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¿Existen las casualidades?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 07/05/2011 11:08:37


por Anderson Coutinho - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

No hay casualidades en la vida.
A menudo nos sorprendemos con algún acontecimiento, situación, ventura, descubrimiento, regalo, encuentro, reencuentro u oportunidad, de un modo tan perfecto y conectado, que enseguida decimos:”Pero ¡qué casualidad!”
Sin embargo la casualidad no existe, y las coincidencias no son más que las “disculpas” de que se valen los escépticos para justificar lo que no consiguen explicar con los limitados recursos de una razón irracional.
Todas las situaciones por que pasamos, desde las más simples hasta las más complejas, son cuidadosamente planificadas en el mundo invisible, muchas veces por una necesidad nuestra, que quizá aún ni siquiera sepamos conscientemente que exista – pese a que nuestro subconsciente ya lo sabe. Y eso es así, aunque insistamos en creer que no.

A cada elección que hacemos, o a cada explosión atómica de pensamiento que enviamos al cosmos, vibra en nosotros una fuerza increíblemente gigantesca, que es enviada hacia el Universo, el cual responde atendiendo a los deseos subconscientes que nuestro ser manifiesta, a menudo sin que siquiera lo sepamos.
Y si el pensamiento es fuerza, ¡nuestros actos también lo son!
He aquí que entonces el Universo conspira para que recibamos exactamente aquello que más necesitamos, ya sea una mudanza, un empleo nuevo, nuevos vecinos, aquel leve accidente de tráfico, una decepción amorosa, la partida de alguien que amamos o la sutil llegada de alguien que nos inspira. Nuestras necesidades entonces son atendidas con todo amor, y con frecuencia ni siquiera percibimos que lo invisible nos abraza.
Y una de las más evidentes “respuestas” del Universo a nuestras necesidades o carencias, deseos o aspiraciones (inconscientes o no), es la llegada de personas a nuestra vida, cada cual con un papel diferente.

Algunos vienen para servir de ejemplo. Otros, para inspirarnos. Están los que se allegan para enseñarnos lecciones. Otros, para compartir con nosotros el peso de un fardo. Están los amigos, los amores y también aquellos que representan dolores. Sea por el motivo que fuere, nunca entrarán o saldrán de nuestra vida por mero acaso.

Y cuán grandioso se hace el momento cuando conseguimos percibir que, incluso en las más pequeñas cosas, la inteligencia Mayor está actuando en nuestra vida, siempre invitándonos a hacer más y mejor, a seguir adelante, a buscar la luz para clarear nuestros pasos y conducirnos al encuentro de nosotros mismos.
Recién licenciada en Medicina, Clara fue invitada “por casualidad” a un evento médico de gran importancia en otra ciudad. No le apetecía ir, pero como ya se había comprometido, venció el desánimo y decidió honrar el compromiso. Llegó a la ciudad, alquiló un coche “por casualidad” y se dirigió a un hotel. Al acercarse la hora del compromiso, se arregló y fue al centro de convenciones. Al llegar allí, saludó a personas, distribuyó simpáticas sonrisas, intercambió informaciones con otros médicos y bien cumplió las obligaciones sociales que la ocasión pedía. Decidió permanecer hasta más tarde “por casualidad”, ya que sus planes iniciales contemplaban una permanencia corta en el evento.

Al final de la noche, ya cansada, se despidió y se dirigió al aparcamiento. Al llegar allí entró en su vehículo alquilado y al intentar ponerlo en marcha, el encendido no respondió. Algunas tentativas y poco más de cuarenta y cinco minutos más tarde, su coche salía remolcado por la arrendadora, que también envió un taxi.
De camino al hotel, se sorprendió con la agradable conversación que mantenía con el taxista, un joven llamado Bruno que aparentaba tener poca más edad que ella. Durante la conversación descubrió que él era estudiante del último tramo de Medicina y que, “por casualidad”, estaba cubriendo la ausencia de su padre, que aquella noche sentía unos dolores extraños; su hijo lo había invitado amablemente a quedarse en casa descansando mientras él lo sustituía en las carreras de la noche, ya que también poseía el permiso.
Al llegar al hotel, muy cortés, el muchacho dio a Clara una tarjeta con el nombre de su padre y un teléfono, y anotó asimismo los suyos.

Había transcurrido un año desde aquella noche, y he aquí que “por casualidad” ella tuvo que volver a aquella ciudad. Otra convención de médicos.
Llegó al lugar, y con su acostumbrada simpatía saludó a personas, distribuyó sonrisas, hasta que vio a alguien familiar. Se acercó al caballero bien vestido y se presentó. Menos de dos minutos de conversación fueron suficientes para sorprenderse con la “innegable casualidad” que la afectaba en aquella noche: He aquí que Bruno, el mismo chófer de taxi de un año atrás, estaba ante ella, graduado como médico.
Charlaron, permaneciendo juntos casi toda la noche, envueltos en el extraño e incoercible lazo de simpatía que los unía, nacido un año antes. Desde aquella noche han pasado dos años, y he recibido la invitación para la boda del Clara y Bruno.

Lo que ellos mismos clasificaron como “sucesión de casualidades” no era más que la simple perfección del Universo actuando en aquellas vidas. En el plano espiritual, un movimiento silencioso garantizó que todas las “coincidencias” se produjesen, como sutil respuesta a las necesidades de aquellas almas.
Resonó entonces en el espacio la carcajada de un crío, el mismo que dentro de algunos meses sería la hija de aquel matrimonio, a través del cual nacería en la Tierra para, entre otros compromisos asumidos, donar su médula ósea al abuelo, padre del Dr. Bruno.

En la noche del encuentro con Clara, en que Bruno lo sustituía en función de los extraños dolores, la leucemia se instalaba, para, muchos años más tarde, recibir la donación de la nieta evitando que le fuesen restados importantes años de vida.
Pero esta sería otra sucesión de “casualidades inexplicables” que tendrían que ocurrir para garantizar que la Perfección Universal una vez más triunfase.

Así también ocurre con nosotros, pero estamos tan enrollados con los problemas, preocupaciones, dudas y decisiones, que no percibimos la magia de las cosas que nos rodean.
¡Percibe la vida! Percibe que todo y todos están meticulosamente ligados a la Inteligencia Mayor, que nunca deja de responder a nuestra llamada.
¡Somos espíritus eternos! Ya hemos vivido muchas vidas y ante nosotros hay caminos milenarios por recorrer. En cada uno de ellos somos cariñosamente conducidos por esa Fuerza Mayor que crea en lo adelante un sinnúmero de posibilidades, de modo que cualquiera que sea nuestra elección, allí habrá un camino específico que se ligará a otros, formando miles de “futuros” cuidadosamente proyectados en sus meandros, para que ejerzamos con perfección nuestro albedrío, que es libre.
¿La casualidad? ¡Nunca ha existido!

¡Piensa en esto!


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