Flores de invierno...
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 28/07/2011 09:47:38
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Esta semana, mirando las flores de mi jardín, me puse a pensar que no esperábamos ver flores tan lindas como aquellas en invierno. Aun siendo el Brasil un país tropical, aquí en el sudeste tenemos bajas temperaturas, llevamos prendas de frío y naturalmente nos recogemos, mientras que una flor que eclosiona hace justamente el movimiento contrario. Ella se abre, se muestra a la vida, exhala perfume.
Como suelo contemplar el mundo a mi alrededor para observar las lecciones espirituales que allí se me ofrecen, me puse a pensar en la vida de las personas, en el tiempo que pasa, en las oportunidades que llegan al fin, en las ocasiones que a veces dejamos escapar, en las historias que dejamos de vivir, en el invierno de la vida humana. Mi pensamiento marchó lejos reflexionando sobre el tiempo frío y las floradas inesperadas.
Me acordé de amigos que no se han casado, que no han tenido hijos, de gente que se queja hasta hoy con más de 40 años, de la infancia que tuvieron. Me acordé de las personas que consideran que sus oportunidades se han acabado, y que aceptan la vejez como el final.
Ya que la mente define mucho en nuestras ocasiones en la vida, una nube de tristeza pasó por mí cuando me acordé de tantos límites como asumen las personas para sí mismas. Procediendo así, permiten que el invierno de la existencia llegue hasta ellas y se instale. Ponen puertas cerradas a muchas cosas, como si el tiempo pasado no ofreciese perdón. Ese razonamiento comandado por la edad hace que mucha gente piense que el tiempo de alegrías y desafíos ya ha pasado. Pero ¿debemos definir un límite así de cruel para nosotros mismos?
¿Por qué no permitirnos flores de invierno en nuestra vida?
Donde hay vida hay esperanza. ¿O sería mejor decir que donde hay esperanza hay vida?
El caso es que mucha gente desanimada con los desafíos, triste debido a las cosas que no les han salido bien, o todavía sujetas a la memoria de un pasado feliz, dejan de vivir las oportunidades del momento actual.
Me parece muy especial casarse a los 50 años, estudiar en la facultad con más de 40, aprender a bailar después de jubilado, o simplemente ser feliz cuidando de los nietos y rejuveneciendo al acompañar los adelantos del mundo tecnológico.
Es bonito ver al mundo cambiar, cuando nosotros también cambiamos con él. Y es muy triste quedar por algún motivo fuera del juego, más todavía cuando nos ponemos en esa posición porque no aceptamos o no entendemos las reglas. O simplemente porque determinamos que nuestras oportunidades ya pasaron.
Conozco a gente que tiene mucho miedo a vivir, miedo a arriesgar, a que salga mal, a amar, y con eso inhibe las ocasiones del destino. Se arriesga poco, temeroso de sufrir, de decepcionarse, y a causa de esa decisión acaba amando poco y recibiendo poco amor.
Personas así, contaminadas por el sufrimiento, dejan de aprender que los abonos que recibimos a lo largo de la vida forman parte del fortalecimiento de nuestra estructura. Olvidan que las lágrimas lubrican los ojos y que llorar de vez en cuando alivia los dolores del corazón incomprendido y, principalmente, olvidan que sufrir forma parte. Y que no pasa nada por convivir con expectativas frustradas. Podemos sobrevivir a los noes que recibimos, pero no podemos superar los límites que establecemos como definitivos, porque la fuerza de la superación y las flores vienen de dentro.
