Ética es estar a la altura de aquello que nos sucede
por Izabel Telles em STUM WORLDAtualizado em 21/11/2009 20:21:14
Traducción de Teresa - [email protected]
Hoy bajé del Metro en la estación Parque, aquí en Lisboa. Es una estación maravillosa en la cual los más inspirados arquitectos han decidido reflejar algo de la mística y sabiduría de todo el planeta. No me canso de admirar las esculturas, los paisajes, los símbolos impresos en los azulejos pintados... de azul, con toda la sabiduría de este país en el arte de trabajar con este material. Herencia de los moros, creo yo en mi inmensa ignorancia.
Siempre leo la frase que hoy he puesto como título y cada vez que la leo me parece todavía más genial. Claro que se me ha olvidado apuntar el autor de tal maravilla, pero prometo que un día lo apuntaré y lo enviaré a todos vosotros por el Web.
Pero lo que importa en esta frase es todo cuanto contiene de verdadero. Pienso en ella y en los bellacos que defraudan a las instituciones que han sido creadas para dar al pueblo una vida mejor. Y al ver a algunos de ellos tras las rejas es cuando sentimos el efecto de esta frase.
Estoy fuera de Brasil desde hace casi un mes y después de pasar 10 divinos días en las Azores (lo cual recomiendo a todos) estoy aquí en Lisboa para atender a mis clientes/amigos con quienes aprendo siempre acerca de la vida.
Hace un frío agradable. De aquellos que entran por los poros y ventilan el alma.
Estamos todos llenos de abrigos y gabanes, encogidos e intentando retener el calorcillo que nuestra usina interna va generando a cada momento.
Pero no tengo frío en el corazón. Mi corazón está contento porque cada día que pasa aprendo más y más con la soledad y con los desafíos que hay que enfrentar estando en una tierra donde no se tiene partida de nacimiento.
Y en esta lección de no pertenecer es donde me viene la lección de la no permanencia de la vida y que nuestro único puerto seguro está de veras dentro de nosotros.
He venido haciendo todas las mañanas un ejercicio de imágenes mentales en el cual coloco una escalera en un jardín (y aquí hay muchos) ligando la tierra al cielo. Subo la escalera y entro en los campos del Señor y me arrojo en sus brazos deseando oír sus buenos días. Conversamos allí durante algunos segundos. A veces Él me tira amorosamente de la oreja o alisa mis cabellos y me da consejos siempre tan sabios y tan buenos. Le pido que me cuente algo sobre mis hijos y mi nieto que tanto amo. Él vuelve su mirada bondadosa en dirección a Brasil y dice:
- Ellos están bien... confía en aquello que les has enseñado.
Pregunto sobre mis amigos favoritos y los ojos cariñosos del Señor se vuelven un poquito más hacia el Sur, o hacia el Norte, al Este o al Oeste y va dándome noticias sobre ellos. Y yo me siento confortada y acompañada. Contenta y confortada por poder hablar con Dios todos los días. Y saber que Él es mi Padrecito bueno y amigo y que nunca estaré sola.
Hoy, cuando subí toda la escalera, entré en las tierras de mi Padrecito y Él estaba sentado a la orilla de un gran lago de aguas azules.
Me dio un amplio abrazo y derramó sobre mí el agua que salía de una concha de oro.
Le pregunté si era para que yo me sintiese rebautizada. Él dijo:
- Renovada.
Y yo agradecí a mi Amigo por permitir que, en mi imaginación yo sea renovada cada día para mi eterno comenzar de nuevo.
Si deseas hacer este ejercicio hazlo todas las mañanas. Verás que tienes un Maestro que vive dentro de sus campos floridos.
Este Maestro conoce muchas cosas. Infinitas. Por encima de todo aquello que conocemos. Y Él sabe, como nadie, cómo transmitirnos estas cosas.
Con amor y con ética.
Tengo saudades de Brasil. Tengo saudades de nuestros campos floridos. Tengo saudades de vosotros.
Un abrazo inmenso
