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El consumo de drogas

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 18/07/2013 12:07:29


por Mauro Kwitko - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El mayor desafío del Espíritu encarnado es evolucionar espiritualmente en el mundo terreno. El obstáculo para ello es el olvido de nuestra naturaleza espiritual y de cuál es nuestra Casa verdadera: el Mundo Espiritual.

Quienes se reencarnan recordando esto o con una sensación de que este es un lugar donde estamos de paso, cuyo objetivo es un aprendizaje que nos conduzca a un mayor grado evolutivo, tienen tendencia a valorar más las cuestiones sociales y espirituales y menos las materiales, pues de dentro de sí viene un mensaje sutil de que la vida tiene un significado, que estar vivo tiene una finalidad, que no puede ser únicamente despertar, pasar el día y dormir, ir pasando el tiempo, hacerse viejo y un día morir.

En el Mundo Espiritual revelamos nuestras superioridades; aquí, en el Plano terreno, nuestras inferioridades. Y esa es la principal finalidad de la encarnación: ir gradualmente eliminándolas y reencontrando nuestra Pureza original, la que teníamos cuando Dios nos creó y nos colocó en este planeta, a fin de aprender lo que es el Mundo Inferior para, un día, volver a Él, reencontrarnos en Él y poder, entonces, desaparecer.

Cuando llegamos aquí, teníamos la pureza del reino mineral y, poco a poco, hemos ido experimentando la vida contemplativa del reino vegetal; más tarde, la vida de sentimientos primitivos del reino animal, para llegar a la vida elaborada de los sentimientos humanos. Elaborada, pero no superior, pues por la adquisición del pensamiento y de la capacidad de realización, el ser humano ha ido olvidándose a sí mismo y convirtiéndose en lo que ha autodenominado “el ser más evolucionado de la Creación”, un título que nos hemos dado a nosotros mismos. ¿Lo seremos de veras? Muchos lo cuestionan y les gustaría escuchar la opinión de un cuarzo, de una rosa y de un delfín.

La sociedad humana siempre se ha caracterizado por aquello que podemos denominar “normal”. En cada época siempre ha existido lo normal, lo establecido, el “así son las cosas”, y hoy día sigue siendo así. Hablo de ciertos hábitos y costumbres humanas normales, establecidas, como por ejemplo: ingerir bebidas alcohólicas y ponerse alegre, mareado o realmente ebrio, fumar tabaco y convertirse en una chimenea de humo auto-embutido, matar a los hermanos animales para comer sus cadáveres, ya no crudos, sino fritos, asados o cocidos, bien sazonados para quitar el sabor y con bastante colorante rojo para disimular el color gris oscuro de la podredumbre, anhelar bienes materiales, títulos y posesiones, olvidando que, al morir, volveremos a Casa sin la compañía de tales cosas, y otras muchas actitudes y posturas habituales, todas provenientes de una sola cosa: el olvido de quiénes somos y de lo que estamos haciendo aquí.

Debemos percibir que lo normal, lo establecido, el “así son las cosas”, las más de las veces es algo creado por lo más inferior que hay en la raza humana, en su fase aún adolescente espiritual, y que debemos buscar dentro de nosotros, en el fondo de nuestro corazón, en las profundidades de nuestra Esencia, lo que nuestro Yo Superior anhela, lo que nuestros Mentores Espirituales esperan de nosotros, lo que Dios, desde hace cientos de miles de años, espera pacientemente que hagamos para poder continuar en ese Camino de vuelta a lo Uno con menos desvíos, menos sufrimientos, menos enfermedades, menos traumas.

Los Espíritus aún inmaduros tienden a contemplar este mundo como “la vida” y, como sólo muy raramente miran al cielo, se pasan toda la vida mirándose los pies y eso crea la ilusión de que las cosas son así porque son; y siendo ellos, en gran parte, incapaces de diferenciarlas en dos grupos, las que pueden elevar sus dones espirituales y las que tienden a mantenerlos en el mismo lugar, se convierten en coadyuvantes activos o pasivos del mero mantenimiento de las cosas “normales” establecidas y el “así son las cosas”. Cierto sector de los políticos, de los formadores de opinión y de los millonarios pertenece a ese grupo y están perfectamente adaptados al sistema de vida vigente, pues se sienten, literalmente, en casa. Consumen drogas porque les gusta.

Los Espíritus más maduros no tienen una atracción real por las cosas, por cómo son éstas, y por lo regular tienden a adoptar dos tipos de conducta: una adaptativa, participando simuladamente de las cosas, y otra de fuga, renegando y buscando algo que difícilmente encontrarán de esa manera. Ambos grupos, los que buscan una adaptación y participan en la vida “normal” y los que quieren huir de eso, sienten que necesitan rutas alternativas de sobrevivencia y tienden a buscarlas en las drogas (lícitas e ilícitas). Consumen drogas porque lo necesitan.

Como, entre las cosas llamadas “normales”, el ingerir bebidas alcohólicas y el fumar tabaco están aceptados como “eso hace daño, pero se puede…”, el consumo de esas dos drogas, las peores, las que estadísticamente más hacen enfermar, más matan, más perjuicios sociales y familiares causan, es universal y diseminado, pese a las cobardes e hipócritas advertencias de los gobiernos, constituidos en su mayoría por personas que también son usuarias o que “no quieren molestarse por eso…” Si hubiese un mínimo de seriedad en esa preocupación por nuestra salud y nuestra integridad, como pregonan las advertencias en los anuncios de tales drogas, dichas advertencias no ocuparían una parcela ínfima de su espacio, en torno al 5% en el anuncio de tabaco, y la advertencia “Si vas a conducir, no bebas” no sería grabada por el locutor, en el estudio de grabación, justo al final, ocupando un espacio de tiempo entre uno y dos segundos… Debería ser así: “Queremos solicitar a quienes van a ingerir bebidas alcohólicas, que no conduzcan después de consumirlas, pues ese consumo, aunque no sea más que en pequeña cantidad, altera los sentidos, disminuye los reflejos, y ello puede provocar un accidente al conducir un vehículo, y como probablemente todos tienen una familia que les espera para comer o para cenar, padres, esposa o marido, e hijos, pedimos encarecidamente, en su nombre, que si van a conducir, no beban. Sé consciente, piensa en ti, piensa en ellos y trata de reducir ese hábito, para que, en el menor espacio de tiempo posible consigas abandonar esa costumbre que tanto te perjudica. Pedimos a Dios que te bendiga y vele por ti”.¿Utopía? Esa palabra creada por Tomás Moro, en el siglo XVI, tiene el significado de una civilización ideal, un mundo posible en el futuro, un lugar donde existiría una sociedad perfecta, la idea de un futuro generalmente opuesta a lo que se observa en el mundo, un modo súper optimista de ver las cosas tal como nos gustaría que fuesen. Yo soy un utópico ¿quién me acompaña? ¿Qué debemos hacer para que lleguemos realmente a tener un mundo mejor? ¿Qué tipo de sociedad queremos? ¿Qué estamos legando a nuestros hijos y nietos, y a nosotros mismos, cuando nos reencarnemos? ¿A quién seguimos: a Dios o a la Sombra?

Recibe el abrazo de un utópico para otro utópico y también para quien ha olvidado la maravilla de ser un soñador.


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