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Las Pérdidas Prematuras desde el Punto de Vista Espiritual

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 11/05/2013 09:44:10


por Guilhermina Batista Cruz - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

“Ante los que se fueron, precediéndote en la Gran Mudanza, no permitas que la desesperación te ensombrezca el corazón. Ellos no han muerto. Están vivos. (...) Piensa en ellos con la añoranza convertida en oración. Tus plegarias de amor representan acordes de esperanza y dedicación despertándolos para visiones más altas en la vida.” (Emmanuel – Psicografía de Chico Xavier)

La muerte prematura de un hijo siempre causa, aparte de sufrimiento a los padres, mucha inconformidad y desconcierto. A decir verdad, la desencarnación a tierna edad o en la fase de adolescencia y juventud siempre es motivo de conmoción y tristeza para todos. Aunque alguien intente explicar las varias razones para tal acontecimiento, siempre queda en el aire aquel sentimiento de incomprensión e impotencia.

Para los padres la pregunta inevitable es: ¿Por qué? Son corrientes las indagaciones: ¿Por qué ha ocurrido esto, Dios mío? ¿Por qué mi hijo se ha ido tan pronto si aún tenía toda una vida para vivir? ¿Qué he hecho yo para merecer tanto sufrimiento? La respuesta para las preguntas que tanto los angustian les hace, no raras veces, modificar sus conceptos de vida y muerte, llevándoles a reflexionar sobre la justicia de Dios y a tratar de comprender sus designios.

El sufrimiento por la pérdida de un hijo es uno de los dolores más profundos que se pueden tener. Pero en esas horas de dolor, las razones para la pérdida prematura les hacen meditar en el sentido mayor de la vida, llevándoles a profundos cuestionamientos sobre la Justicia Divina. No se puede creer en la Justicia Divina con el pensamiento de que con nosotros hubo injusticia por la muerte prematura de un hijo. ¿Por qué, entre tantos, precisamente a mí? La reflexión que se debe hacer de tal Justicia es que ella es igual para todos, sin excepción ni favoritismos. Basándonos en estas reflexiones constatamos que, si la justicia alcanza a todos indistintamente, no pudo equivocarse con nosotros.

Entonces, hemos de encarar las pérdidas de forma natural, aunque se produzcan prematuramente. Si la búsqueda de respuestas no abarca la visión espiritual sobre la vida y la muerte, nunca se podrá llegar verdaderamente a una razón convincente para la pérdida del ser querido. Es preciso que comprendamos que somos Espíritus inmortales ocupando temporalmente un cuerpo físico y que estamos aquí para cumplir una etapa de nuestro perfeccionamiento espiritual. Nuestra programación de vida abarca el medio donde hemos reencarnado, las dificultades, obstáculos y compensaciones que tendremos, así como el género de muerte y la edad con que regresaremos al plano espiritual.

Todo está inserido en el guión de nuestra vida, con el propósito primordial de proporcionarnos lo mejor en términos de evolución espiritual y no para causarnos sufrimientos en vano. Los motivos para las desencarnaciones prematuras son varios, pero nunca contradicen la justicia divina. Pueden producirse teniendo en vista la necesidad del Espíritu desencarnado o con el objetivo de llevar a la transformación moral a los padres o dejarles algún aprendizaje, haciéndoles reflexionar acerca del propósito mayor de la vida y despertar de sus enfoques materialistas.

El regreso anticipado puede darse en el suicidio, que lo mismo puede ser directo, como es el caso de aquellos que se quitan la propia vida y renacen para llegar a completar los años que hubieran tenido que vivir en la existencia pasada. Y suicidio indirecto, cuando, por todo tipo de excesos, como el descontrol exagerado de emociones, irresponsabilidad con la salud física y mental, se entregan a los desenfrenos y así atraen situaciones fuera de sus programaciones de vida, que podrán acarrearles el retorno anticipado al plano espiritual.

Pero no siempre el Espíritu que regresa prematuramente es un Espíritu que ha venido aquí a rescatar algo o a complementar alguna encarnación que no supo valorar. Puede suceder que sea un Espíritu misionero que renació por breve tiempo para cumplir alguna tarea importante, como la de hacer que Espíritus queridos despierten para la realidad eterna e inicien su transformación moral.

Para los padres que pasan por tales pruebas, la causa del sufrimiento actual puede provenir de varias razones, como la influencia negativa sobre otro ser en otras vidas, llevándole a cometer delitos y arrojándolo al sufrimiento resultante de tales actos. Puede ocurrir también que no hayan valorado el sublime don de la maternidad y la paternidad en existencias pasadas, y que tengan que aprender, por el regreso prematuro del ser a quien han dado vida, a respetar aquello a que antes no supieron dar valor.

Allan Kardec, en la cuestión 199 de El Libro de los Espíritus, indaga cuál el motivo de que tan frecuentemente la vida se interrumpa en la niñez, y los Espíritus le responden: “La corta duración de la vida del niño puede representar, para el Espíritu que lo animaba, el complemento de una existencia precedente interrumpida antes del momento en que debiera haber terminado, y su muerte, no raramente también, constituye probación o expiación para los padres.” De aquí sacamos la conclusión de que la justicia divina trabaja siempre a nuestro favor, incluso en situaciones de sufrimientos y pérdidas.

Aunque tengamos nuestro guión de vida y un tiempo determinado para vivir como encarnados, el libre albedrío sobre el tipo de vida que elegimos vivir es lo que definirá si alcanzaremos el tiempo predestinado en ese guión de vida o si regresaremos anticipadamente a la espiritualidad. Hay siempre una razón de ser para los acontecimientos que no somos capaces de comprender. Son de vital importancia las palabras de Jesús, cuando nos dice: “Ni una hoja siquiera se mueve sin el consentimiento del Padre.”

La muerte en cualquier fase de la vida es siempre consecuencia de una ley natural que afecta a todos indistintamente. No hay favoritismos en las leyes divinas. Es muy importante buscar apoyo en la plegaria e intentar aceptar los designios divinos sin rebelión. El dolor y el sufrimiento con la partida prematura son naturales, pero hay que intentar no desestructurarse emocionalmente, cayendo en la desesperación, perjudicando con tal actitud a sí mismo y al ser querido en el plano espiritual.Así, aunque estés atravesando un período difícil de dolor y desesperación con la partida prematura de un hijo querido, no olvides que la vida continúa y que, sea en el plano espiritual o en el material, él estará evolucionando, y que los dos planos de vida interactúan siempre, dándonos la certeza de que la vida prosigue célere, cualquiera que sea el plano en que estemos. Si la saudade se hace difícil de soportar, ¿qué tal procurar aliviarla dedicando a otras personas, en especial aquellas carentes de afecto, un poco de atención y cariño? El amor al prójimo puede transformar el dolor en una saudade más amena, y vuestros corazones serán colmados por la certidumbre de que un día se encontrarán nuevamente para nuevas realizaciones.

“Concédenos, Señor, la serenidad necesaria para aceptar las cosas que no podemos modificar, coraje para modificar aquellas que podemos y sabiduría para distinguir unas de otras”.
Reinhold Niebuhr

Paz y Luz a todos.


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