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De las pajas del pesebre para tu corazón

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 21/12/2008 10:41:47


Traducción de Teresa - [email protected]

por Wilson Francisco - [email protected]

Una sola vez en la vida he podido compartir una fiesta genuina de Navidad, con Papá Noel y todo lo demás a que se tiene derecho. En casa, con mis padres no había esa costumbre. Fue en Iacanga, interior de São Paulo, una ciudad muy sencilla, donde viví esa extraordinaria experiencia y otra más, la de convivir con personas de la más alta estirpe, que llevo guardadas en mi corazón hasta hoy.

Qué magia, ver ese símbolo que envuelve el imaginario infantil y de muchos adultos también. Ciertamente, es la presencia de Jesús, ese maestro incomparable, lo que irradia esa energía haciendo que en Navidad todo adquiera un brillo especial.
Y es especial, sí, porque esa época marca la aparición en la Tierra de una promesa de paz y amor que ha trascendido los siglos. Más que eso, puede ser siempre el prenuncio de un nuevo tiempo. Esto, cada criatura es quien lo decide en su corazón.

¡Ah! ¿Tú estás triste, el fardo de la vida terrena está pesando en tus hombros? Pues bien, con la presencia del Espíritu de Navidad, puedes desalojar de tu universo esa sombra y abrir tu corazón, aprovecha esa oportunidad. Concédete ese derecho, el de buscar la felicidad. ¿Dónde está ella? Vaya, en una infinidad de cosas, puede estar en la sonrisa de un niño, que recibe de tus manos un simple cariño, una muñeca. Puede estar también en la mirada, antes apagada, de un anciano, que recibe de ti un abrazo y oídos atentos para saber de él historias de su juventud.

La Navidad de 1975 yo la pasé en un hospital de enfermos del Mal de Hansen, localizado en la región de Itu – Hospital Dr. Francisco Ribeiro Arantes. Encontré allí a Reginaldo, un eximio pianista, a Marita, una cantante lírica de rara calidad y al Tío Jacó, un maestro de mucha categoría. Todos tenían sus cuerpos aherrojados por la enfermedad. Tío Jacó y Marita, ciegos y Reginaldo, apenas con una de sus manos sana. Hicimos fiesta, toda la tarde y noche de navidad, con mucha música, conversación y alegría. En un dado momento, Marita me dijo, Wilson, esta canción te la dedico especialmente a ti. Y como un pájaro se puso a cantar La Canción del Amor Indiano. Me sentí emocionado, porque nada le había dicho a ella sobre mi pasado. Yo había formado parte de una Coral Espírita, en la zona norte de São Paulo, y la canción que más me gustaba cantar, era esa. Fue realmente una noche de navidad, con el nacimiento de una amistad que ha perdurado largos años, y que se mantiene pulsando en mi corazón hasta hoy.

Mientras evoco estas cosas, me viene al pensamiento la imagen de esas madres que perdieron a sus hijos, principalmente esas que fueron molestadas por hombres con taras hediondas.
Como es posible, en un mundo tan bueno, tan lleno de oportunidades para vivir y vivir bien, que aún existan criaturas con semejante insania.

Es por eso, por esas criaturas y por esas madres que Jesús nació en la Tierra, trayendo de las pajas del pesebre el mensaje de que el mundo es un rincón bueno, que hay posibilidades de vivir y ser feliz. Tal vez falte un poco, un poquito de amor, de comprensión. Quién sabe, tú que insistes en retener el odio en tu corazón, puedas, bajo la inspiración de la Navidad, tomar la iniciativa de liberar el amor que existe en tu alma. Tú, que odias, que eres violento, también has venido del seno divino, has sido creado por Dios.

Navidad, parece una palabra mágica, que enternece y encanta. Hay palabras que son como perlas, enriquecen a quien las pronuncia. Observa, una criaturita diciendo por primera vez mamá, papá. Qué encanto. Tú también puedes, haz un esfuerzo, desata el nudo que domina tu voz y ten el coraje de pedir perdón y de perdonar, inspirado por el Espíritu navideño.

Observa a ese viejecito que va por la calle, con las piernas inseguras, el pecho jadeante. Él es el abuelo de algún niño, él es una fuente de historias y actitudes que se realizaron hace algunos años. Hoy, puede que no sea más que un viejo que atraviesa la calle, que recoge papel, que come las comidas de la basura. Pero puede haber sido un hombre bien apuesto, que creó una familia, que amó y fue amado. ¿Quién sabe de dónde vino y hacia dónde va? Misterio.

La vida es un misterio. No siempre se puede saber qué destino está reservado para ese o aquél. Somos parte de una comitiva, realizando una jornada de aprendizaje. Provenientes de Dios, buscamos espacio en ese Universo para desarrollar talentos y cualidades, para conquistas materiales y esenciales.

Eh, tú, que pasas apresurado por el mundo. Para en esa tienda, mira el brillo de la mirada de aquel niño que tiene su cara pegada al escaparate, soñando con regalos, bollos y dulces. Dona un poco de tu tiempo para la felicidad. Para la felicidad de él y principalmente para la tuya. Porque, cuando tú haces el Bien a otro, el mayor beneficiario eres tú mismo.

Albert Einstein cuenta una experiencia interesante que sirve para este momento; estaba en un jardín, y dos niños jugaban. En un dado momento uno de ellos fue hasta una hoguera casi extinguida y con dos palitos recogió una brasa todavía incandescente y le dijo al otro: quiero que lleves esta brasa para otro lugar. El otro niño observó y se quedó pensando.

Einstein, observador, también se quedó mirando, esperando a ver qué haría el niño con aquella situación que se presentaba como una posibilidad de dolor, de sufrimiento. Eran amigos y decir que no a un amigo, a una persona querida, es difícil.

Entonces, para sorpresa del científico, el otro niño tomó en la hoguera un poco de ceniza ya fresquita, colocó cierta cantidad en la palma de la mano y le dijo cariñosamente al amigo: vamos, coloca la brasa aquí en mi mano; y siguieron los dos por el camino. La brasa, protegida por la ceniza, no quemaba la mano del amigo. Es eso, tal vez estemos necesitados de esa inteligencia y amistad, para poder protegernos de lo punzante de la vida.

Sabes, a veces amigos, otras personas, o incluso los acontecimientos de la vida exigen y determinan situaciones de sufrimiento en nuestra vida; en otras, nosotros mismos nos apuñalamos con actitudes insensatas, pero habrá siempre en la hoguera de nuestros dolores un poco de ceniza fresca, que colocada en nuestra alma, nos permitirá acarrear nuestros sueños y proyectos sin sufrimiento. Y la Navidad puede ser esa ceniza y esa oportunidad para que tú realices tu encuentro con la paz y con la felicidad.


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