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La mediumnidad de Carl Jung - Parte 1

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 30/06/2009 15:10:39


por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

“Vivir psicológicamente significa imaginar cosas… estar en el alma es experimentar la fantasía en todas las realidades”. (Hillman)

Carl Gustav Jung, creador de la psicología analítica, quien, al contrario que Freud, afirmó que la libido no era tan solo un impulso sexual instintivo, sino además una energía psíquica general, orientada hacia la voluntad de vivir, tuvo, en el transcurso de su vida, experiencias psíquicas que “trascendieron los límites del tiempo y del espacio” como gustaba de registrar.

El presente abordaje de relatos sobre algunas de las experiencias trascendentales de Jung, basado en obras consultadas, que se relacionarán al final de este artículo, no tiene la pretensión de convencer al lector sobre la teoría de la inmortalidad del alma (o de la reencarnación), sino llevarlo al ejercicio reflexivo sobre este importante tema, que según la óptica de la psicología clásica, “son tan solo efectos psíquicos oriundos de efectos ilusorios de nuestros procesos mentales”.

PRIMER RELATO: JUNG Y LA INFANCIA

En el fondo me sentía “dos”: el primero, hijo de sus padres, que frecuentaba el colegio, era menos inteligente, atento, aplicado, decente y aseado que los demás; el otro, por el contrario, era adulto, viejo, escéptico, desconfiado y distante del mundo de los hombres.

Perturbadísimo, tomé conciencia de que, en realidad, había en mí dos personas diferentes: una de ellas era el niño de colegio que no comprendía las matemáticas y que se caracterizaba por la inseguridad; el otro era un hombre importante, de gran autoridad, con quien no se podía jugar – más poderoso e influyente que aquel industrial. Era un viejo, que vivía en el siglo XVIII, calzaba zapatos de hebilla, peluca blanca y tenía, como medio de transporte, una calesa cuyas ruedas traseras eran grandes y cóncavas, y entre ellas el asiento del cochero quedaba suspendido por medio de muelles y correas de cuero.

SEGUNDO RELATO

Observación: En este caso particular, el motivo que lo hizo recordar fue un incidente en casa de un compañero donde pasaba unas vacaciones. El dueño de la casa le llamó enérgicamente la atención, a causa de un juego con un barco – que había sido prohibido – y que por poco no terminó en tragedia.

Cabizbajo, reconocí que había hecho precisamente lo que se había prohibido. La reprimenda era, pues, merecida. ¡Pero al mismo tiempo sentí tanta rabia porque aquel hombre grosero, gordo y sin instrucción osase insultarme! Y no me sentía solamente como un ser adulto, sino como una autoridad, una persona llena de importancia y dignidad.

El contraste con la realidad era de tal forma grotesco, que mi furor desapareció de repente. Surgió entonces en mí la pregunta: “Pero al fin y al cabo, quién eres tú para reaccionar como si fueses sabe el Diablo quién. Y está claro que el otro es quien lleva razón. Tú eres un colegial de doce años, mientras que el otro es un padre de familia, un hombre rico y poderoso que tiene dos casas y varios caballos magníficos.”

TERCER RELATO

Cierto día, cuando vivíamos en Klein-Hünigen, cerca de Basilea, un simón verde, muy viejo, pasaba por delante de nuestra casa, proveniente de la floresta negra. Era una calesa antigua, como las del siglo XVIII. Así que la vi, un sentimiento de exaltación se apoderó de mí: “¡Ah, hela aquí! ¡Es de mi tiempo! – ¡tenía la impresión de reconocerla, era semejante a aquella que me había transportado! Después fui invadido por un sentimiento extraño, como si yo hubiese sido robado o burlado en lo referente a mi amado otrora. ¡El simón era un vestigio de aquel tiempo! Es difícil describir lo que me sucedió, para emocionarme tan fuertemente: ¿una especie de nostalgia? ¿Una añoranza? ¿Una reminiscencia? ¡Era eso, era exactamente eso!”

CUARTO RELATO

Hubo además otro incidente que me hizo recordar el siglo XVIII. Había visto, en casa de una tía, una estatuilla de esa época, que representaba dos personajes en terracota pintada. Uno de ellos era el viejo Dr. Stuckelberger, personalidad famosa de la ciudad de Basilea. La otra figura representaba a una de sus pacientes, con los ojos y la lengua fuera. Había una leyenda acerca de esto. Pues bien, la figura del viejo doctor tenía zapatos de hebilla que reconocí extrañamente como míos o semejantes a los míos. Estaba convencido de ello. “Yo usé esos zapatos”. Esta convicción me había perturbado profundamente. “¡Sí, eran realmente mis zapatos!” Yo los sentía en los pies y no podía comprender esa extraña sensación. ¿Cómo podría pertenecer al siglo XVIII? Me ocurría, a veces, al poner la fecha, escribir 1786 en lugar de 1886, y esto era siempre seguido de un sentimiento de inexplicable nostalgia.

QUINTO RELATO: EL JUNG ADULTO Y LOS SUEÑOS

Recientemente observé en mí mismo una serie de sueños que, con toda probabilidad, describen el proceso de reencarnación de un muerto de mis relaciones. Era incluso posible seguir, con una probabilidad que no se podía desatender totalmente, ciertos aspectos de esa reencarnación hasta la realidad empírica. Pero como nunca más he tenido ocasión de encontrar o tomar conocimiento de algo semejante, quedé sin la menor posibilidad de establecer una comparación. Mi observación es, pues, objetiva y aislada. Quiero solamente mencionar su existencia, pero no su contenido. Debo confesar, sin embargo, que a partir de esa experiencia observo con la mayor buena voluntad el problema de la reencarnación, sin, no obstante, defender con seguridad una opinión precisa.

SEXTO RELATO: LA APARICIÓN DEL ESPÍRITU DE UN AMIGO

Una noche, estaba acostado, despierto, pensando en la muerte súbita de un amigo cuyo funeral se había celebrado el día anterior… de repente, sentí que él estaba en el cuarto. Me pareció que estaba de pie al lado de mi cama y me pedía que fuese con él. Yo lo seguí en mi imaginación. Él me condujo fuera de la casa, por el jardín hasta la calle y finalmente hasta su casa. Subí a una banqueta y me enseñó el segundo de los cinco libros encuadernados en rojo del segundo estante a partir de lo alto. Esa experiencia me pareció tan curiosa que, a la mañana siguiente, fui hasta su viuda y le pregunté si podía buscar una cosa en la biblioteca de mi amigo. Evidentemente había una banqueta delante del estante, como en mi visión, e incluso antes de acercarme vi los libros encuadernados en rojo. El título del segundo volumen era: “El legado de los muertos”.


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