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La Educación Infantil y las palmadas

por Thais Accioly em STUM WORLD
Atualizado em 20/04/2012 12:33:59


Traducción de Teresa - [email protected]

Las palmadas o pedagogía de la azotaina surge en el Brasil traída por los Jesuitas en el siglo XVI (años 1500) como expresión de amor, según la historiadora Mary Del Priore, en el libro História das Crianças no Brasil.

Siendo fácil entender por qué, la relación entre padres e hijos era un reflejo de la relación con lo Divino que, según la Iglesia Católica de aquella época, era una relación de castigos y puniciones a aquellos que andaban en el error.

Se vivía la época dramática de la Inquisición.

Así, el inicio de la pedagogía brasileña tiene sus raíces en las lecciones judaico-cristianas, traídas por los Jesuitas al país.

Ya en el siglo XVIII, Portugal, por medio del Marqués de Pombal, insiere las palmatorias como recurso para la disciplina, y éstas pasan a ser empleadas en las escuelas de Brasil.
Otra práctica de esa época es arrodillarse sobre maíz. La idea central era someter, oprimir, humillar, para obtener del adulto la obediencia total, a la ley vigente, a la Iglesia.

Se creía que el niño necesitaba mano dura, palmadas, castigos físicos, para convertirse en persona.

Es bueno subrayar que la niñez solamente empieza a ser más valorada en el siglo XIX. Siendo que los estudios más profundos sobre el desarrollo infantil nacen con el surgimiento de la psicología, de la pediatría y de la neurología.

La pedagogía de la azotaina corrió por los siglos, aquí en nuestro país, y se convirtió en paradigma social: para educar a un hijo estaba autorizado y bien visto echar mano del psico-bofetón, de humillaciones públicas, amenazas de abandono o punición física.

Todavía hoy vemos dentro de los hogares brasileños esa forma de educación moldeada en tales preceptos de la Inquisición.

Y ¿qué es lo que lleva a los padres del siglo XXI, que respiran la era de la tecnología y de la ciencia, a emplear modelos de educación del siglo XVI?

El autoritarismo es un aspecto. La tradición y la costumbre, otro.

La falta de información sobre el desarrollo infantil y sobre la inteligencia social y emocional también cuentan.

La repetición de patrones aprendidos de los propios padres, sin un cuestionamiento actual de mayor profundidad.

Aparte de eso, la falta de autoconocimiento, de imaginación, y la baja autoestima.

La lista de motivos es larga, mucho más que la precedente.

Ahora bien, cuando un adulto pega a un niño, independientemente de los motivos que tenga, hay siempre ira e irritación por detrás de su acto. El discurso puede incluso ser: lo hice para que el crío aprenda; pero en realidad lo que a menudo hay es: ya no soporto más a este niño, o entonces: no sé qué hacer para que me obedezca, o bien: va a obedecerme por las buenas o por las malas.

De todas formas, donde hay palizas o bofetones no hay diálogo, se carece de paciencia, conocimiento y tolerancia, y falta, sin sombra de duda, el ejercicio de una autoridad verdadera.

La palmada surte su efecto, sí, e inmediato: rabia, miedo, inseguridad, baja autoestima, tristeza, vergüenza, agresividad, depresión.

El niño puede incluso dejar de hacer aquello que incomodaba al adulto cuando fue golpeado, o no, pero los efectos son siempre devastadores.

Educar da trabajo. Requiere amor y paciencia, tolerancia, disciplina, perseverancia y firmeza. Todo envuelto en respeto a aquel que aún es frágil y dependiente.

De la misma forma que uno estudia y se prepara para el ejercicio de una profesión, es necesario estudiar la infancia y el desarrollo infantil, aparte de buscar nuestro propio desarrollo emocional y espiritual, para ser padres y madres eficientes en la tarea de auxiliar a los hijos a ser personas desde la niñez, a que tengan una buena autoestima, generosidad, valores éticos, autenticidad y creatividad actuante.

Así, ojalá, sintiéndose más feliz y amada, la criatura tenga la posibilidad de contribuir para que el mundo sea mejor para ella y para todos los que con ella conviven.


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thais
Thais Accioly é especialista em Terapia Floral pela Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Pós Graduação em Terapia Floral na Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Flower Essence Society/CA EUA no Brasil.
Professora da Bush Flower Essences/AU no Brasil.
Consultora em Cultura de Paz.
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