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Intenciones transparentes

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 06/05/2013 12:21:00


por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

"Quien trama desventuras para otros se tiende trampas a sí mismo". (Esopo)

Como la intención es un pensamiento secreto y reservado, basado en la voluntad y en el deseo de practicar un acto, tal mecánica se hace consciente a medida que pasa por el libre albedrío de la persona.

Así, tenemos las buenas y las malas intenciones que conviven con el hombre desde épocas remotas. Para desgracia de la humanidad, las malas intenciones predominan en forma de actos, lo cual compromete la evolución espiritual de la especie en el planeta Tierra. Y el motivo de la sensación de infelicidad que experimentamos pasa por el ego y sus derivados, que durante milenios han vuelto más densa la energía de nuestro mundo.

Derivados del ego, como el egoísmo y el egocentrismo, que cuando asociados a actos perversos, alimentados por intereses ocultos, originan la energía del mal que provoca la desarmonía caracterizada como desequilibrio psico-físico, que son las enfermedades de la mente y del cuerpo humano.

En tal sentido, son incontables los casos que diariamente se presentan en el escenario mundial, donde el mecanismo ego+intención+acto acaba por causar desarmonía e infelicidad entre los hombres. Quizá la guerra, que esconde en la barbarie la síntesis perversa de los intereses personales y grupales, explique la necesidad que tiene el hombre de afirmar su ego por encima de todas las cosas.

Las buenas intenciones seguidas de actos, aunque minoritarias en el contexto mundial, reafirman valores conocidos del hombre, como la ética en las relaciones humanas, el respeto y la consideración para con el prójimo, que dejan de prevalecer a medida que el individuo entra en el denso campo energético de las segundas y terceras intenciones, el “todo vale” que desconsidera los valores humanos como base de la relación interpersonal.

Cierta vez, Sigmund Freud registró en sus escritos: “El conocimiento de la verdad es la intención más elevada de la ciencia y se considera más una fatalidad que una intención si, en la búsqueda de la luz, aboca a algún peligro o amenaza. No es que el hombre sea más capaz ahora de cometer maldades que los antiguos o primitivos. La diferencia reside únicamente en el hecho de que hoy tiene medios en sus manos incomparablemente más poderosos para afirmar su maldad. Aunque su conciencia se haya ensanchado y diferenciado, su calidad moral se ha quedado atrás, no le ha acompañado el paso. Ese es el gran problema con que nos enfrentamos. La sola razón ya no es suficiente”.

El razonamiento de Freud es una pista, en el sentido de que para comprender los mecanismos que forman la bondad, el hombre necesita profundizar en los mecanismos que estructuran la maldad. O sea, extraer de su historial comprometido con la perversidad las raíces de aquello que ha venido perjudicando a la humanidad a lo largo de los milenios, puesto que es llegando a la raíz del dolor y del sufrimiento como el hombre alcanzará un grado de discernimiento – y de lucidez – capaz de transformar la propia realidad.

No obstante, para llegar a ese nivel, el hombre necesita alterar su patrón conductual preso a segundas y terceras intenciones ligadas al lado obscuro o no manifiesto de la gran mayoría de los individuos que retornan a la dimensión de la materia.

En esta lógica, trasparecer intenciones como si de repente las sombras diesen lugar a la claridad, exigirá del hombre un seguro y firme paso hacia la bondad como práctica inserida en su rutina vital. Desafío que va a oponerse a una larga trayectoria del ego como principal actor en el escenario de la vida.

Por tanto, sustituir el ego y sus máscaras por el yo transparente en las intenciones convertidas en actos, es un aprendizaje que requiere un largo proceso de depuración de la energía que envuelve a la humanidad terrestre. Camino igualmente largo en lo que se refiere a la alteración de un modelo que revela la existencia de vicios como pauta de conducta familiar y social.

Vicios atraillados a conductas y rasgos de carácter que acompañan al individuo vida tras vida, sin que él despierte del letargo de su proceso obsesivo asociado a lo que el hombre domina en cuanto a conocimiento: la perversidad desarrollada durante milenios de práctica.

A contramano de la historia, practicar la transparencia de intenciones en todos los ámbitos de actuación del individuo en la sociedad requiere un despojamiento gradual de intereses que no sean los del bien común. Tarea ardua y al mismo tiempo hercúlea, que podrá llevar a la humanidad a comprender el profundo significado de la palabra “felicidad”.

La claridad que surge en el alba del tercer milenio trae consigo la energía necesaria para iluminar el camino de quienes se proponen dar pasos seguros y firmes hacia la verdad de sí mismos.

La Nueva Era, también llamada Era de Cristal o Era de la Sensibilidad, se presenta por medio de una invitación a los individuos que desean transformar un “estado de cosas” que exhibe como telón de fondo el viejo mecanismo ego+intención+acto, en un nuevo paradigma que trae como transparencia la propia intención asociada al acto, y donde el ego cede su lugar al yo verdadero que entra en el escenario de la vida iluminado por la Fuente de Amor y de Sabiduría Universal.


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