El "Sanfoneiro" (Quien toca el acordeón)
por Izabel Telles em STUM WORLDAtualizado em 12/09/2005 17:41:35
Traducido por Melissa Park - [email protected]
Escuchar historias:
Una poderosa arma para sustituir los pensamientos negativos.
Este texto es para que usted lo grave y escuche mientras dirige su carro. Escuchando esta grabación durante 7 días seguidos podrá iniciar un proceso de reeducación de su mente.
Obsérvese en este momento.
Recorra mentalmente todo su cuerpo y perciba con que fuerza usted asegura la dirección de este carro. Mírese en el espejo del carro y vea en su rostro la tensión expresada en las marcas fuertes dibujadas en su frente.
Sienta sus muslos tensos y sus pies contraídos apoyados en el acelerador, en el freno o en el embrague.
Respire profundamente y suelte todo su cuerpo.
Respire una vez más y sonría.
Imagine que sus pulmones se abren y cierran como un acordeón colorido. Imagine que este acordeón se abre y cierra en las manos de un artista bien humorado y alegre que sonríe para usted. Respire y expanda los pulmones lateralmente hasta que ellos atraviesen la calle y toquen en los árboles imaginarios que están a los lados de las calzadas. Imagine sus pulmones entrando en la copa de estos árboles, recibiendo una gran cantidad de oxigeno y expandiendo este oxigeno por todo su cuerpo expulsando el sofoco y la opresión.
Repita la respiración e imagine que este músico feliz y bien humorado toca para usted una canción de optimismo y alegría llevando para sus oídos una música suave y poderosa que abre todo su canal auditivo limpiando las células, aumentando millares de veces su capacidad de escuchar lo bello, lo positivo, la perfección.
Imagine esta música entrando por sus oídos, penetrando su cerebro emocional, llevando para él la música que él precisa escuchar para calmarse, para modificar las imágenes de miedo, soledad, abandono, hambre, nerviosismo, prisa, desespero, culpa...
Respire una vez más e imagine que sus pulmones continúan abriendo y cerrándose al ritmo de esta acordeón y que su cuerpo comienza a ser leve, leve, leve...
Imagine ahora que el músico está sentado a su lado dentro de su carro y que él comienza a tocar bajito mientras le cuenta lo que vio durante sus viajes por el Universo.
Respire, respire una vez más y oiga un capítulo de las historias de este músico:
Él comienza a contar sobre una experiencia que tuvo hace millares de años cuando un día despertó y percibió que estaba sentado en un jardín florido, al lado de una fuente de agua cristalina. Cuando el músico abrió los ojos, vio delante de él a un ángel enorme. Aquella visión no era de un ángel, era mayor que un ángel, un arcángel... si, tal vez un arcángel alto, muy alto, con grande alas protectoras.
El músico refregó las manos por sus ojos y preguntó:
- Que es lo que este ángel tan grande quiere de mí?
El ángel respondió:
- Quiero mostrarte una plantación de diamantes.
- Una plantación de diamantes? Donde queda eso?
El ángel mostró con su gran ala derecha el camino de la mina y el músico salió corriendo en la dirección propuesta por el ángel.
Entró por un camino y al comienzo sintió miedo, porque el camino parecía cerrado y misterioso.
Pero el ángel estaba allá. Tenía el ala izquierda sobre los hombros del músico y su mirar era de tal fuerza y calma que el músico nada temió. Apresuró sus pasos en dirección a la mina de diamantes.
Guiado por el ángel alto y dulce, el músico pasó primero por un jardín de orquídeas amarillas y tal fue su impacto con tanta belleza que él paró y se sumergió en el jardín sintiéndose anestesiado por tanta belleza. Le dijo al ángel:
- Quiero quedarme aquí!
El ángel calmamente le convidó a seguir el viaje.
Él miró las orquídeas amarillas y le costó mucho dar nuevamente el primer paso. Pero terminó reanudándolo con los vista mirando atrás.
Caminó, caminó y después de mucho ya cansado de mirar para atrás, volteó su cabeza para el frente y vio un mar de tulipanes rojos. Casi perdió el aliento. Soltándose rápidamente del ala del ángel que tenía sobre sus hombros y se sumergió en aquel mar de maravillas, gritándole al ángel:
- Quiero quedarme aquí!!!!!!!!!!!!
El ángel moviendo dulcemente la cabeza de un lado al otro como hacen los amigos de verdad cuando quieren hacernos ver que aún no debemos parar.
El músico intentó negociar. Pidió, imploró, se arrodilló frente al ángel, pero nada sirvió. Contrariado, manteniendo la vista atrás, trató de andar para el frente.
Y ellos anduvieron mucho. Mucho en verdad. Hasta que el músico se cansó de mirar para atrás. Entonces él giró el cuello y al frente, allá estaba la mina de diamantes. No era una mina cualquiera. Un bastión de amores-perfectos cuyos pétalos no tenían color ninguno. Eran puntos luminosos de todos los tamaños. Eran diamantes!!! Verdaderos, puros, intensos, valiosos!
El músico quedó extasiado, respiró profundamente, miró al ángel y preguntó:
- Y que hago ahora?
El ángel se sentó, recogió sus alas para los lados, respiró una vez más y dijo con la calma que los ángeles siempre tienen:
- Recoja!
El músico preguntó girando los ojos trescientos sesenta grados:
- Todo!
El ángel respondió con su paciencia angelical:
- Los que quepan en sus bolsillos.
El músico abrió los bolsillos y comenzó su colecta rápidamente, llenando hasta el último centímetro de cada bolsillo con diamantes de todos los tamaños.
Y quedó tan pesado, pero tan pesado, que no consiguió dar ni un paso. Miró entonces al ángel y le preguntó:
- Como hago para andar?
El ángel respondió sonriendo:
- Practique la medida justa. Ni más, ni menos de lo que puede cargar. Así verá que puede caminar levemente llevando en los bolsillos diamantes suficientes para toda la caminata.
Y el músico aprendió una lección más...
