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El verdadero espíritu de la Navidad: Generosidad y Amor

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 02/01/2014 10:08:13


​Traducción de Teresa - [email protected]

Es Navidad y en la gran magia que envuelve esta época del año, se despierta dentro de algunos un potencial de solidaridad y compasión, surgen las campañas contra el hambre y la miseria humana, renace dentro de nosotros la esperanza en la humanidad y en su generosidad.

Muchas familias pasan juntas esa noche, las personas se perdonan mutuamente, se deshacen desentendimientos, se comparte la emoción y la alegría que envuelve la historia del niño Jesús y la leyenda del buen viejecito, todo gira en torno al amor. Es el aval de que necesitaban algunas personas para demostrar su cariño y su gratitud a los que quieren bien.

La figura de JESÚS simboliza la capacidad humana de ser humilde, generoso, de amar, compartir, de preocuparse por el otro y principalmente de respetar a los demás, con independencia de su clase social, o incluso de las propias creencias.

De forma general, hemos sido educados dentro de una concepción filosófico-religiosa donde hemos aprendido a valorar al generoso, a aquel que ofrece toda su disponibilidad y bienes al otro, sin pedir nada a cambio.
Sólo podemos ofrecer lo que tenemos, la generosidad es una capacidad emocional que está relacionada con el desprendimiento y la autoestima.

Cuando ofreces algo a alguien esperando algo a cambio, esto en verdad se llama inversión, y por lo tanto, tú no estás dando nada; cuando ofreces algo y cobras el pago, esto es una venta y, de ese modo, el otro tiene derecho a saber lo que está comprando y cuál es el precio del producto para decidir si lo quiere o no.

Las relaciones afectivas de todo tipo, sean familiares, amorosas, sexuales, fraternas o cualesquiera otras, tienen como base el compartir afectos, pensamientos, emociones, respeto mutuo y, por lo tanto, no se trata de inversiones en el sentido que he puesto antes, ni de una venta. Es como la chica que gasta todo su sueldo en un lindo regalo para su acompañante y en la noche de Navidad él llega con una cajita de bombones y se siente culpable por haber sido tan mezquino. A decir verdad, ninguno de los dos estaba satisfecho y seguro de la propia actitud, ella esperaba algo más sustancioso, al menos más cercano al esfuerzo que hizo para agradarlo, mientras que debería, a decir verdad, reevaluar su modo de sentirse digna de ser amada. Esta ecuación: tengo que ofrecer mucho para que la gente se dé cuenta de lo estupenda que soy, y obviamente para ser recompensada, son viejas compañeras conscientes o inconscientes de aquellos que se tienen por demasiado generosos para este mundo cruel y mezquino que no reconoce su grandeza y generosidad. Lo cierto es que el centro de esta cuestión es una autoestima muy baja, una dificultad para percibir la propia valía.

¿Cómo es posible eso en una sociedad capitalista y competitiva como la nuestra? ¿Cómo ser buenos sin sentirnos bobos o ser tiránicos?
Aprendimos con nuestro desarrollo personal que toda relación contiene en sí algún tipo de intercambio; buscamos ser aceptados en nuestra forma de estar en el mundo, ser comprendidos en nuestros motivos y, principalmente, buscamos ser felices.

Ser BUENO es diferente de ser BOBO, como también querer ser listillo también es diferente de ser generoso.

Y ¿cuál es la diferencia entre esas cosas?

El diferencial está en la capacidad de percibirse y aceptarse, de ser auténtico en sus actitudes, respetándose a sí y al otro. El bobo es aquel que en verdad no sabe de qué es capaz y, por tanto, no consigue percibir de qué es capaz el otro; precisamente por no tener real conocimiento de la propia naturaleza (humana), se coloca en una posición de total desprotección, haciéndose vulnerable. El listillo es aquel que está siempre intentando ‘sacar tajada’ de todo, pero siempre vestido de chico bueno; es producto de la comprensión equivocada de la palabra generosidad. Y, finalmente, el bueno es aquel que sabe que no es bueno ni malo y al mismo tiempo es simplemente la ‘conjugación’ de esas dos fuerzas que existen dentro de nosotros, que procuramos, mediante nuestra madurez emocional, aprender a mantener en equilibrio para relacionarnos de forma armoniosa y feliz.

El adviento de la generosidad es algo más grande que el poder económico. Podemos ser generosos sin necesariamente tener dinero, podemos ofrecer gratuitamente amor, atención, solidaridad y principalmente respeto, aprendiendo a mirar a las personas de nuestro entorno como seres humanos, no sólo viendo sus defectos, sino sus cualidades y potenciales personales.

Deseo a todos una Navidad generosamente fraterna y feliz.


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