él la vida es un problema, que ha de resolver a toda costa. Él no puede regresar a la fase pre-humana, de armonía con la naturaleza. Él continúa desarrollando su razón hasta poder dominar su propia naturaleza y a sí mismo.

La emergencia ha creado, dentro de cada uno de nosotros, un camino y dos salidas, el bien y el mal, que nos obliga a buscar constantemente nuevas soluciones, y entonces, volvemos a buscar nuevos caminos en viejas y nuevas religiones.

Perdido el Paraíso, la unidad con la naturaleza, el ser humano se ha convertido en un eterno peregrino, obligado a progresar siempre, y a conocer lo desconocido. Lo que debe hacer, en verdad, es procurar explicarse a sí mismo y comprender el sentido de su vida. Debe intentar resolver esa disociación interior, eliminando ese tormento que es la búsqueda de realizar el deseo de ser absoluto. Debe buscar una nueva armonía, que pueda superar la maldición que le ha separado de la naturaleza, de sus semejantes y de sí mismo.

BNN


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