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La fe mueve montañas

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 22/02/2010 14:32:47


por Andrea Pavlovitsch - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]
“Porque en verdad os afirmo que, si alguno dice a este monte: Arráncate y lánzate en el mar, y no duda en su corazón, sino que cree que se hará lo que dice, así será con él” (Marcos 11:23; véase Mateo 17:20; 21:21; 1 Corintios 13:2).

Un gran sabio y maestro dijo esta frase hace muchos y muchos años. Lo que él no sabía, o incluso sí lo supiese, es que todos estos años más tarde, el hombre sigue con el mismo problema: la falta de fe.

Todo el tiempo estoy atendiendo a personas. Y lo que más veo es como todo el mundo tiene poca fe en las cosas, en las personas, en Dios, en el Universo, en lo invisible. Hoy mismo vi a un colega tener un síncope cuando una persona apareció para alquilar un saloncito que él tiene. La persona vino provista de todos sus documentos, certificados del registro de la propiedad y documentos de la franquicia que pretende abrir. Mi colega llegó a ser rudo con él, pidiéndole toda la documentación. Lo miró mal, lo desdeñó, como si aquél fuese un asesino en serie intentando abrir una tienda de ropa de hogar. Empezó a viajar en el acontecimiento. Pensó tanto, tanto y en tantas fantasías que se vio, allá sobre las tantas, intentando descubrir una manera de lograr un mandamiento de embargo de sus bienes. En su cabeza toda la historia estaba lista: él es una mala persona que quiere perjudicarme. Lo demás fueron fantasías, todas las películas que él vio, todos los libros que leyó y toda la desconfianza en el resto de la humanidad que él aún porta en sí. ¡Complicado!

Claro que no estoy diciendo que debamos ser ingenuos y creer en todas las patrañas que nos cuentan. Claro que nuestras metas han de respetar los límites, al igual que nosotros los humanos estamos enclaustrados en el límite de nuestro cuerpo, de nuestro espacio, de nuestra vida. No existen santos o demonios. Existen, sí, dos arquetipos dentro de nosotros mismos.

Pues bien, pero ¿qué cuesta otorgar un voto de confianza a una persona que está demostrando, documentalmente, que es idónea? La falta de fe en la humanidad. Y, claro, la falta de fe en la humanidad puede llevarnos a todo hecho de falta de fe. En Dios, en aquello que deseamos para nuestro futuro, en la vida después de la muerte y, principalmente, que el Universo siempre está a nuestro lado.

Ya no creemos. Queremos cada día más pruebas. Pruebas de que podemos confiar en el amor de alguien. Necesitamos escuchar 120 veces “Te amo” en el mismo día para comprender que, quizá, aquel tipo realmente nos ame. Necesitamos ver en la báscula que hemos adelgazado lo suficiente. Necesitamos caber en el vestido PP, que demuestra que somos delgadas. Pruebas, buscamos pruebas y evidencias en una religión nueva llamada ciencia. La ciencia sí, acaba con la fe, cuando me hace perder la fe en mí y buscar pruebas dentro de mí mismo.

Necesitamos demostrarnos todo el tiempo. Relacionamos nuestra vida como una lista bien definida (campo sentimental, intelectual, financiero, profesional, etc.). Cuánto mayor la neurosis, mayor es la lista. Y sí, necesitamos tener todo. Y necesitamos tener todo bien. Y durante todo el tiempo. Hasta admitimos que podamos no sentirnos muy bien, yo qué sé, cinco minutos o diez, pero no más que eso. No tenemos tiempo para no ser felices. Necesitamos ser felices aquí, ahora y siempre.

Y ni siquiera sabemos qué diablos es la tal felicidad. Solo imaginamos que cuando nuestra lista esté completa, entonces sí, podemos pensar en ser felices. Pero hay un pequeño detalle: nuestra lista es infinita. Y cada vez que llegamos a un determinado punto, nos damos cuenta de que tenemos que avanzar dos casillas en el juego de la vida, o nos quedaremos atrás. Nos comparamos con todos a nuestro alrededor. Miramos la edad de las actrices de TV, aunque la mayoría esté diciendo una cacho mentira, y pensamos en nosotros con aquella edad.
“Cuando tenga 60 quiero ser como Ángela Vieira”. Vale, solo olvidamos que nosotros no somos Ángela Vieira, ni vegetarianas, ni hacemos 300 abdominales por día, y nos ponemos morados moviendo el bigote en la churrascada del domingo. Queremos un sueño de persona que no somos. Entonces, por la noche, nos sentamos y rezamos a Dios para que nos ayude a ponernos delgadas, a ser saludables, a tener buenas ideas, buenos hijos, excelentes matrimonios y mucho dinero en el banco. Todo esto con la barriga empachada de macarrones, sin dar una caminada hasta la panadería desde hace dos años y después de una pequeña farra de compras en el centro comercial, “porque me lo merezco”.

¿Y aún vienes a decirme que Dios no atiende tus peticiones?

Dios, o el Universo, como me gusta llamarlo, es una energía que siempre, siempre, siempre está de nuestra parte. Si él nos ve relajada, gastando a placer y después sintiéndonos culpables, él nos da culpa y más deudas. Si él nos ve buscando el tipo más canalla del bar para ligarlo, él provee uno peor que el otro. Él solo hace lo que tú haces y no lo que tú pides. Pedir no sirve de nada. En vez de pedir, haz. Haz tu parte y solo después esperes por el resultado. Entonces sí, podrás decir que el Universo no está colaborando y hay algo equivocado. Pero, en lo contrario, no pasa eso.

El otro día mismo yo quería una plaza libre para aparcar delante de un banco que solo tiene un único sitio libre en la puerta. Cerré los ojos y pensé en una situación ideal. Claro, fui tan tranquila, sin prisa y sin estrés, porque simplemente sabía y confiaba. Cuando llegué, el coche aparcado en esa plaza estaba arrancando. Perdí la cuenta de las veces que me ha sucedido esto. Y las veces que esto ocurrió a otras personas que también empezaron a creer en ello. Esto es la verdadera fe. No es estar con las rodillas despellejadas en la iglesia, sino sentir a Dios en el fondo de tu corazón. Sentir que tú eres una energía mayor y perfecta. Y que hasta es una bribonada considerarte imperfecto ya que el 90% de tu material es divino. Tú eres la representación de dios, es donde él se manifiesta. Él no puede cambiar unos zapatos en la tienda sin ti. Él no puede decorar la sala sin ti. Él no puede ayudar a un perro hambriento sin ti. Tú eres un portavoz de Dios. Tú eres alguien a quien él ha conferido un poder para vivir todas las experiencias de la vida. Las buenas y las malas. Las que confortan y las que hacen doler tus pies y tu corazón. Lo demás es un montón de chorradas que ponemos en la cabeza y que nuestro diablo (interno) insiste en decirnos. Y esto es lo que Jesús, Mahoma, Buda, Osho, todo el mundo ha querido decir hasta hoy. Simplemente sé Dios. Despiértate Dios y duérmete Dios. Vive Dios y muere Dios. Nadie en el planeta es menos que eso.

Despierta para tu Dios interior y comprende que tu fe puede, sí, mover las montañas.


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