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El Destino de cada paso

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 28/05/2013 14:44:43


por Helena Gerenstadt - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

¿Alguna vez has trabajado en un gran proyecto o tarea, en casa, en el trabajo o el esparcimiento, un proyecto que te haya absorbido por entero y que siempre estaba en tu mente, algo que era tu vida, tu realización personal y la razón para levantarte cada mañana? Cuando el proyecto se hubo concretado, y el objetivo alcanzado, ¿te sentiste vacío o insatisfecho? ¿Te has quedado preguntándote con desánimo: era esto, era sólo esto?
Durante los esfuerzos emprendidos, el objetivo era realizar la tarea, alcanzar la meta, de cuya consecución esperabas obtener la absorbente sensación de alivio y conquista.
En vez de eso, te has sentido defraudado, desilusionado y engañado. Y entonces te has preguntado si valió la pena gastar tanto tiempo y esfuerzo.
¿Qué es lo que salió mal?
Es posible que estemos confundiendo la jornada con el destino, los esfuerzos con el resultado culminante, el proceso con el producto final. Al dar demasiada importancia al objetivo, tendemos a olvidar y a dejar pasar desapercibida la importancia intrínseca de la jornada. Como resultado, nos preguntamos si el éxito es una gran ilusión, y la meta un premio quimérico.
Con qué frecuencia decimos “cuando consiga este cargo seré feliz”, o “cuando termine mi formación académica…” o quizá “cuando tenga la casa de mis sueños…”
Al obtener la promoción, recibir el diploma o construir la casa, ¿quedamos satisfechos? ¡Probablemente no!
La preocupación por el destino nos hace menospreciar el valor de la andadura y su capacidad de perfeccionar nuestro carácter. La andadura es muy importante, pues en ella es donde se alcanza la victoria y se consigue o pierde la felicidad. En la búsqueda del oro es cuando se encuentran las pepitas de la recompensa.
¿Qué hay en la cumbre de una montaña que no pueda encontrarse en el valle, que no pueda encontrarse a cada paso en la jornada? Recordamos un aforismo: “No conquistamos una montaña. Permanecemos algunos instantes en la cumbre; entonces, el viento borra nuestras huellas”. Si la conquista de la cumbre es transitoria, algo que pasa, deberá haber gran valor en la caminata o ascensión a la cumbre. El final es solamente una pequeña parte de una pieza musical, el epílogo tan sólo una fracción de un libro, el destino solamente un paso del camino.

