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La conquista del equilibrio emocional

por Thais Accioly em STUM WORLD
Atualizado em 27/03/2016 09:51:39


Traducción de Teresa - [email protected]

¿Te has sentido alguna vez en desequilibrio emocional?

Y quién no, ¿verdad?

Cuando te has sentido en desequilibrio emocional ¿has intentado volver al bienestar rápidamente y has tenido dificultades para ello? Sí, ¿no es cierto? Esforzarse puede no ayudar en nada e incluso empeorar el cuadro emocional. Algunos recurren a los ejercicios mentales, pero, aisladamente, puede que tampoco sean totalmente eficaces.
Por cierto, sobre la mente racional hay algo interesante que anotar: desde el siglo XVII hemos empezado a endiosar a la Razón, considerando que ella por sí sola nos liberaría de nuestros peores instintos, de ser dominados por las emociones, de la esclavitud personal y colectiva. De entonces a hoy la idea era someter la emoción y los instintos a la razón, que sería la gran administradora del ser.

Sabemos bien que la emoción, desacompañada de la razón, puede llevar a la locura, y hay ejemplos terribles de personas que cometen desatinos al ser dominadas por fuertes emociones, como las que cometen asesinato durante un acceso de cólera. Siendo así, tuvo sentido que en el siglo XVII, tras un prolongado período de oscurantismo e ignorancia brutal, se buscase en la razón la luz necesaria para sacar a la civilización del caos en que vivía, sujeta a tiranías, miseria y pésimas condiciones de vida.
Pero al contemplar el siglo XX constatamos que la razón sola no ha podido liberarnos y traer la felicidad social, pues hemos asistido y sufrido en el siglo pasado a la acción de líderes tan cultos e inteligentes como fríos y sanguinarios, como Hitler y Saddam Hussein, para mencionar únicamente a dos entre tantos líderes con semejante perfil.

Con los adelantos de la psicología y de la neurociencia se ha descubierto que era preciso equilibrar la emoción y la razón, porque la razón desacompañada de sensibilidad emocional se vuelve fría, ácida e inhumana.
Pues bien, hasta hace algún tiempo yo misma entendía que esto bastaba, o sea, que deberíamos alcanzar el equilibrio por medio de ese binomio razón/emoción: de un lado la razón imponiendo orden y sentido a la emoción, y de otro lado la emoción aportando inspiración y sensibilidad a la razón. No obstante, aun así con frecuencia el equilibrio estaba alejado, puesto que razón y emoción buscan alivio de formas diferentes y echan mano de recursos diversos para estabilizarse. El sufrimiento mental o emocional tiende a persistir, los traumas tienden a permanecer activos también y los resentimientos agitan el interior humano aunque se busque el equilibrio entre la razón y la emoción.

Observa pues, que el lenguaje empleado por la razón y el que emplea la emoción son muy diferentes, y ese punto es crucial para comprender la dificultad de obtener el equilibro emocional por medio del binomio razón/emoción. El lenguaje racional busca la lógica y ese no es un lenguaje comprensible para la emoción. Pongo un ejemplo: si es fácil hacer un ejercicio mental y decirse a sí mismo: ¡tranquilízate!, es difícil para la emoción seguir el razonamiento lógico y obedecer. El lenguaje de la emoción es el arte, la poesía, se muestra por medio de las expresiones faciales y corporales, del tono de voz y no necesariamente de lo que se está diciendo. Fíjate en el lío que se arma aquí. Hace falta un intérprete entre ambas para que se entiendan y puedan equilibrarse y fortalecer.

Hay que conocer y educar las emociones para que la mente las reconozca y distinga. Eso facilita la búsqueda del equilibrio. Para tanto hemos de dedicarnos a percibir lo que sentimos, a fin de ensanchar nuestro vocabulario emocional.
El medio adecuado es dejar de mirar solamente hacia fuera y bucear dentro de nosotros descortinando el universo interior; pero no en una indagación mental, necesitamos nuevos recursos aquí, como la meditación y el arte en todas sus expresiones, por ejemplo. Además de asignarle tanta atención educacional a las emociones como la que le asignamos a la razón. Y fíjate, dedicamos buena parte de nuestra niñez, adolescencia y comienzo de la vida adulta a frecuentar instituciones de enseñanza que se proponen educar la mente. Buscamos educación para hacernos profesionales. Nos falta el mismo empeño respecto de las emociones. Esa es una dimensión desconocida para la mayoría.

Mucha gente, en lo que atañe al autoconocimiento emocional, está ignorante de sí, y cuando sufre acude a los consultorios de entrenadores, de psicólogos, o a medicamentos para intentar acallar la voz emocional, pero no practica un ejercicio constante de auto-educación emocional. Siquiera hay escuelas específicamente destinadas a impartir esta clase de enseñanzas desde la niñez, pese a que el auto-conocimiento sea un empeño que ha de ser constante y desde el comienzo de la vida.

Pero aun siendo imprescindible, el auto-conocimiento emocional es únicamente un paso más en la búsqueda del equilibrio emocional, pues aparte de él y del desarrollo paralelo de la mente, es preciso establecer la comunicación ideal entre ellos, y esta se produce en otro punto del ser, en el corazón.
En 1997 empecé a comprender ese nuevo camino para obtener el anhelado equilibrio emocional, accediendo a este nuevo punto, más allá del binomio razón/emoción.

