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La Neutralidad

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 11/07/2009 09:49:45


por Mauro Kwitko - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

La Neutralidad es un estado especial, interior, al mismo tiempo, que nos conduce a lo Divino dentro de nosotros, es el propio Divino dentro de nosotros. La Neutralidad es un estado en que ya no actuamos bajo el control de nuestro Ego, en que ya estamos libertos de ese aspecto de nuestra individualidad, y que, en realidad, es nuestra propia individualidad. Al igual que esa individualidad es la responsable por nuestra supervivencia en esta Tierra, por nuestra preservación en cuanto ser vivo, es un factor que estorba el acceso que lo Divino pretende tener sobre nosotros.

Explicando mejor: la Neutralidad es un estado en que conseguimos domesticar nuestro Ego, en que ya no pensamos a través de él, sino a través de nuestro Yo Superior. Es muy diferente el pensamiento que proviene de nuestro Ego, del pensamiento que proviene de nuestro Yo Superior. Mientras que nuestro Ego piensa en “yo” y “mío”, nuestro Yo Superior piensa en “nosotros” y “nuestro”; mientras que nuestro Ego vive para sus intereses, nuestro Yo Superior vive para el interés común; mientras que nuestro Ego tan solo piensa en sobrevivir, en tener, en alcanzar metas y objetivos que lo refuercen todavía más, nuestro Yo Superior quiere lo opuesto, quiere diluirse en el Todo.

A través de la Neutralidad es como podemos alcanzar la paz que lleva al éxito en esta andadura, a la meta original de nuestra estancia aquí, que es retornar a la Casa del Padre, ser el hijo pródigo que, tras intenso sufrimiento, vuelve triunfante y es recibido por Él. Tan solo la paz interior absoluta puede propiciar el retorno a la Paz Divinal. El pensamiento cotidiano, atributo de nuestro Ego, nos ata a las cosas de la Tierra, a los deseos, a los anhelos por todo lo que cautiva y embriaga al Ego, pero que, en realidad, son las mismas cosas que lo prenden en las redes de la ilusión y lo hacen cautivo en una prisión creada, mantenida, y, peor, anhelada y considerada como algo que hay que conservar. Nuestro Yo Superior, que es Dios en nosotros, anhela lo contrario, desea no desear, quiere no querer, ninguna victoria terrena lo cautiva, tan solo aguarda, pacientemente, que el Ego de su pequeño señor haga que ese hijo sufra tanto, luche tanto, anhele tanto y, cuando lo alcance, aún así no sienta paz ni felicidad, y que un día, cansado y desengañado, exhausto de tanto querer, de tanto luchar, de tanto alcanzar, descubra aquello que, allá en lo más hondo, siempre ha sabido: el camino iba por otro lado.

El camino hacia la paz es precisamente no querer, no luchar, no anhelar, no desear metas y conquistas, puestos y recompensas, éxitos y homenajes, sino despojarse de sí mismo, de todo, pero para ello es necesario un cambio radical en nuestra postura: en vez de mantener la individualidad, diluirse en todo y todos; en vez de pretender adquirir, optar por lo contrario, no tener; en vez de desear alcanzar, hacer lo contrario, no querer alcanzar nada, tan solo buscar dentro de sí, allá en lo alto de nuestro interior, el camino que lleva a nuestro Dios interior. Y ¿qué encontramos allí? La quietud, el no-anhelo.

La Neutralidad es no envolverse con lo que no es de nuestra cuenta, es no opinar sobre algo que no es nuestro, no dar dictamen sobre algo a menos que se te pida, es no juzgar, no criticar, no impacientarse, no irritarse, no sentirse herido, no sentirse rechazado, no sentirse abandonado, no querer ser más que los otros, ni tampoco menos, no querer adquirir bienes materiales más que los que realmente se necesiten para una vida buena, segura y confortable, es no pregonar nuestras cualidades y conocimientos, nuestra erudición y aprendizajes, es no querer convencer a nadie, no establecer debates ni discusiones respecto de nada, pero también no callarse cuando se nos invita a opinar, no abstenerse cuando se nos pide opinión, no querer sobresalir ni desear esconderse, no querer estar en primera fila pero tampoco ponerse allá atrás.

La Neutralidad es ni siquiera escribir libros sobre Ella, puesto que entonces ya no se está en Ella; y es que como yo todavía no la he alcanzado, siento aún ese anhelo de hablar sobre eso, de compartir con las personas lo que siento, lo que creo, aún sabiendo que entonces estoy demostrando una contradicción: escribir sobre no querer, queriendo. Estar aquí, en este momento, escribiendo sobre la Neutralidad, ya en sí, es un acto de no-Neutralidad, pero mi Ego aún necesita de ello, aún es desobediente y parlanchín, pero ya ha sido peor… Quizá el camino hacia la Neutralidad sea, inicialmente, conocer nuestro Ego, saber cómo es, qué quiere, qué necesita, qué desea, qué camino está recorriendo; después, poco a poco, gradualmente, ir comprendiendo sus necesidades, sus carencias, sus deseos y percibiendo a dónde todo eso va a dar, a dónde va a llegar, que es a ningún lugar. Y, entonces, ir buscando dentro de nosotros, dónde está nuestro Dios interior, dónde se encuentra la Paz, dónde se puede tener acceso a la Serenidad.

Cuando se dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso significa que estamos hechos de Luz, que no teníamos Ego, que no éramos seres individuales, que no queríamos nada, puesto que no había nada para querer, no anhelábamos nada a no ser estar diluidos en aquel Todo, ni sabíamos que podríamos, un día, salir de aquel Todo, como tampoco una gota de agua del mar consigue imaginar que podría salir del mar e ir a la tierra a vivir una vida independiente, o un grano de arena del desierto suponer que podría salir del desierto y convertirse en un ser individualizado, en otro lugar…
Pues eso mismo es lo que ocurrió con nosotros, éramos una parte del Todo y, un día, ese Todo, que éramos nosotros también en él, sin serlo, decidió que partes suyas, que ni siquiera eran partes, se convertirían en fragmentos de Sí en otro lugar, sin que, en verdad fuesen fragmentos ni otro lugar. Los fragmentos del Todo continúan siendo el Todo y el “otro lugar” continúa siendo el Único lugar, pero se inició la ilusión.

¿Por qué el Todo decidió que todo eso ocurriría? ¿Qué finalidad tiene eso? ¿Por qué “salir” de la Verdad, caer en la ilusión para, un día, retornar a la Verdad? La respuesta, creo, solo puede estar dentro de nosotros, cuando alcancemos la Neutralidad. Y, mientras aquí escribo, siento que esto me hace alejar cada vez más de Ella, que cuánto más escribo acerca de la Neutralidad, más me alejo de ella. Así que, voy a dejarlo.


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