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Los muertos-vivos

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 12/01/2010 09:28:18


por Renato Mayol - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Reconocer a los muertos-vivos exige preparación y mucho coraje, pues cuando los velos que empañan la visión interior son arrancados, lo que más atemoriza es la soledad, ya que a pesar de estar rodeados de multitudes, sabemos que no lo saben y contárselo es de poco provecho, porque la verdad sobre la aparente realidad es preciso que sea vivenciada como un todo y no solo aprehendida por el intelecto.

Los muertos-vivos son seres humanos vagando sin rumbo en las tinieblas. Individuos que en su miseria necesitan de algo o de alguna cosa para amar, adorar y darle sentido a una vida que aparentemente ningún sentido tiene. Seres concentrados en sus esfuerzos cotidianos para tener, obtener y poseer mientras están esposados a la vida por el reloj. Reloj que los esclaviza en la incesante búsqueda de algo que, cuando es obtenido, les dará la partida para la búsqueda de la realización de otro deseo. Y mientras ese otro deseo tampoco esté satisfecho, será fuente de ansiedad. Pero tan pronto como sea satisfecho, llevará al deseoso crónico a un estado de tedio que será sustituido nuevamente por la ansiedad en cuanto otro nuevo deseo venga a cerrar el eterno círculo vicioso de ese individuo modelo de la sociedad moderna.
Aquel ser estúpidamente feliz en su auto-conmiseración y en su carrera contra el reloj, que luce con necio orgullo la medalla de viciado en el trabajo con que el ambiente consumista lo galardona, mientras furtivamente la rutina mantiene su mente ocupada y su conciencia embotada.

Individuos volando y aleteando como mariposas alucinadas en torno a una claridad cualquiera. Cada uno a su modo buscando ser asimilado por la sociedad. Todos en un torbellino, sin pararse a pensar, pues si lo hacen podrían despertar de su sueño profundo y percibir que todo no es más que alienación. Ciertamente lo mejor es que encuentren un grupo social cualquiera, en el cual poder ser otro ‘nadie’ más, para sentirse alguien. Encontrar un rebaño, pues en el rebaño solo hay que seguir a los líderes, a los fuertes, a los formadores de opinión, o lo que fuere. Pues incluso los “formadores de opinión” son necesarios para que haya una dirección en eso que los muertos-vivos consideran que son sus propias elecciones.

Al fin y al cabo, se está tan bien frente al televisor mirando y remirando programas y películas que muestran acción, reacción, sangre, intrigas, terror y sexo. Permanecer sentado, tumbado o recostado asimilando todo eso mientras el cerebro es incapaz de otra cosa que no sea hacerles comportarse como los perros de Pavlov – los perros de los reflejos condicionados. Así, inconscientemente, son condicionados a vestir lo que les recomiendan, a comprar lo que les venden y a frecuentar lo que les aconsejan. A sentir las emociones que otros quieren que sientan. Emociones cuidadosamente orquestadas por los capataces de la casa de esclavos global, a quienes entregan, sin percibirlo, su cerebro. Ríen cuando otros quieren que se rían. Lloran y se emocionan cuando otros quieren que lloren y se emocionen. Sienten rabia y odio, también bajo encargo. ¡Y se sienten vivos! Tan vivos se sienten que jamás se considerarían muertos-vivos y prisioneros. Y tales prisioneros solo pueden ser mantenidos en relativo orden social por el miedo. Y de hecho es con miedo como cumplen su diario vivir. A merced del miedo al dolor, al sufrimiento, a las enfermedades. Miedo a los tormentos, al hambre, a las guerras, a los abusos, a las injusticias, a las atrocidades. Miedo a la siempre presente muerte, sin darse cuenta de que la muerte y el tormento eterno ya se han apoderado completamente de ellos hace tiempo.

Para darse cuenta de su triste condición tendrían que cuestionarse y cuestionar las supuestas verdades inculcadas en sus cerebros desde la más tierna edad, cuando no en fase aún de gestación, llevándolos a comportamientos robotizados, con su cerebro y su mente hechos tolerantes a las religiones, a los credos o a la falta de credos, al poder, a la belleza, a la fama, al dinero, a las posesiones, a deseos de satisfacción de los deseos, al odio, a la envidia. Y es tan solo cuando el individuo se atreva a profundizar en sí y cuestionar ideas implantadas y reconocidas anteriormente como propias, cuando la máquina, descubriéndose máquina, empezará a rebelarse contra su condición.

Pero para ello es preciso coraje. Coraje para refutar los absurdos que, de tan repetidos, acaban transformándose en verdades incuestionables. Coraje para emprender el viaje al centro del propio ser – viaje que lleva a la percepción de otra dimensión y de otra realidad. Es cuando el muerto-vivo percibe que la única salida para la verdadera vida pasa por la propia transustanciación. Es el agua convirtiéndose en vino; el metal pobre transformándose en noble. Y, cuando sea al fin vivo y libre, podrá continuar en el mundo, pero ya no pertenecerá al mundo. Entonces, y solo entonces, ese mundo, ese Laberinto Azul, se convertirá en su extraño objeto de observación y de reflexiones sobre el nacer, la vida y... el después.


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