Navidad, la esperanza renovada
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 26/12/2011 06:50:44
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Un texto escolar dice lo siguiente: "En todas las casas hay luces y abetos adornados. Es Navidad, tiempo de amor, paz y solidaridad". Y continúa: "Papá y mamá hicieron una campaña y colectaron ropa de abrigo y juguetes para los niños que viven en el orfanato Niño Jesús. Todos están felices".
Otro texto escolar registra: "Este debe ser el verdadero espíritu de la Navidad: paz, amor, fraternidad, amistad, verdad". Y, seguidamente, orienta el sentido de la tarea a realizar: "Pinta cada palabra de un color y copia la que más toque tu corazón".
En resumen, este siempre ha sido el objetivo simbólico de la Navidad: hacer que el corazón de las personas de todos los rincones del planeta sea tocado por sentimientos de paz, amor y solidaridad. En el fondo, a cada año que pasa, es la renovada esperanza de un mundo mejor, libre de la energía del odio y del egoísmo que contamina corazones y mentes.
En Navidad, nuestro lado puro, de niño, resurge, pues en este día en que Cristo ha nacido es como si renaciésemos para nuevos sentimientos en relación al otro y en relación a nosotros mismos. La sensación de experimentar una energía distinta parece invadir nuestra alma: confraternizamos paz, perdón y amor en la cena de Nochebuena, como no lo habíamos hecho en los demás días del año. En ese sentido, el del amor fraternal, Roberto Carlos define en una frase de sus composiciones musicales lo que ocurre cuando practicamos esa energía: "Todo se para cuando se hace el amor".
Y ese "pararse" navideño es un momento de éxtasis, de sublimación de la realidad contraria al sentimiento que une mentes y corazones humanos en tan solo una noche y un día, experiencia que repetidamente desafía la capacidad del hombre de mirar hacia dentro de sí mismo en la perspectiva de "algún día" en el calendario cósmico, asumir el amor como instrumento transformador de realidades. Por otra parte, el simbolismo de la Navidad supera intereses mezquinos, a medida en que la energía del amor ofusca aquello que insiste en permanecer en las sombras de la oscuridad. Nunca hemos sido tanta luz en tan poco tiempo.
La felicidad navideña, por tanto, es una situación momentánea proyectada hacia una realidad de mundo idealizado por la humanidad. En esta noche-día somos niños con brillo en la mirada, un corazón que se acelera de alegría y felicidad, y la esperanza en el corazón de que la fantasía se convierta en permanente realidad. Y ese día tan esperado depende de todos, pero al mismo tiempo, de cada uno de nosotros, o sea, de que hagamos de cada día un día en el cual los sentimientos de la Navidad estén presentes en las relaciones humanas. En ese simbólico sentido, la edificación de un árbol de navidad que dure para siempre es nuestro mayor desafío. Un árbol que en su base, como orienta la tarea escolar, la mentira sea sustituida por la verdad. Después, en sentido ascendente, sea la injusticia sustituida por la justicia; la enemistad por la amistad y el perdón; el egoísmo por la solidaridad; y en lo más alto del árbol, el odio sustituido por la paz y por el amor.
Por tanto, aprovechemos el espíritu navideño para plantar los fundamentos del árbol de Navidad del futuro. Pero para ello, tal como simboliza el nacimiento de Cristo, es preciso renacer en busca de un nuevo hombre, que considere que la felicidad navideña es un nivel consciencial plenamente alcanzable para aquellos que perciben que la energía del amor es un instrumento transformador de realidades.
Psicoanalista Clínico e Interdimensional.
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