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Doctor, yo oigo voces! – Parte 3

por Mauro Kwitko em STUM WORLD
Atualizado em 07/03/2006 14:24:15


Traducción de Teresa - [email protected]

Inicié mi vida de terapeuta como médico alópata, especializado en Pediatría, más tarde hice cursos de formación en Homeopatía y en Terapia Floral, y me convertí en psicoterapeuta. Y aunque fuese simpatizante de la doctrina espírita y trabajase desde hacía varios años como médium en Centros Espíritas, no me daba cuenta de que estaba ejerciendo una psicoterapia contraria a mis creencias.

Yo conversaba con mis pacientes sobre su vida, su personalidad, sus interacciones con otras personas, sus conflictos, sus dificultades, y lo más lejos que íbamos en las conversaciones era hasta su infancia. Como cualquier otro psicoterapeuta, suponía encontrar allí el origen de sus síntomas. En las consultas, la amargura, la ira, la baja autoestima, los miedos, etc., tenían que venir de la relación con la madre o con el padre, todo tenía que venir de ahí -- ¿de donde habría de venir, sino de la infancia? Todo aparentemente encontraba explicación en las interacciones de aquella época. La causa de las fobias y del pánico era más difícil de encontrar, pero escarbando, siempre parecía que las encontrábamos.
Y así yo iba tratando a mis pacientes, siendo un reencarnacionista en mi Centro Espírita y un no-reencarnacionista en mi consultorio. Y no notaba que estaba siendo contradictorio. Yo no me preguntaba: ¿y la Reencarnación? ¿Y antes de la infancia? Pero eso comenzó a cambiar cuando hice un curso de Terapia de Regresión; comencé a realizar regresiones y pasé entonces a escuchar relatos y más relatos de encarnaciones pasadas de las personas a las que hacía regresión estando conscientes. Mientras no trabajaba con la regresión, ir solamente hasta la infancia del paciente nunca me pareció una limitación; a final de cuentas, ¿no es eso lo que hacen los psicoterapeutas? Analizar la infancia, entender la “formación de la personalidad” del paciente, buscar el origen de la amargura, de la ira, de la sensación de inferioridad, de los miedos, etc., allá en el inicio de su vida, esto es lo normal, es así como trabajan todos.
La Psicología oficial, en todas sus líneas, afirma que nuestra vida comienza en la fecundación, que nosotros formamos nuestra personalidad en la infancia, lo cual quiere decir que antes de eso no había nada, nosotros no existíamos, comenzamos a existir en esta vida. Y trata las cosas de ese modo por ser una estructura oficial, institucional, heredera de las ideas no-reencarnacionistas de las Iglesias dominantes aquí en Occidente, como he explicado en la Parte 2. No fue Dios, no fue algún Ser superior el que dictó que la Reencarnación no existe, fueron los hombres, y esos hombres no imaginaban cuánto esa decisión equivocada suya habría de influenciar a los siguientes siglos, en la Religión, en la Ciencia y también en la Psicología.

También la Medicina del cuerpo físico, la Alopatía, es heredera de esa decisión, pues sólo aquello que es visible puede existir… Esas son las “verdades” de hoy; los médicos y los psicólogos ni siquiera imaginan que creen y practican esa Medicina y esa Psicología debido a aquella decisión. ¡Cómo una simple decisión de unos pocos hombres consigue atrasar tanto la evolución de la humanidad!
Hoy tenemos una Medicina que no consigue realmente curar, apenas paliar, pues considera que las enfermedades comienzan en nuestro cuerpo físico y deben ser curadas en él, cuando, en verdad, ellas comienzan en nuestros pensamientos y sentimientos, y ¡esos son los que deben ser tratados y curados!

Tenemos una Psicología que lidia con un “inicio” en la infancia, y un equívoco, que es la formación de la personalidad, cuando en verdad nosotros somos un Ser (Espíritu) retornando a la Tierra, trayendo nuestra personalidad desde las encarnaciones pasadas (Personalidad Congénita); y tenemos una Psiquiatría que considera que la enfermedad está en el cerebro y debe ser tratada con medicamentos químicos, cuando la enfermedad mental es inmaterial y es causada o fuertemente influenciada por resonancias de nuestras encarnaciones pasadas, y por influencias negativas de seres desencarnados (obsesores) .

Cuando comencé a realizar regresiones en mis pacientes, lo que más me impresionó no fue escuchar sus historias en cuerpos de otro sexo, otra nacionalidad, otro color, otra clase social, etc., pues eso ya sabía yo que era así. Ya sabía que encarnamos como hombre, mujer, blanco, negro, rico, pobre, brasileño, americano, judío, árabe, etc., dependiendo de la necesidad evolutiva espiritual que tenemos en el momento. Lo que me dejó admirado es que, independientemente de esos factores relativos a su “cáscara”, las personas a las que hacía regresión referían una manera de ser, de pensar, de sentir, parecidísima, encarnación tras encarnación, ¡como todavía hoy! O sea, una persona autoritaria, agresiva, era así en sus encarnaciones pasadas; alguien tímido, medroso, se veía así, allá atrás; un paciente amargado, con sentimientos de rechazo y abandono se veía de esa manera en sus encarnaciones pasadas; alguien deprimido ya era deprimido hace siglos, y eso no aparecía en algún que otro paciente, eso se demostraba siempre, ¡en todas las sesiones de regresión!

