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La personalidad del alma inmortal

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 14/11/2010 08:15:03


por Bruno J. Gimenes - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

En la comprensión de la personalidad congénita, que es la personalidad del alma inmortal, se muestra la clave para la cura de enfermedades hasta hoy consideradas imposibles por la medicina alopática.
Desde el momento en que el ser humano reconoce que la infancia no es el comienzo y la muerte no es el final, las condiciones limitantes de una sola existencia desaparecen y el campo de actuación terapéutica se adentra en la amplitud del alma eterna. En ese momento el cuerpo físico muestra que, aunque tenga su importancia velada, no es él quien tiene la clave de la cura de las dolencias conocidas como crónicas. Por el simple hecho de que el cuerpo físico es el vehículo que tiene cada ser humano en una existencia física, por tanto, perecedera, cuyo plazo de caducidad está expirado al final de cada vida. Pero ¿y el alma?

Esa sí, subsiste eternamente…

Tal como el disco duro de un computador registra todas las impresiones y acontecimientos que ha vivido el alma, y como el alma habita el cuerpo y no a la inversa, la morada de nuestra conciencia no es lo físico, es lo extra-físico, o mejor, la esencia divina que tenemos todos y a la que llamamos alma.

La personalidad del alma inmortal se advierte nítidamente en los críos, es un espíritu con cuerpo de niño, que lleva en su esencia sus rasgos de personalidad, ya sean positivos o negativos. Esto explica también algunos miedos, sentimientos ruines, o patrones de comportamiento negativo sin causa aparente, sin que haya una explicación física sensata.

En esos casos, el alma inmortal está revelando tendencias adquiridas en otras existencias, de sentimientos como miedos, amarguras, tristezas, depresiones, entre otras, que se manifiestan en esta existencia. Por tanto, si la terapéutica en un caso de estos no se extiende a lo trascendental, ¿cómo obtener cura y bienestar? Se hace difícil…

Esa visión contraría la concepción básica de la Psicología oficial que dice que nuestra personalidad se forma a partir de aspectos genéticos, familiares y sociales. Bajo ese enfoque la causa de muchos rasgos inferiores de la personalidad se halla en la relación con los padres, los amigos, los acontecimientos de la vida. Inevitablemente hay tendencia a encontrar culpables para justificar la personalidad negativa de cada uno. Se trata de un error que retrasa mucho nuestra evolución.

Una personalidad víctima, depresiva, miedosa, aislada, no se crea en la infancia o a través de los acontecimientos sociales. Solamente queda revelada por orden de esos acontecimientos.

El resentimiento, el miedo, no han sido creados por los padres o cualesquiera personas, sino solamente revelados, porque ya existían en el alma, que nunca muere con la muerte del cuerpo físico.

Las características individuales de nuestro modo de actuar y de reaccionar son las tendencias que ya traemos latentes con nosotros y que, en el contacto con las situaciones de la vida, pasan a manifestarse. Son formas de pensar, de sentir y de expresarse que traemos en nuestros cuerpos emocional y mental, que nos caracterizan y que ya nacen con nosotros.

Nosotros no formamos una personalidad, nosotros la revelamos. Somos un Ser de varios cuerpos, siendo el físico el único aparentemente visible, por eso parece que tan solo éste existe; pero además de él tenemos el cuerpo emocional, de los sentimientos y emociones, y el cuerpo mental, de los pensamientos.

Al reencarnarnos aquí llegamos con el mismo nivel de sentimientos y de pensamientos que cuando salimos de la última vida terrena y, por tanto, cada uno de nosotros, al pasar por las situaciones actuales de la vida intrauterina y de la infancia, habrá de reaccionar a su manera. Esto es fácilmente observable en familias con varios hijos, en que cada uno tiene su manera de ser desde pequeñín: uno es irritado, resentido, agresivo. Otro es calmo, paciente y cariñoso; un tercero, a su vez, es retraído, tímido y triste. Evidencia de nuestra personalidad congénita, porque todo es continuación. Continuación de las tendencias negativas y de las positivas. Nuestra meta es curar las negativas.

Y, así, vamos reencarnándonos, cambiando nuestros cuerpos físicos conforme a los aprendizajes necesarios, manteniendo, no obstante, nuestros cuerpos energéticos.

La personalidad congénita, en sus rasgos negativos, revela exactamente el motivo de reencarnarnos, o sea, la misión de nuestra alma, que es la cura de las emociones inferiores. Reconociendo esos patrones negativos y dándoles la atención debida, a través de un abordaje trascendental, estaremos sintonizados con nuestro propósito, caminando en dirección a la cura del alma.

Las situaciones que se producen en la vida de una persona no son las responsables de originar los sentimientos inferiores, porque éstos ya existían. La persona atrae magnéticamente tales situaciones a fin de que esas inferioridades se revelen, sean expuestas y tratadas. Visto por otro prisma, cuando algo ocurre que desata la ira en determinada persona, no fue aquel suceso el causante de la ira, éste no hizo más que aflorar un sentimiento que ya existía. Por eso, cuantas más cosas que nos hacen daño atraemos, esto indica que el sentimiento malo está en nosotros, no ha sido creado, sino revelado, hecho aflorar.

Si empiezas a modificar tu enfoque, vas a dejar de atraer esos acontecimientos, además de dejar de culpar, de encontrar villanos o verdugos.

Nosotros atraemos acontecimientos que la personalidad congénita necesita para curarse; es un acercamiento natural, es una ley inmortal, una verdad universal.

La mayor barrera que cualquier persona que busca cura para una dolencia puede encontrar es atribuir el origen de sus sufrimientos o dolores a los acontecimientos de la infancia o del transcurso de su vida.

La muerte de alguien, el abuso sexual, el agravio, la agresión, entre tantas otras, nunca han sido las reales causas del dolor de nadie. Tales situaciones son traumáticas y dolorosas, incuestionablemente. No obstante, se revelan como agentes naturales que existen para producir la cura del alma, la elevación de la conciencia o reforma íntima. En otras palabras, son acontecimientos necesarios para producir la modificación positiva del karma.

Si la persona no lo entiende, echa la culpa a los acontecimientos, a los demás, y se considera víctima; se hunde en un mar de dolores y sufrimientos que habrá de retrasar sustancialmente su evolución espiritual.

Debemos siempre libertarnos de las ilusiones y asumir firmemente nuestra responsabilidad en buscar la evolución. ¡Siempre ha sido y será responsabilidad nuestra!


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