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¿Dios existe?

por Acid em STUM WORLD
Atualizado em 27/09/2009 10:16:51


Traducción de Teresa - [email protected]

El texto que sigue tiene como propuesta motivar al lector para iniciarse en un estudio que, si desarrollado de modo satisfactorio, habrá de aportarle revelaciones que podrán modificar profundamente y de modo positivo (así lo esperamos), su visión de la realidad.

¿Qué harías si, por alguna razón, de repente pasases a tener la seguridad absoluta de que Dios es realmente responsable por tu existencia, estando Él consciente de cada respiración?
Ciertamente esta cuestión no se adecua a algunos, pero cada vez más personas tienden a pensar que tal idea no es más que una mera posibilidad.

No obstante, la respuesta a la pregunta que da título al presente texto es: sí. El estudio de los metafísicos orientales y occidentales no deberían dar lugar a dudas; sin embargo, nos deparamos con las tantas dificultades características del período de decadencia en la civilización por que actualmente pasamos. Siendo así, muchos incluso se asombran cuando se dice que el Ser Divino puede ser percibido, aunque no pueda ser conocido (y mucha confusión, incluso, se hace entre estos dos puntos).

Como estamos en occidente, cuyos cimientos se encuentran en el cristianismo, volveremos los ojos hacia el trabajo de uno de sus mayores exponentes, con la intención de demostrar una de las tantas soluciones para el problema: Santo Tomás de Aquino. Pero antes entreguémonos un poco a las palabras de Chesterton, una de las mentes más brillantes del siglo pasado:

“Al igual que se puede considerar a San Francisco como el prototipo de los aspectos romanescos y emotivos de la vida, así Santo Tomás es el prototipo de su aspecto racional, motivo por el cual, en muchos aspectos, estos dos santos se completan. Una de las paradojas de la historia es que cada generación es convertida por el santo que se encuentra más en contradicción con ella. Y, al igual que San Francisco se dirigía al siglo XIX prosaico, Santo Tomás tiene un mensaje especial que se dirige a nuestra generación, un tanto inclinada a descreer del valor de la razón”.
Pues bien, por presentar ciertas reservas (que no nos corresponde desarrollar aquí) en analizar la cuestión sobre la existencia de Dios apriorísticamente (como hizo San Anselmo en su Argumento Ontológico), Tomás partió para un análisis a posteriori, o sea, a partir de sus efectos, los cuales pueden ser observados en el mundo sensible (que comprende aquello que captan nuestros sentidos), teniendo por base la filosofía aristotélica y platónica. Surgieron entonces las Cinco Vías para llegar racionalmente a la existencia de Dios. El tema ya ha sido tratado aquí en este Sitio Web, pero su repercusión (y en solamente 7 comentarios) parece indicarnos algunas dificultades. Siendo así, por sugerencia de mi amigo Acid, he decidido invertir en la tentativa de hacerlo algo más accesible, con un lenguaje simplificado que incluye la inserción de algunos ejemplos, aparte de las conclusiones presentadas en un trabajo de Mário Ferreira dos Santos (quizá el mayor filósofo que haya nacido en nuestro país) debidamente referenciado al final del texto, objetivo que espero haber alcanzado.

Sin más trámite, pasemos al estudio de las vías para el conocimiento de lo Supremo.

1ª Vía: el movimiento

Podemos dividir esta vía en dos partes:

La primera nos hace percibir que todas las cosas se mueven, y esto se verifica porque son movidas por un motor. Imaginemos una red ahuecada tras una falta bien sacada por el mejor cobrador de tu equipo de fútbol. La red recibe el movimiento del balón, que a su vez recibe el movimiento y la capacidad de balancear la red, de los pies del jugador.
Los pies son entonces los responsables por la ejecución de todos los movimientos de la pequeña serie presentada: por el movimiento de la pelota y a continuación, de la red. Vemos asimismo que el balón, a su vez, actúa en el movimiento de la red. Pero notemos que ésta, como todos los anteriores, no posee la capacidad de moverse por sí. Para ello habría de tener la capacidad de ser, al mismo tiempo, motor y móvil bajo un mismo aspecto, lo cual es absurdo (tomemos el balón como ejemplo: éste tendría que ser capaz de promover por sí mismo su movimiento en dirección a la red, y al mismo tiempo no ser capaz, para poder recibir este mismo movimiento a partir del reposo).

Pasemos entonces a la segunda parte. La red ha sido movida por el balón, que ha recibido su movimiento a través del pie, que se ha movido por la voluntad del jugador, y así sucesivamente. Pero es necesario que esta serie encuentre un final. Pero ¿por qué razón? Sin éste no habría movimiento, ya que el de cada uno de los miembros de la serie depende de uno anterior. Tenemos entonces que concebir, necesariamente, un motor inmóvil. ¿Y qué posee tal certeza? Algo que tenga una actividad que se extienda a todas las cosas que mueven y son movidas, a lo cual estén todas subordinadas, y que sea acto puro (ya que está inmóvil, pero tiene la capacidad de ser motor), lo cual incluye sus implicaciones, como la inmutabilidad y la eternidad, que nos remite a la perfección plena: Dios.

