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Frutos de la perseverancia

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 04/01/2012 14:56:29


por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El camino de la auto-transformación es extremadamente bello, sin embargo, es bastante difícil. Para recorrerlo, hay que tener mucha perseverancia.

Durante la trayectoria, sufrimos muchos contratiempos, pasamos por momentos turbulentos, por quebrantos de las ilusiones, por revisiones de valores y de principios, “perdemos nuestra identidad”, la vida parece perder su sentido, quedamos desorientados, todo parece derrumbarse en torno a nosotros, nos sentimos perdidos, confusos y angustiados. Atravesamos momentos de “noche oscura del alma”.
Pasaremos por todo ello con dolor – que es inevitable –, pero sin sufrimiento, aunque, si elegimos hacer ese rito de paso con sufrimiento, así será.

No hay transformación verdadera sin esos estremecimientos. Los cambios reales solo se producen cuando de veras abandonamos lo viejo y lo falso y partimos en busca de aquello que es REAL. Pisar sobre realidad, pese a ser algo maravilloso, es también doloroso en los primeros momentos, pues hemos pasado la vida creando y viviendo ilusiones y nos hemos aferrado a ellas, hemos hecho de las ilusiones nuestra “realidad” y no somos capaces de creer en otra que no sea aquella con la cual nos hemos acostumbrado y hemos aprendido a lidiar.

A menudo, durante el proceso de auto-transformación que ocurre a través de la animosa jornada interior, somos asaltados por dudas, temores y deseos de abandonar. Es más fácil ser prisioneros del mundo ilusorio que tener que pasar por todo el proceso de transformación; tendemos a cuestionar si vamos por buen camino, pues el ego quiere respuestas y cambios inmediatos; si damos algunos pasos en ese proceso y el ego no ve cambios “tangibles”, lo primero que hace es plantearnos dudas, poniendo en nosotros el deseo de renunciar.

La perseverancia es el ingrediente fundamental en este proceso; sin ella abandonamos fácilmente, pues el ego nos seduce con las facilidades y “ventajas” de la vida en la ilusión. Mientras estamos en la jornada, pasando por desazones y dolores, el ego providencia situaciones agradables e ilusorias que nos encantan y nos seducen, haciéndonos advertir la gran diferencia entre la angustia dentro del proceso y el pseudo-placer dentro de la ilusión. El ego hace lo que sea preciso para quitarnos de la jornada interior, él solo quiere que encontremos formas de hacer nuestra vida más placentera, promoviendo ajustes dentro de nuestro “viejo mundo”; él no quiere que se produzcan cambios reales, que ocurren cuando abandonamos lo viejo y partimos hacia lo nuevo. El viejo mundo es lo que él sabe manipular y dominar, por eso lo nuevo le asusta.

Cuanto más profundizamos en nuestro inconsciente y tomamos conciencia de nuestra realidad interior, y aprendemos a educar nuestras fuerzas negativas y a lidiar con ellas en busca de la liberación de nuestra esencia, más amenazado se siente el ego y más rigidez promueve, creando recursos y atrayendo situaciones que nos desvíen del camino y nos conduzcan hacia fuera, hacia la superficie, intentando hacernos desistir de la jornada, pues sabe que al rescatar nuestra esencia pasaremos a vivir a partir de la realidad divina, construyendo una vida verdaderamente nueva, en la cual él no tendrá poder sobre nosotros. Sabemos que el ego entra en “pánico” ante esa posibilidad.

En esa profundidad, el ego creará resistencias aterradoras, nuestros peores temores se alzarán contra nosotros, en una tentativa de trabarnos por el miedo, paralizándonos de forma intensa. Nos sentimos perdidos y desorientados. Durante la jornada, ya habíamos pasado por muchas fases de miedo y paralización, también ya nos habíamos acostumbrado a ellas y considerábamos que ya sabíamos lidiar con esas fases. Así, acabamos por relajarnos un poco y por estar menos atentos al proceso. Este es el momento que el ego aprovecha, y se sirve de los miedos más terribles con que contamos en nuestro inconsciente; nos pilla de sorpresa, incapaces de comprender lo que está ocurriendo. Todo lo que iba fluyendo dentro de nosotros se traba de tal forma que esto se manifiesta incluso en nuestro cuerpo, pudiendo ocasionarnos dolores musculares y fuerte presión en la cabeza. Si intentamos resistirnos y luchar, más confusos y tensos nos sentiremos. Ciertamente, lo primero que nos viene a la mente en ese momento es: ¡Lo dejo, esto nunca resultará, cada vez estoy peor en el proceso, en vez de ponerme bien! Es justamente lo que el ego desea.

En ese momento, solo nos resta una posibilidad: darnos cuenta de ese sabotaje y su dinámica interior y aceptarlo. La aceptación nos hará cesar en la lucha y eso nos procurará el relajamiento adecuado para poder pedir a nuestro Yo Superior que nos envíe los recursos que tenemos a nuestra disposición para ir más allá de esa intensa y terrible barrera del ego.
Natural y espontáneamente nos sentiremos más aliviados y tranquilos, con una agradable sensación de que “sabremos qué hacer” sin tener que “pensar” sobre eso. No será la mente quien aportará los recursos y posibilidades de cambiar, sino nuestro corazón. Tener la sensación de que sabremos qué hacer es todo lo que necesitamos. A partir de esto, solo hay que confiar y dejar que el Yo Superior nos guíe.

Bajo su guía, él nos conducirá haciendo que pasemos por las “provocaciones de la vida” de forma segura y tranquila, conscientes y responsables, llevándonos a superar las dificultades de forma sabia. Pasaremos, sí, por dificultades, pues estamos inmersos en la tercera dimensión, bajo el efecto de los vientos de la dualidad. Pero con la nueva conciencia a que hemos accedido, sabremos que ese es el verdadero proceso de la vida, y no actuaremos como chiquillos mimados, quejándonos de que “somos tan buenecitos, pero la vida no es buena con nosotros”; procederemos como sabios que aceptan el curso de la vida, y esta actitud madura y responsable nos hará caminar firmes, por cualquier terreno y en cualquier circunstancia.

Firmes y perseverantes en nuestra jornada interior, dejándonos guiar por el Yo Superior, cuando menos lo esperemos y sin grandes alardes, percibiremos que ya estamos cosechando los frutos de la perseverancia; saborearemos esos frutos de forma humilde, silenciosa y reverente, sin que sea preciso exponer o demostrar al mundo de cuánto somos capaces; será algo agradable y acogedor solo para nuestro corazón. No serán aquellos frutos evidentes que el ego desea, sino frutos sutiles y vigorosos en su esencia, los frutos de la realidad divina. Nos sentiremos seguros y serenos, sabiendo que la jornada sigue… y eso nos gustará. Es un placer poderoso en su suavidad y sutileza, sublime e indescriptible con palabras. ¡Haz la prueba!


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