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No tengas miedo a la libertad

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 29/10/2018 09:43:26



Autor Bernardino Nilton Nascimento
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Traducción de Teresa
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Lo que se opone al valor de la libertad es el miedo, poder misterioso y temible. No se pensaba que su sombra oscura se extendiese durante épocas. Sin duda, en el mundo primitivo, donde existían hombres y animales, los miedos tenían acciones significativas: desconfiar de todo y temer todo; tener siempre los ojos abiertos a todos los movimientos. Ese tipo de miedo lo tenía el cazado pero también el cazador. El miedo les hacía sobrevivir.

El miedo es nuestro viejo enemigo, y nunca ha sido vencido. La vida complicada, la acumulación irregular de bienes por parte de los más favorecidos, el estrés, la falta de conciencia y responsabilidad, la sensación de inferioridad, todo esto hace que la juventud mire al futuro con temor. El joven tiene miedo de sufrir, de ser obligado al esfuerzo, y sobre todo, de morir. "Nosotros tememos mucho a la muerte, al exilio familiar y a la pobreza".

Triste del que tiene miedo, porque enseguida encuentra quien lo explote. Conocida su debilidad, lo pillan y lo conducen bajo amenazas de castigos crueles y dolorosos. El miedo nos hace esclavos. He aquí por qué los explotadores del miedo son muchos. Entre ellos, los más malignos son aquellos que aterrorizan para en seguida tranquilizar, a fin de ser recompensados como protectores.

Armados para garantizar su vida y animados a ser bravos y crueles, esparcen la violencia y, vemos de vuelta el antiguo miedo de la presa, como ciervo en el punto de mira del leopardo.

Hay sistemas de gobierno cimentados sobre el miedo, religiones fundamentadas sobre el miedo. Muchos métodos de educación no conocen otra base. El colmo de todo esto es que también existe una moral establecida sobre el miedo. Esa moral viene a dar en esto: el bien está donde no hay peligro de muerte, pero corre en pos de ganar dinero a toda costa. Mucha gente no tiene otra regla que seguir. Los gobernantes, como toda la sociedad, pueden evitar que la juventud caiga en vicios groseros.

Los jóvenes reclaman sus derechos a la sociedad y a sus gobernantes. Si al menos les sacrificasen únicamente sus extravagancias, ellos no se quejarían. Pero sacrifican sus buenas intenciones, sus tesoros de confianza, de entusiasmo, de esperanza.

Antes de que sea tarde, no podemos tirar al pozo el oro, que es la juventud. No podemos aplazar más ni tampoco fingir que no nos enteramos de lo que está sucediendo, por errores pasados. Lo contrario se vuelve locura. Una sociedad de miedosos que lo exageran todo y se agitan mutuamente sin cesar, parece una cofradía de locos. Un ser humano más equilibrado en medio de ese desorden de personas es una bendición del cielo. Él enseguida hace creer a los menos disparatados que la situación no es tan terrible como se piensa y que, aunque fuese grave, el peor medio de salvarse sería perder la esperanza y la fe.

De todas las cualidades de un corazón valeroso, no conozco otra más preciosa que este don de mitigar, de fortalecer con esperanza, de levantar los ánimos abatidos y de producir algo de tranquilidad, de orden y de luz, en la confusión de aquellos que están perturbados.

En la paz como en la guerra, en la familia como en la vida política, es preciso buscar, ante todo, un alma firme, generosa y leal a los principios de la justicia.

El gran triunfo que tenemos es el nacimiento, en nosotros, de algo que destruya el miedo, o que al menos lo mitigue, y ese algo es el amor. El miedo remonta al egoísmo, para aquel que pone toda la esperanza y toda la felicidad en su propia persona. La clave es el amor a la juventud. En esta fase hermosa de la vida, donde se establecen las aspiraciones, no se han tenido muchos momentos de esperanza. Es preciso que se arme alguna cosa de sí mismo, alguna cosa mayor y menos frágil. El coraje, el real, el que no prospere para un solo día, ni la simple valentía física, sino que la fuente mayor sea el sentimiento de justicia y amor.

El joven valeroso es aquel que se lanza a la batalla por la verdad, por la justicia, por la defensa del débil, por la salvación de la vida. Es aquel que, aun cuando no dé a su creencia una forma definitiva, ama la vida por causa de los bienes superiores. Él debe estar convencido de que la vida no consiste en beber, en comer, en fumar, en gozar, en tener un rayo de luz en los ojos o una gota de sangre en las venas, sino en consagrarse al amor, a esas realidades invisibles, las únicas que dan a la vida un verdadero sentido.

Es de esta disposición del corazón de donde florecen la valentía y la perseverancia. El secreto de la energía superior y de la influencia que ella ejerce, está en sentir la necesidad de ir hasta el final, el soldado valiente es aquel que aun abatido transmite valor a su tropa.

Termino con las palabras de un joven soldado después de la primera batalla. Cuando le preguntaron qué había experimentado, contestó: "Tuve miedo de tener miedo, pero no tuve miedo".
BNN



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