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HABLANDO DE OBSESIÓN Y OTRAS COSAS

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 07/09/2015 09:53:09


por Maísa Intelisano - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Obsesión, asedio, espíritus acosadores, mal de ojo, embrujo, o cualquiera que fuese el nombre que se le quiera dar, son, sobre todo, una cuestión de actitud personal NUESTRA. Somos nosotros quienes abrimos nuestra frecuencia para que entidades perturbadas, ligadas o no a nosotros, se acerquen y nos causen perturbaciones.
En el universo todo es una cuestión de sintonía. Los semejantes se atraen y cuando entran en resonancia unos con otros intensifican su propia frecuencia, intensificando también sus efectos y sus cualidades, buenas o malas.

Eso no quiere decir que todos somos personas perturbadas y que por eso atraemos sólo a entidades perturbadas. Sino que, como todo el mundo, cada uno de nosotros PASAMOS por perturbaciones en nuestro día a día, que pueden durar más o menos tiempo, dependiendo de la gravedad de la situación, de la propia fuerza para afrontar y superar las contrariedades, del ambiente en que estamos o que normalmente “frecuentamos” en nuestro día a día, etc.

Las más de las veces no tenemos ningún obsesor o perseguidor de otras vidas o de otras situaciones, pero nos permitimos estar demasiado tiempo rumiando una determinada amargura o resentimiento, nos permitimos permanecer demasiado tiempo visualizando una discusión o una riña, nos permitimos estar deprimidos o enfadados demasiado tiempo y alimentamos las formas fluídicas de estas situaciones, que quedan circulando a nuestro alrededor. Con ello reducimos nuestra frecuencia vibratoria y consiguientemente nos sintonizamos con las mentes que vibran en la misma franja de vibración.

Normalmente las frecuencias más bajas son de entidades más perturbadas, sufridores, ignorantes espirituales, etc. Ellos nada tienen contra nosotros, pero simpatizan con nosotros simplemente porque encuentran “eco” en nosotros para sus pensamientos y sentimientos. Son exactamente como nosotros, los encarnados: buscamos la compañía de las personas con quienes tenemos más afinidad, con quienes nos entendemos mejor, que piensan más o menos como nosotros.

De la misma forma, esas entidades se quedan con nosotros simplemente porque se sienten bien a nuestro lado, nada más. Entonces, como les gusta lo que sienten, ayudan inconscientemente a alimentar ese cuadro para mantenerlo mientras puedan.
Como estamos vulnerables a esas sugestiones, también intensificamos ese patrón. Y, si no tenemos cuidado, muy pronto eso se convertirá en un asedio más complicado o incluso en una obsesión, que comenzó sólo porque hemos decidido dar cobijo a pensamientos y sentimientos menos felices QUE NOSOTROS MISMOS HEMOS CREADO Y CON LOS CUALES ATRAEMOS HACIA NOSOTROS A ESOS ESPÍRITUS DESAVISADOS.

Y entonces, a menudo no somos responsables sólo por nosotros mismos, también lo somos un poco por ellos, que han sido “enganchados” por nuestros pensamientos y sentimientos, sin saber dónde se estaban metiendo. ¿Se ha parado alguien a pensar que nosotros somos los que podríamos estar perturbando a esos espíritus, más que ellos a nosotros? ¿Quién sería entonces el acosador o el obsesor?

Aunque esas entidades sean nuestros “obsesores personales”, o sea, aunque tengamos con ellos deudas o compromisos pasados de otras vidas o de otras situaciones de esta misma vida, es siempre nuestra actitud interior lo que va a determinar si su influencia va a ser más profunda o no, más prolongada o no, más extensa o no, más perjudicial o no.

Existen, sí, muchos espíritus crueles, oportunistas, fríos, calculadores – exactamente igual que aquí en el mundo físico entre los encarnados – ¡pero el grado de su influencia sobre nosotros siempre va a depender de nuestro propio grado de luz, amor y serenidad INTERIOR!!! Ellos no tienen más poder sobre nosotros. El poder es igual para todos, o sea, tenemos el mismo poder que tienen ellos.

Entonces, cualquiera que fuese la situación, lo mejor es mantener siempre “la mente limpia, la espina erecta y el corazón tranquilo” (me parece que el verso es más o menos así), para que, con vibraciones más saludables, más luminosas y más suaves, podamos transformar hasta aquel obsesor más duro y cruel en un amigo. En la peor de las hipótesis, aunque él no se convierta en amigo nuestro, va a renunciar a la persecución, pues cansado de intentar desequilibrarnos sin éxito, saldrá en busca de otra “víctima”.

El problema es que, muchas veces, queremos simplemente ALEJAR a los acosadores u obsesores, sin preocuparnos realmente por ellos. O sea, adoptamos una actitud egoísta del tipo de “yo lo que quiero es librarme de ellos y ellos que se fastidien”.

Sólo que eso no resuelve el problema. Primero, porque en realidad no estamos siendo nada caritativos ni bondadosos. Todo lo contrario: los estamos tratando como enemigos nuestros y por tanto, reforzando sus sentimientos hacia nosotros. Segundo, porque si ellos no mejoran en su interior, podrán volver mañana o pasado, en cuanto tengamos cualquier debilidad o se abra en nosotros alguna brecha vibratoria.

Lo más correcto es pensar en ellos como hermanos o amigos espirituales, TEMPORALMENTE desviados de su propio camino de iluminación interior. TEMPORALMENTE, porque nadie es obsesor para siempre, nadie permanece desorientado o perturbado para siempre.
Y ¿quién garantiza que nosotros mismos no hemos estado ya en la condición de acosadores u obsesores en los períodos en que estuvimos desencarnados por la eternidad afuera? ¿Y si estuviésemos en esas condiciones hoy? ¿Cómo nos gustaría ser tratados? ¿Cómo querríamos que nuestra “víctima” procediese? ¿No es cierto que nos gustaría que nos perdonara y nos ayudara a salir de ese brete?

Lamentablemente toda una “tradición” de espíritas equivocados fue creada en relación a las obsesiones y acosos, haciendo parecer que los desencarnados que asedian y perturban a los encarnados son siempre los verdugos, criminales espirituales merecedores de nuestra ira y de nuestra frialdad, como si los encarnados fuesen siempre pobres víctimas sufridoras.
Sólo que, en mi opinión, eso no es muy correcto. Todavía más, si consideramos que en gran parte de los casos, ellos son más víctimas que provocadores de la situación.

Así, sugiero que, sobre todo, procuremos todos vibrar siempre luz, EN TODOS LOS LUGARES Y EN TODOS LOS MOMENTOS DE NUESTRA VIDA, incluso durmiendo. Que mantengamos siempre pensamientos positivos, optimistas, sanos,amorosos y respetuosos en relación a las demás personas, estén encarnadas o desencarnadas. Que seamos siempre alegres, sonrientes, atentos, comprensivos, sin ser sumisos, pasivos o medrosos. Con esto aseguramos que nuestros posibles obsesores se lo piensen dos veces antes de querer atacarnos o perturbar.

Ademas, claro, las plegarias, oraciones, vibraciones de amor, encaminadas a Dios o al ser supremo del universo, son, sí, excelentes, siempre que sean sinceras y profundas, emitidas con las mejores intenciones, inclusive en favor de aquellos que supuestamente nos persiguen.


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