Un antiguo proverbio chino dice: “Una jornada de mil kilómetros empieza con un único paso”. La jornada comienza con el primer paso, y el primer paso es todo paso del camino. Es corriente dejar de caminar cuando el destino es todo lo que buscamos y el objetivo parece demasiado lejano. La andadura comienza, progresa y termina con cada pequeño paso. No fracasamos; antes bien dejamos de intentarlo, cuando no tenemos nada por lo que luchar, si no es por un objetivo lejano, casi invisible.
La preocupación por el fin nos hace olvidar la excitación, el desafío y la importancia del primer paso, de la primera duda, del primer descubrimiento. Es la excitación de la posibilidad lo que estimula el espíritu humano, y es encendida por la fuerza de la marcha. No podemos proseguir si no hemos empezado.
“Soy un idealista”, escribe el poeta Carl Sandburg, “No sé a dónde me dirijo, pero estoy caminando”. A veces basta con que caminemos, aunque el camino no esté muy claro. La expectativa y la excitación del progreso nos mantienen caminando, pero hace falta una chispa para encender la llama. En palabras del filósofo krishnamurti: “El primer paso es el único paso”. El ex Secretario General de las Naciones Unidas Dag Hammarskjold escribió cierta vez: “La jornada más larga es la que hace para dentro de sí aquel que eligió su destino, que empezó a buscar la fuente de su ser”. La jornada – cualquier jornada, cualquier proyecto – es una jornada hacia la toma de conciencia del Ser, y está repleta de asechanzas, obstáculos y resistencia. La búsqueda de auto-valoración y auto-comprensión es dolorosa pero necesaria. Forma parte del proceso de convertirnos en una personalidad integrada, total.
Cada proyecto, cada proceso, cada esfuerzo es un paso hacia el interior – un salto a las profundidades de la personalidad individual, un hilo más, entrelazado en el tejido de un ser humano. Cuando termina una particular jornada, en esa misma medida, conocemos más sobre nuestras posibilidades y limitaciones, nuestras capacidades e incapacidades, y estamos ansiosos para avanzar más con ímpetu, ansiosos por conocer más.
El finado Peter Boardman, destacado alpinista británico, en su libro La Montaña Resplandeciente (The Shining Mountain), escribió: “Las fronteras de hoy no son las de tierras prometidas, de precipicios aún no atravesados y de misteriosos valles más allá. Solamente el Ser interior del alpinista continúa sin mapa”.
La jornada es una tentativa de escalar del espíritu del montañista, de ascender a la cumbre del conocimiento interior, y esa puede ser una jornada solitaria. Por lo regular, las gentes son insensibles e intolerantes para con aquellos que se internan por un camino diferente del de la multitud, que recorren un camino que se aleja de la carretera común. La pregunta que normalmente se hacen es: “¿A dónde llevará este camino? Parece que a ninguna parte”. Lo que no perciben es que cada paso está llevando a algún lugar, cada movimiento forma parte de “llegar allá”. Iniciada la jornada, la meta es ir resueltamente adelante.
Como el protagonista del romance de Herman Hesse, la mayoría de nosotros llega a comprender que la jornada nunca tiene fin; que caminar es vivir, es un modo de vida. La jornada es un proceso de tornarse – no una única acometida a un único objetivo o a una única montaña. Aunque la jornada nunca termine realmente, a veces nos lleva de vuelta al punto de partida, con una nueva consciencia o una comprensión más profunda, haciéndonos “conocer por primera vez el lugar”. Jamás conquistamos la cumbre de una montaña. Jamás conquistamos el Yo Interior. Lo buscamos de nuevo cada día, en cada paso de la andadura.
Mañana habrá una nueva cumbre, un nuevo despeñadero, una nueva jornada. Y el nuevo objetivo puede ser un poco más arduo de alcanzar, estar un poco más alejado, ser un poco menos accesible. Pero el verdadero buscador sabe que, alcanzado el objetivo, la jornada continúa. Cada punto de llegada es un punto de partida para un nuevo viaje. Cada capítulo terminado indica un nuevo capítulo o un nuevo libro que comenzar. No podemos quedar satisfechos con el destino únicamente. No podemos reposar para siempre en los laureles de aquel gran proyecto concretizado.Nada de eso, empero, denota que los objetivos y destinos sean triviales. La cumbre es una de las razones para escalar una montaña. Ella nos proporciona una nueva visión, una nueva perspectiva. Si nuestro objetivo no es la cumbre, no progresaremos mucho en nuestro andar. El destino es la culminación de la aventura, el pináculo del triunfo, el paso final de la andadura (y a veces el más difícil). Pero no tenemos que sentirnos vacíos, defraudados o desilusionados cuando damos fin a nuestro proyecto o jornada actual – no si hemos trabajado arduamente durante el camino y hemos aprendido las lecciones que en él se contenían.
El destino podrá revelarse suave, la conquista cristalina y el espíritu del montañista sentirse victorioso si comprende el propósito de la jornada y el propósito del destino. Forma parte de la recompensa de haber llegado tan lejos.
Podemos escalar la montaña y mirar por sobre el abismo con cierta satisfacción. Podemos ocuparnos en reflexionar y determinar el curso del nuevo capítulo, porque el objetivo ha sido alcanzado a cada paso, y sabemos que el camino tendrá nuevo inicio.


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