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No mirar para los problemas

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 02/04/2013 09:37:48


por Maria Silvia Orlovas
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Traducción de Teresa
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¿Será que eso los resuelve?
Recibí a Olga a comienzos de este año. Mujer guapa, con sus cincuenta y pocos años, dijo enseguida que se decidió a acudir a mí después de que no hubiese ocurrido nada el 21 de diciembre de 2012. La miré sin comprender exactamente qué era lo que ella esperaba que sucediese en aquella fecha, pero ni siquiera tuve tiempo de pensar, pues enseguida dijo que necesitaba solucionar su vida y que no quería sufrir más. Estaba a tratamiento por un cáncer de mama y necesitaba ayuda. Le expliqué, entonces, cómo funcionaba la sesión de terapia.

La sesión de Vidas Pasadas puso de manifiesto a una mujer fuerte, casada con un granjero que la dejó viuda siendo todavía joven, teniendo que criar a los hijos sin dejar espacio para ninguna otra historia. Su vida era trabajar, atender a la casa y demostrar a la familia y al mundo que era una vencedora, que podía con todo.
Cuando terminamos esa parte de la sesión, dijo que se sentía identificada con todo lo que se había mostrado, que hoy tenía marido, pero seguía atendiendo a todo. El marido viajaba mucho y era ella quien tenía cuenta del día a día de la familia, pero no quería separarse, pues consideraba que sus hijos necesitaban de aquella estructura. Cuando le pregunté si amaba a su marido, demoró la respuesta; después dijo secando unas tercas lágrimas que corrían por su rostro:
-"No sé si lo amo. No sé si quiero mirar para eso".

Después, en un gran desahogo, habló de su dificultad en mirar para sus sentimientos. Dijo que había sido educada para mantener las apariencias, para hacer ver a la familia y a los amigos que todo iba siempre muy bien, incluso cuando no era así. Dijo asimismo que su madre procedía de la misma manera, que evitó la separación cuando su padre buscó una amante, y que ella quería que su familia fuese feliz.
Pero y tú ¿estás feliz? Se lo pregunté procurando no hacerle daño, pero al mismo tiempo intentando hacerle ver la importancia de analizar sus decisiones, y revisar su conducta. Al fin y al cabo, ese es el propósito de una sesión de terapia. Principalmente cuando la persona está sufriendo con un cáncer e intentando curarse. Cuando la enfermedad se manifiesta en el cuerpo físico, ciertamente muchas cosas sufridas están guardadas en el cuerpo emocional y también espiritual.

Nuestras experiencias quedan almacenadas en el inconsciente y en un momento o en otro, cuando el bollo se haga muy pesado, simplemente aquella energía represada se soltará desparramando emociones.
Olga dijo que deseaba sentirse más leve, pero que no sabía si estaba preparada para observar su vida. Suponía que algo nuevo debería haber ocurrido en 2012 y que su vida se pondría simplemente mejor, como un milagro. Le pregunté entonces si creía en los milagros, y me dijo que el hecho de estar allí conmigo ya era un milagro, puesto que venía de una familia que no creía en cosas así.

Pese a nuestra forma muy diferente de contemplar la vida, sentí una gran empatía hacia aquella mujer. Teníamos prácticamente la misma edad, y yo podía imaginar lo que ella estaba sintiendo, pues perdí a mi madre por la misma enfermedad, y fue inevitable mirarla y recordar las actitudes de mi madre, que hasta el último momento de vida evitó hablar de sí misma. Como si hablar de las flaquezas fuese algo malo, negativo. Como si no tuviésemos problemas, actitudes equivocadas, o no cometiésemos errores.
La miré con compasión y le ofrecí mi mejor silencio, pues me di cuenta de que ella estaba tratando de reunir coraje para hablar de sí misma.
Me pongo a pensar en cuántas mujeres se sienten como Olga, sobrecargadas, comprometidas en mantener un hogar feliz, haciendo mil sacrificios que nadie ve, para mantener en pie a la familia. Parece increíble pensar así en los días de hoy, pero esa no es una actitud del pasado, no es algo que mi madre o la tuya hicieron en el pasado. Muchas chicas jóvenes no dicen lo que sienten, no se conceden el derecho de exponer sus emociones.

Estoy de acuerdo con aquellos que piensan que no debemos enfocarnos en los problemas, que no debemos dar fuerza a las cosas negativas y considero que para mantener una relación feliz es preciso, sí, hacer concesiones, pero al mismo tiempo estoy segura de que no podemos abrir mano de mirarnos a nosotros mismos y tratar de comprender hasta qué punto podemos ceder.
En todo hay un buen sentido, un momento de actuar, un momento de parar. Y sólo el buen sentido, obtenido por medio del auto-conocimiento, ofrece esa sabiduría de lidiar con la vida.

Observando a las personas, aprendiendo con las historias de la vida, puedo afirmar sin miedo de equivocarme que no mirar para los problemas no soluciona nada. En algunos casos aplaza una toma de actitud, pero en otros complica aún más la vida de las personas. Lo que necesitamos es coraje para enfrentarnos a algunas cosas que nosotros mismos hemos creado, y mucha luz espiritual para continuar viviendo con fe y esperanza, incluso cuando nos sentimos infelices, porque, a fin de cuentas, como dicen los Maestros, todo pasa ¡y tenemos la eternidad para aprender!


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