En dicho año participé en un curso llamado La Alquimia del Corazón, impartido en el Brasil por Steve Johnson, productor de las esencias florales de Alaska. En ese curso él presentaba el conocimiento de que las fuerzas del corazón, es decir, el amor, el perdón, la gratitud, la generosidad, la compasión, son como una dinamo sanadora de toda llaga emocional, además de ser importantes nutrientes para el proceso de la mente, humanizándola. Era el corazón afectivo y amoroso abriendo alamedas para el bienestar y actuando como interlocutor entre la mente y la emoción.
Esas enseñanzas hicieron dar un giro a mi vida profesional y a mi comprensión sobre sanación y salud.

En aquella época yo aún era Fiscal Federal, y fue a partir de ese curso sobre sanación a través del corazón cuando decidí cambiar mis rumbos profesionales y personales, pasando a introducir las Esencias Florales, que ya estudiaba desde hacía años, en la rutina de mi trabajo; al poco tiempo, me desligué del funcionariado público federal y me dediqué exclusivamente a las esencias florales, dentro de un programa de promoción de la salud y prevención de enfermedades, como Terapeuta Floral, atendiendo en consultorio, dando clases y más tarde formando nuevos terapeutas.
A partir de aquel curso, que presentaba al corazón en su dinámica afectiva como sede de lo sagrado y donde florecía la alquimia de la vida, ha sido más fácil comprender la premisa del Dr. Edward Bach, creador de las primeras esencias florales, los conocidos Florales de Bach, de que quien ama verdaderamente a sí mismo y a su vida, a algo o a alguien, aumenta su posibilidad de estar feliz y entusiasmado, y estas son condiciones centrales para el desarrollo de una buena salud general.

Recordando que amar es verbo transitivo directo y exige acción directa en el mundo para su completa expresión.
Desde entonces, se hizo cada vez más clara la percepción de que el movimiento más interesante que se puede crear para la existencia del equilibrio emocional debía tener cuatro dimensiones que se conectasen entre sí en un punto común, y no sólo dos, razón/emoción, como yo al principio creía, pues el equilibrio mejor se hace en la acción de cuatro instancias interiores: emoción, razón, afectividad y espiritualidad, teniendo como punto convergente el corazón.
Y el lenguaje del corazón es acogedor, amable, universal y susceptible de ser plenamente comprendido tanto por la mente como por la emoción, requiriendo únicamente cierto entrenamiento.

Para tener a la razón y la emoción en comunicación perfecta, el corazón debe estar colmado de expresiones de afectividad amorosa, y de todas las demás que de ella resultan: gratitud, altruismo, compasión, generosidad, sensibilidad, capacidad para perdonar, fraternidad, humildad. Y esta afectividad sólo podemos lograrla espiritualizándonos, ya que el amor es asimismo profundamente espiritual, y no puede expandirse plenamente si está cercenado por creencias y deseos escépticos y materialistas.
El amor que se prende en una propuesta racional y materialista de vida, rápidamente se confunde con apego, miedo, angustia, aflicción, ansiedad, tensión; cuando se ve contrariado, se enfurece, se deprime, enferma, pierde el foco de su desarrollo, y sin su participación activa no es posible serenar las emociones en turbulencia.

Espiritualizarse significa aquí percibir que la vida material, lo mismo que Aquel que la creó y el espíritu que la anima, tiene un sentido y una dirección que va más allá del nacer, vivir y morir. Que hay un sentido trascendente e inteligente en toda vida y que este sentido es el propio Amor en acción.
Cuando la razón y la emoción, la afectividad y la espiritualidad, están en equilibrio, se percibe que la mente está al servicio del corazón, al igual que las emociones, y que el corazón está al servicio no de los instintos y pasiones, sino del amor espiritualizado, donde la interlocución entre todas las partes de nuestro ser se verifica.

Tenemos aquí el surgir de la inteligencia afectiva, aportando un nuevo sentido a las experiencias vividas y sentidas, y un renovado sentido de pertenencia, rescatándonos como seres humanos de los desequilibrios emocionales y mentales, elevando nuestra condición personal a la madurez y el equilibro personal, llevándonos a la lucidez y la sabiduría, y por consiguiente, a una mayor autoestima también.
El camino requiere comprometerse con el auto-conocimiento, con la elección de desarrollarse emocionalmente, conociéndose, descubriendo cómo uno se siente, haciendo siempre un puente con el corazón, que debe desarrollarse en el campo de la generosidad, la compasión, y las magnitudes de los afectos humanos.

En esa jornada cuento con el apoyo de la respiración acompasada y con la atención plena, con la observación serena de la naturaleza, con la meditación en la compasión, con el empleo de las esencias florales que apoyan el proceso de desarrollo de la inteligencia afectiva, con las oraciones y la reflexión, juntamente con la búsqueda de acciones éticas y amorosas y con la corrección de aquello que en mí percibo estar fuera del objetivo de mi búsqueda de un bienestar integral.

Los ejercicios físicos y la alimentación más natural y adecuada son asimismo bienvenidos.

Es bueno saber que la conquista del equilibrio emocional, practicado de esa forma, es liberador.

¡Un camino que vale la pena recorrer!


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thais
Thais Accioly é especialista em Terapia Floral pela Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Pós Graduação em Terapia Floral na Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Flower Essence Society/CA EUA no Brasil.
Professora da Bush Flower Essences/AU no Brasil.
Consultora em Cultura de Paz.
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