He oído, y oigo, historias de personas que están desde hace centenas o miles de años reencarnando para mejorar esas características negativas, con un resultado muy pequeño, repitiendo siempre el mismo modelo, y que, hoy día, ¡son todavía extremadamente parecidos a como eran! Nosotros reencarnamos para mejorar nuestras tendencias inferiores; pero si evaluamos cuánto hemos conseguido mejorar esto, en nosotros, en la actual encarnación, podremos hacer una proyección semejante para nuestras últimas ocho o diez encarnaciones.
En ese momento empecé a sorprenderme por la “sorpresa” que me causaba ese “descubrimiento”, pues si soy Espírita y creo en que somos un Ser inmortal que solamente cambia la “cáscara” de una encarnación para otra, ¿lo obvio no es, entonces, que se mantengan nuestras características de personalidad de una vida terrena para otra? A esa personalidad que es nuestra, que nos viene acompañando encarnación tras encarnación, la he denominado Personalidad Congénita, y ahí comenzó a estructurarse la Escuela de Psicoterapia Reencarnacionista. Más tarde encontré ese término en “Obreros de la Vida Eterna”, de André Luiz, psicografiado por Chico Xavier, en una palestra del Dr. Barcelos, psiquiatra desencarnado, en Nosso Lar (Nuestro Hogar), cuando dice:“…Tenemos que divulgar en el mundo el concepto moralizador de la personalidad congénita, en proceso de mejoría gradual, esparciendo enunciados nuevos que atraviesen la zona de razonamientos falibles del hombre y le penetren el corazón, restaurándole la esperanza en el eterno futuro y revigorizándole el ser en sus bases esenciales. Las nociones reencarnacionistas renovarán el paisaje de la vida en la corteza de la Tierra, confiriendo a la criatura no solamente las armas con que debe hacer guerra a sus propios estados inferiores, sino que también le han de proveer del remedio eficiente y salutífero… Falta a nuestros compañeros de Humanidad el conocimiento de la transitoriedad del cuerpo físico y el de la eternidad de la vida, del débito contraído y del rescate necesario, en experiencias y recapitulaciones diversas… Faltan a las teorías de Sigmund Freud y sus continuadores la noción de los principios reencarnacionistas y el conocimiento de la verdadera localización de los disturbios nerviosos, cuyo inicio muy raramente se verifica en el campo biológico vulgar, sino que tiene lugar casi invariablemente en el cuerpo periespiritual preexistente, portador de serias perturbaciones congénitas, en virtud de las deficiencias de naturaleza moral, cultivadas con desvariado apego, por el reencarnante, en las existencias transcurridas.”

La evolución espiritual del ser humano es lenta porque, a cada encarnación, tenemos la sensación ilusoria de que estamos viviendo una “vida” y de que todo lo que tenemos de inferior, en nuestra personalidad y sentimientos, nos fue creado en la infancia por los “villanos”. Mejor dicho, deberíamos cambiar el término “vida” por el de “travesía”, “nacimiento” por “llegada” y “muerte” por “subida”, que son términos más reales. Y, entonces, una de las finalidades de la Escuela de Psicoterapia Reencarnacionista es auxiliar a las personas a recordar que somos Espíritus eternos, pasando una vez más por aquí; que esta “vida” es apenas una travesía más, que bajamos del Plano Astral y, un día, subiremos allá nuevamente. Y después continuaremos a bajar y subir, bajar y subir, bajar y subir, hasta que quedemos puros.
El pilar básico sobre el cual se fundamenta la nueva Psicología, reencarnacionista, es la Personalidad Congénita, y el trabajo principal del psicoterapeuta reencarnacionista es auxiliar a su paciente a recordarse de la búsqueda de la evolución espiritual, de la purificación. Debe ayudarlo a aprovechar esta actual travesía, a hacer una relectura de su infancia a partir de los principios reencarnacionistas, a entender por qué nos reencontramos con seres con los cuales mantenemos conflictos desde encarnaciones pasadas, por qué necesitamos pasar por situaciones aparentemente negativas, desagradables (la Ley del Retorno, etc.).

Estos descubrimientos y constataciones son lo que pretendo transmitir, y espero sinceramente que mis reflexiones sobre el conflicto entre nuestro Yo Real (la Esencia) y las ilusiones de nuestro Yo Temporal (la Personalidad terrena), ayuden a las personas a encontrarse consigo mismas y a que asuman con más confianza y determinación el objetivo final de todos nosotros: la evolución espiritual (purificación). Nada de eso es novedad para los espíritas y para todos los que creen en la reencarnación, pero ahora estas cuestiones están siendo colocadas en la Psicología.

La Psicoterapia Reencarnacionista, la nueva Psicología basada en la reencarnación, ha venido para ayudar a que nos libertemos de las ilusiones y de las fantasías terrenas y nos apeguemos firmemente a los aspectos realmente absolutos y eternos de nuestro Camino. A su tiempo, esa visión reencarnacionista ayudará a la Psicología oficial a libertarse de sus amarras y los psicólogos y los psiquiatras que creen en la reencarnación ya no necesitarán atenerse a una visión que analiza la vida de sus pacientes solamente a partir de la infancia, pues esa nueva Escuela ahí está, accesible a quienes se interesen, los cursos están abiertos, he escrito libros, realizado palestras y ahora es una cuestión de tiempo. En breve tendremos dos Psicologías: una que lidia con esta vida apenas, para los profesionales que no creen en la reencarnación, para ser utilizada en personas que tampoco lidian con eso; y otra que lidia con la vida eterna, que es la Psicología Reencarnacionista, basada en la reencarnación, para quien cree en ella. Es una cuestión de coherencia.


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clubestum Mauro Kwitko é médico auto-licenciado do Conselho de Medicina para poder dedicar-se livremente ao seu trabalho como psicoterapeuta reencarnacionista. Em 1996, começou a elaborar e divulgar a Psicoterapia Reencarnacionista. É fundador e presidente da ABPR. Ministra Cursos de Formação em Psicoterapia Reencarnacionista e Regressão Terapêutica há muitos anos, tendo formado centenas de psicoterapeutas reencarnacionistas.

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