La Experiencia Mística
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 28/03/2013 11:59:05
por Renato Mayol - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La experiencia mística es la comunión con la propia fuente del conocimiento y la consiguiente expansión de la conciencia, siendo que el individuo sabe que ha adquirido conocimiento, pero no tiene forma de explicar qué ocurrió para que eso sucediese y difícilmente puede transmitir aquello transcendental que ha conocido.
La experiencia mística es tenida por algunos como una alucinación causada por algo que afecta al cerebro y tal suposición está basada en algunos hallazgos de la neurociencia que correlacionan imágenes de la actividad del cerebro con ciertos comportamientos. Pero un estado mental no es igual a un estado cerebral y la conciencia no está subordinada al cerebro.
Hay casos en que el cerebro se ve completamente afectado por graves procesos infecciosos, pero los pensamientos no se ven afectados. Y también hay casos de enfermos graves y en coma a quienes se les pronostica poco tiempo de vida y que, de repente, salen del coma y cuentan que “en el lado de allá” supieron quiénes eran, y sintieron un amor incondicional y decidieron regresar, recuperándose con la curación total de su dolencia, para dar su testimonio. También están los gemelos univitelinos que no piensan ni actúan del mismo modo – cada uno tiene su propia personalidad. Y hay varios casos de regresión hipnótica a vidas pasadas, comprobados por investigadores de diferentes universidades, indicando que los recuerdos pueden estar preservados de una vida para otra, incluso cuando el cerebro ya no existe. Por tanto, nosotros no somos únicamente nuestros cerebros.
El cerebro puede crear la sensación de la individualidad, pero si logramos hacer que el cerebro cese momentáneamente de procesar las informaciones que vienen del ambiente, algo ocurre en el silencio interior, algo que nos inunda con un conocimiento trascendental. Y es esa experiencia mística lo que distingue a los iluminados de aquellos intelectuales que tienen tan sólo un árido acopio de informaciones.
Así, Tomás de Aquino, el Doctor Angélico de la Iglesia, maestro de filosofía y teólogo, que se empeñó en defender y justificar los azotes, la tortura y la pena de muerte durante la Inquisición Medieval y que intentó demostrar la existencia de Dios mediante elaborados malabarismos intelectuales, tras dedicarse durante más de veinte años a su “Suma Teológica”, donde intentó conciliar a los filósofos griegos con los teólogos cristianos, al ser obsequiado con una experiencia mística dijo que todos sus voluminosos escritos eran absolutamente nada ante lo que había aprendido por la experiencia con lo desconocido. Y esa experiencia él no tenía cómo expresarla.
Sin embargo, algunas pistas nos fueron legadas por algunos hombres que, contemplados con la conciencia cósmica por la experiencia mística, abandonaron las luces fugaces para recogerse al silencio interior, lejos de la efervescencia de una sociedad en la cual, en esencia, el todo es absolutamente nada, y como tal, cualquier espacio que ese todo pueda ocupar valdrá siempre tanto como nada.
Entre aquellos que tuvieron una experiencia de la Unidad se encuentra Juan de Yepes, que nació en España y fue conocido como Juan de la Cruz. Con su ejemplo de vida y sus escritos espirituales, Juan de la Cruz sobrepasó los límites del tiempo y del espacio, indicando el camino que tendrían que seguir aquellos que se decidiesen a emprender el camino que lleva a la unión indescriptible con el Todo. Así, de él es la frase: “El alma que queda presa al sabor de los placeres pierde su libertad”. De hecho, el libre albedrío total se pierde en el momento exacto en que es ejercido, pues quien lo ejerce queda sujeto a la elección que hizo y a sus consecuencias.
Al igual que Juan de la Cruz, también Juan Bernardone, nacido en 1182 en Asís, Italia, renunció a todos sus bienes e hizo voto de pobreza absoluta, predicando la pureza espiritual, el desprendimiento de los bienes terrenos y la identificación con los sentimientos de paz y de armonía. Su Amor revelaba la unidad entre todo y todos, uniendo a toda la Creación. Se le conoce como Francisco de Asís. Francisco renunció a toda vanidad, a la futilidad y al mundo, estando en el mundo pero sin pertenecer al mundo, para no convertirse en víctima del mundo. Mundo ese orquestado por caporales que quieren que no se cuestione nada y que se responda únicamente tal como ellos esperan que se haga. Es la maquiavélica manipulación del cerebro formando ejércitos de muertos-vivientes.
También preocupado no por las riquezas del cuerpo, sino por el alma, estuvo Sócrates, que consideraba divina su misión de despertar a los hombres del embotamiento en que viven. Embotamiento causado por el apego a las fútiles cosas terrenas que conducen a la esclavitud del alma.
Es interesante constatar que aquellos que tienen la vivencia de una experiencia mística, con independencia de cuán separados geográficamente o de cuán distantes en el tiempo estén, todos tienen en común la sobriedad de costumbres y hábitos, el rechazo a cualquier tipo de violencia y el desapego a las distracciones y deseos de la vida diaria. Y todos regresan de ella con las mismas enseñanzas para ayudar a los buscadores a catalizar su propio encuentro con la Fuerza Creadora, pues cada cual debe por sí mismo intentar salvarse, y esto sólo ocurrirá cuando se alcance el éxtasis místico o, según Inmanuel Kant, la iluminación filosófica. Y en esa jornada del “Conócete a ti mismo”, una de las preguntas que cada hombre debería hacerse a sí mismo, es: ¿”Qué hice yo para merecer nacer en esta Tierra como ser humano?