2ª Vía: las causas eficientes

El razonamiento a desarrollar aquí es bastante parecido con el anterior, y el mismo ejemplo puede ponerse. Partimos de la serie de causas “pies del jugador – balón – red”: el gol ha sido causado por el movimiento del balón, y éste, a su vez, es efecto del saque del jugador. No es difícil percibir que la red no podría ahuecarse sola, al igual que el balón no podría ser la causa de su propio movimiento, y lo mismo con los pies y así sucesivamente. Nos vemos entonces ante la necesidad de una causa eficiente primera, sin la cual no podría haber efecto alguno, pues estaríamos deparándonos con infinitas causas sin un operador. Esta causa primera tendría que ser su propia actividad, y, por tanto, no causada, estando todas las demás causas a ella subordinadas. Hemos llegado nuevamente a Dios.

3ª Vía: la contingencia

De todas las cosas que podemos constatar en el universo, ninguna de ellas se abstiene de un potencial previo para su inexistencia. Piense el lector que él jamás podría haber existido. Del mismo modo el computador frente a él, e igualmente el propio planeta en que vive, el sol que contempla en el ocaso, etc. Todas estas cosas, incluso, un día no existieron, y más adelante dejarán de existir (limitémonos aquí al campo de la materia). Ellas son contingentes. Ahora bien, sabiendo que había una potencia para la inexistencia de las mismas, concluimos fácilmente que no pueden haber existido siempre. Y ¿qué había antes de que llegasen a existir? ¿Dónde residiría este potencial para su existencia? En un ser necesario, que haya existido siempre, causa de la existencia de todos los demás seres, y causa del ser en todas las cosas porque ahí se hace presente (omnipresencia). ¿Quién será?4ª Vía: los grados de perfección

En esta vía, Santo Tomás se refiere específicamente a las perfecciones puras, o sea, las que no poseen límite o imperfección en su concepto formal; y en medio de éstas, las denominadas ‘trascendentales’, o sea, que están en todas las cosas. Como ejemplo, tenemos la nobleza, la verdad y la bondad. Estas perfecciones solo pueden partir de algo que las encierra en su máxima perfección (en palabras de Santo Tomás: “lo máximo en cualquier género es la causa de todo cuanto en aquel género existe, y así, el fuego, que tiene el máximo calor, es la causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles”), y es la causa de éstas, a diferentes niveles, en los seres contingentes: nuestro Creador.

5ª Vía: la finalidad o gobierno del mundo

En esta última, Santo Tomás nos llama la atención hacia las cosas que, incluso desprovistas de conocimiento, actúan con finalidades específicas (observemos, por ejemplo, la interacción entre los astros, que promueve el equilibro en nuestro sistema solar; los seres que sirven de base a la cadena alimentaria, etc.). Pero claro, si no conocen, no pueden pensar en un fin y así proceder en el sentido de alcanzarlo sino por la presencia de alguien que conozca y encamine el movimiento. Ese debe conocer infinitamente, ser distinto del mundo, providente e inmaterial, o sea, es Dios.

Según observamos, no solo nos es posible comprobar racionalmente la existencia del Ser Supremo – lo cual nos conduce a un esquema de realidad (la Verdad), jerárquico, que independe de nuestros pensamientos y acciones – sino además conocer algunos de sus atributos. A partir de éstos podemos percibir, entre otras cosas, que el Omnipresente está mucho más allá que el comprender nuestras limitaciones, lo cual, contrariamente a lo que puedan algunos llegar a pensar, no anula el hecho de que tengamos a quien rendir cuentas al final de nuestra jornada.

El desarrollo de este estudio tiende además a llamarnos la atención hacia la elección más importante de nuestra vida: si queremos servir solamente al mundo (y entregarnos a los deseos, ambiciones, etc.), o a nuestro Creador. La primera opción tiende a inserirnos en un círculo vicioso (según nos demuestra Boecio en su magnífica obra “El Consuelo de la Filosofía”), mientras que la segunda, por más que implique en una buena dosis de disciplina y resignación, nos brinda un estado de éxtasis en la eternidad y, en algunos casos ya en el transcurso de la vida terrena, siendo incontestablemente la más compensadora.

Por Solius

Referencia:
Filosofía (Revista) nº 18. Ed. Escala Educacional, São Paulo, 2009;
G.K. Chesterton: Santo Tomás de Aquino – Biografía. LTr, São Paulo, 2003;
Mário Ferreira dos Santos: El Hombre ante lo Infinito. Logos, São Paulo, 1963;

MONTFORT: Existencia de Dios;
Veritatis: Pruebas de la existencia de Dios


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acid
Acid é uma pessoa legal e escreve o Blog www.saindodamatrix.com.br
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