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ENTRE VIRTUDES Y DEFECTOS - Parte I

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 08/09/2015 09:25:53


por Maísa Intelisano - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Dios, o la fuerza superior creadora, ha creado todo cuanto existe: el universo, la naturaleza, la humanidad. Dios, o la causa primera de todas las cosas, que es la perfección y el amor absolutos, no crearía nada imperfecto o para el mal. Entonces, todo lo que Dios ha creado lo ha creado para el bien, inclusive el ser humano. Esto significa que el ser humano, de naturaleza divina, fue creado potencialmente bueno, virtuoso, o sea, todos los seres humanos poseen latentes en sí todas las virtudes necesarias para su progreso espiritual, para su verdadera felicidad.

Por tanto, desarrollar las virtudes es, en verdad, lo mismo que desarrollar su propia naturaleza, evolucionar espiritualmente para alcanzar la felicidad que el ser humano tanto desea. El desarrollo de las virtudes es una necesidad intrínseca de todo ser humano. Incluso inconscientemente el ser humano desea ser virtuoso, busca el cultivo de las virtudes, instintivamente.

Pero, si es así tan natural, ¿por qué parece siempre tan difícil cultivar, desarrollar, ejercitar las virtudes? ¿Será que somos defectuosos? ¿Somos débiles? ¿Estamos sin la protección de Dios? ¿Somos incapaces?

¡No! Tal como hemos visto, Dios nada ha creado para la imperfección, por tanto tenemos, todos, todo lo que necesitamos para ser perfectos. Ocurre que durante mucho tiempo, por una cuestión de sobrevivencia, el hombre ha estado obligado a preocuparse únicamente con el mundo material y las necesidades físicas.

Así, su atención estaba completamente puesta en la búsqueda de alimento, abrigo, defensa, vivienda, etc. Con eso, no le quedaba tiempo ni espacio para preocuparse de las cosas espirituales, pues las materiales le tomaban toda su atención y sus energías. Hasta sus prácticas religiosas estaban vueltas hacia sus necesidades materiales básicas: obtener una buena cosecha, alcanzar protección contra las enfermedades, tener ventaja contra los enemigos, agradecer las buenas cosechas o las batallas ganadas, etc.

Esto ha sido necesario durante algún tiempo para su aprendizaje en el planeta. Era preciso que él percibiese las cosas antes desde el punto de vista material, concreto, más cercano a su realidad tangible, para poder más tarde abstraerse para entenderlas desde la perspectiva espiritual. Era únicamente una etapa más que vencer en su andadura evolutiva. En esa inmensa lucha por la supervivencia, las virtudes acabaron por ser confundidas con cualidades más prácticas del mundo material, como la fuerza física, la habilidad para la lucha corporal, la capacidad para estrategias de guerra, el valor para la caza, etc.

Así, con las virtudes distorsionadas por la visión exclusivamente material, el ser humano acabó por crear un mundo de disputas, competición y, consiguientemente, de traición, desconfianza y venganza, donde la ley mayor era la ley del más fuerte, del ojo por ojo, del juego del poder, de las posesiones materiales, etc.

Sin embargo, con el tiempo, el hombre empieza a tener mayor entendimiento y alcanza una percepción instintiva de las cosas espirituales. Es su naturaleza latente para el bien, que está llamando más fuerte. Y el hombre ha pasado a no satisfacerse ya con sólo las cosas materiales. Esa insatisfacción empezó a crearle culpa, arrepentimiento, desazón, malestar consciencial, incomodidad moral, pues el hombre empezó a percibir que había desarrollado defectos, defectos que lo hacían demasiado imperfecto ante Dios.

Comienza, entonces, la lucha interior del hombre contra sí mismo, la lucha moral, el conflicto consciencial del hombre viejo contra el hombre nuevo. Esa es la batalla más ardua de todo ser humano, pues no tiene tregua, se produce las 24 horas del día, sin disimulos, sin posibilidad de escapar, pues tarde o temprano todos estamos obligados a encararnos frente a frente.

Es en ese contexto donde surgen, entonces, la Religión y la Filosofía, como tentativas de encontrar alivio para el malestar interior del hombre y para el conflicto que se instaló en su conciencia.

En todas las Religiones vamos a encontrar referencias a las virtudes. Todos reconocen el valor y la necesidad de cultivar las virtudes como cualidades de las personas de bien, como cualidades que deben cultivar aquellos que quieren convertirse en personas de bien.


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