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Papá se compró un Ferrari

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 10/05/2013 11:29:04


por Ivan Maia Fernandes - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Tras pasar dos semanas viajando, período en que me he mantenido alejado de toda forma de comunicación con Brasil (teléfonos, Internet, etc.), al telefonear a casa de mis padres, mi madre me recibió con la siguiente novedad: “¡Tu padre se compró un Ferrari!”

Al principio me quedé algo aturdido y sin comprender. “¡¿Papá se compró un Ferrari?!” ¿Cómo es eso? Sólo con pensar en la fortuna que cuesta ese coche, enseguida vi que se trataba de una broma. Además, papá no puede conducir desde hace muchos años. Con toda seguridad no se trataba de ningún coche, al menos no para él.

Mis padres son un ejemplo de pareja que vive bien, que no ha dejado que los innumerables problemas de todo orden, pertinentes a la edad avanzada, de salud o familiares, les afecten en sus vidas. ¿El secreto? Uno de ellos, ciertamente, ¡el buen humor! Es posible decir que el pensamiento positivo, la fe en Dios, el optimismo y el intentar ver siempre el lado bueno de todo lo que sucede, sea lo que fuere, por malo que pueda parecer el acontecimiento, constituyen una importante característica del modo de vivir de esta pareja. ¿Difícil? Sí, muy difícil, ¡pero posible! ¡Ellos lo consiguen, cum laude! Y, ya en un grado de maestría, enseñan esta lección con ejemplos diarios a todos cuantos les rodean.

A papá siempre le ha gustado mucho caminar. Recuerdo con inmensa saudade los viejos tiempos, cuando caminábamos por el ancho paseo del Leblón hasta el Arpoador, ida y vuelta, charlando sobre diversos asuntos. Me encantaba unir tantos placeres: estar con mi padre, sorber un poco de su cultura viajada de comandante de Marina y andar vigorosamente disfrutando del lindo paisaje de la playa y la placentera brisa del mar carioca. Más que saudade, lo que siento hoy es gratitud por todos los momentos vividos, ¡por tener registros tan preciosos!

Con el paso de los años, a papá le sobrevenían mareos “inexplicables” que le ocasionaron algunas caídas y, como consecuencia, la fractura del esternón y otros problemas en la columna vertebral. Con todo eso surgieron además las limitaciones para caminar con libertad, seguridad y confort. ¿Y el buen humor? Siempre presente en el nuevo cotidiano de esta pareja. Durante todo ese largo proceso en busca de la recuperación, la fe y las bromas aportaban la levedad necesaria para enfrentar los obstáculos que se presentaban.

Así, la conversación telefónica con mamá continuó entre risas: “Tu padre compró un andador, con ruedas, y está todo feliz saliendo con el fisioterapeuta para caminar por la plazuela. Él dice que es su Ferrari. Y no le preocupan en absoluto las miradas de los demás”.

Como terapeuta holístico, he procurado transmitir a aquellos que atiendo un mensaje de optimismo, de pensamiento positivo, y de cuán importante es proceder así en cualquier proceso de curación, pues, según la Ley de la Atracción, atraemos lo que vibramos. ¿De qué sirve ponernos a lamentar y a considerarnos víctimas de la vida? Todo es consecuencia de decisiones que hemos tomado a lo largo de esta y de otras innumerables encarnaciones, en este y en otros mundos. No somos víctimas de nada, sino responsables al 100% de todo lo que nos sucede.

Pensamientos, emociones y palabras van formateando la calidad de nuestro futuro.
Recostarse en un “muro de lamentaciones” no modificará nada para mejor, y además activará un campo de atracción de otras cosas negativas. Me gusta mucho citar a Louise Hay quien, en su libro “Tú puedes curar tu vida”, relaciona diversos problemas existenciales y tipos de enfermedades, con posibles orígenes y creencias limitantes y nuevos patrones de pensamientos que ayudan en su curación.

Salir con papá y mamá para almorzar fuera y observarlos caminando juntitos, uno apoyándose en el otro, o mejor uno apoyando al otro y felices. Percibir la discreción de papá al empeñarse en dar propina al camarero que lo atendió en el restaurante autoservicio. Presenciar su broma con los pordioseros de la calle, diciendo: “yo estoy abonado a ese”. Esa pureza y sencillez me emocionan, no por cada acto en sí, que nada tiene de extraordinario, sino por la manera en cómo ocurre, por ver cómo, aparte de lograr obtener placer en esos pequeños gestos, papá ha convertido la amabilidad en una práctica diaria y natural en toda su vida. Una “amabilidad alquímica” que gasta con todos e incluso consigo mismo. Alquimia presente en lo cotidiano de esta pareja, que ha venido ejercitando amabilidad y muy buen humor, al lidiar con las adversidades y limitaciones que el tiempo vivido les ha traído.

Las palabras y pensamientos son muy importantes. ¡El “verbo se hizo carne”! “¡La energía se convierte en aquello que se piensa!” Y nosotros, como co-creadores con Dios, ¿qué estamos haciendo con nuestros verbos y con nuestros pensamientos? ¿Cómo lidiamos con nuestras situaciones de vida?
¿Estamos pegados como lagartijas al muro de las lamentaciones, o somos alquimistas existenciales que transmutan el plomo en oro y el andador en un Ferrari?


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