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La ayuda divina llega cuando estamos dispuestos a ayudarnos

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 31/12/2010 12:37:46


por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Muchas veces nos ponemos a protestar y a pedir incesantemente a Dios que nos ayude, aunque a decir verdad, la petición oculta suele ser que Él nos salve. Queremos que se produzca un milagro para poder salir del bache en que estamos – a veces, así es como nos sentimos – sin tener que hacer esfuerzo alguno para ello.
Nos perece que hemos hecho todo “bien”, que no hemos cometido errores, que todo lo malo que nos está ocurriendo “no es por nuestra culpa” y, con eso, nos sentimos incluso como víctimas y excluidos de los Planes de Dios. Cuanto más lo creemos así, más nos ponemos a lloriquear, a protestar y a pedir ayuda a “Dios y a todo el mundo”. Pero nunca estamos satisfechos con la ayuda que recibimos, siempre nos sentimos contrariados e incomprendidos. Las personas que deciden tendernos la mano nunca lo hacen del modo que nos gustaría y acabamos no aceptando o no reconociendo el apoyo que nos ofrecen. Desvalorizamos y descalificamos toda ayuda que no venga exactamente como queremos y consideramos necesitar.

Esto ocurre porque nuestro Ego cree saber lo que necesitamos y de qué modo debe ser y venir la ayuda. Él solo quiere que mejoremos y nos sintamos bien y felices y, para eso busca fórmulas mágicas, prácticas e inmediatas de traer aquello que él, en su ignorancia, necesita. El Ego quiere que el mundo en torno a nosotros cambie, cree que siempre lo hacemos todo bien y que los demás son los equivocados y quieren el mal para nosotros; y para cambiar el mundo, quiere que podamos encontrar medios de fortalecernos, a través de la ayuda, para manipularnos y controlarlo todo y a todos.

Si nos mantenemos sujetos a eso, solo atraeremos las “ayudas equivocadas” y jamás estaremos listos para recibir la ayuda real y divina. Y cuando ésta llame a nuestra puerta no la reconoceremos, pues estaremos en una vibración tan negativa que no conseguiremos sentir ni percibir la vibración divina y sutil emanada por la ayuda real.

Además porque la ayuda divina ni de lejos es la ideal para nuestro Ego ignorante, arrogante y prepotente. Me refiero así al Ego cuando mantiene una condición de desequilibrio, pues necesitamos del Ego, pero siempre que éste sea saludable y alineado con nuestro Yo Real, actuando en aparcería con éste y bajo su mando.
Por consiguiente, cuando la ayuda divina llega, el Ego la rechaza y protesta más intensamente. Por lo regular, ella contiene las condiciones y características que remueven nuestra realidad interna, haciéndonos sentir incómodos e incluso irritables en determinados contextos. Esta es una reacción del Ego tirano que no quiere de verdad ser ayudado, sino que solo quiere ser salvado, para continuar en el poder y controlar el mundo a su antojo. Así, él la descartará o, peor todavía, hará todo por alejarnos de ella, para no correr el riesgo de que nuestro corazón se manifieste con la cercanía de la vibración divina que nos haga sentir y percibir que esa es la ayuda que de verdad necesitamos. El corazón nos dirá: ¡Parece extraña, costará salir de esto y asumir la responsabilidad, pero esta es la ayuda que necesito y voy a aceptarla!

Pero el Ego abomina de toda y cualquier posibilidad, por mínima que sea, de que nuestro corazón se despierte ante un apoyo verdadero. El corazón nos llevará a la entrega a nuestro Yo Real y, éste sí, sabe qué tipo de ayuda realmente necesitamos.

Esta ayuda divina nos aportará todas las condiciones iniciales necesarias para poder de verdad salir del aprieto en que nos hemos colocado. Sí, nosotros nos hemos colocado en él, no ha sido la vida, ni nadie nos ha hecho nada de eso. Por tanto, aquí ya nos topamos con la auto-responsabilidad y ésta nos da trabajo y nos asusta. Aquí el Ego se defiende y se manifiesta, y nos hace sentir una inmensa pereza, haciéndonos creer que será imposible salir del atolladero a través de las opciones de apoyo presentadas.

La ayuda divina nos muestra que el camino verdadero es el que nos sacará del brete, el camino hacia dentro. De cualquier forma que esa ayuda se manifieste, ella nos llevará a mirar hacia dentro de nosotros, para encontrar todas las respuestas, aspectos negativos, verdades ocultas, para conocer nuestra responsabilidad sobre todo lo que nos ocurre y, principalmente, nos llevará a encontrar todos los potenciales, capacidades, herramientas y dones necesarios, no solo para quitarnos del atolladero, sino, principalmente, para dar un giro a nuestra vida y nunca más retornar a la condición lamentable en que estábamos.

Con eso, nuestra conciencia despierta para esta verdad, pero de una forma que nos lleva más allá de un simple concepto – como estamos hartos de saber – y nos lleva a sentir esa verdad en el fondo de nuestro corazón. Lograremos comprender con el alma el significado de aquello que hemos venido escuchando durante mucho tiempo, pero que nunca conseguíamos de hecho traer a nuestra realidad divina y verdadera, haciendo posible así que verdaderamente hagamos cambios y realicemos nuestro propósito de vida.

La ayuda divina nos mostrará que de nada sirve mantener la condición anterior, la de buscar ayuda de forma equivocada y sin querer hacer nuestra parte, y nunca estar satisfechos con el apoyo que recibimos, siempre exigiendo más y más a las personas que nos ayudan, pero nunca aprovechando y apreciando lo que nos ofrecen. O hacemos nuestra parte y buscamos nuestras realizaciones o permaneceremos eternamente atollados en nuestras propias trampas.

Si estamos verdaderamente dispuestos y prontos para ayudarnos, la ayuda divina llegará y la reconoceremos de inmediato. Y principalmente, sabremos cómo aprovecharla y servirnos de ella de forma sabia y provechosa en nuestra vida.

Dejo aquí una sugerencia: Ayúdate, adopta una actitud madura ante ti mismo y solo busques ayuda si, de verdad, estás dispuesto a salir de tus dificultades con tus propios recursos internos. El apoyo que llegue en verdad solo será para hacerte creer más en ti mismo a fin de que prosigas con seguridad y determinación.


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