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¿Para dónde vamos al morir?

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 17/06/2009 12:57:38


por Bruno J. Gimenes - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Cuando nuestro cuerpo físico muere, al final del período de una vida terrena, o encarnación, nuestra alma nace para el mundo espiritual, su morada original.

“A cada cual se le dará según sus obras”, resume de forma brillante lo que ocurre tras nuestra muerte.

Hay una gran distorsión respecto de la construcción de la imagen de un Dios que castiga y pune a sus hijos pecadores. Esto porque el libre albedrío nos es de derecho, es una verdad incontestable, mientras que la ley del retorno – o karma – muestra, no solo por los ojos de la espiritualidad, que toda acción genera consecuencias. Esa es una ley universal que nosotros los seres humanos tenemos que comprender bien antes de echar la culpa a Dios, o temer su furia…
¡Gran error!

Dios nos ha creado por amor, y por eso mismo desea que evolucionemos. ¡El castigo no existe! Existe la consecuencia de nuestros actos. Sí, hay siempre un retorno para cualquier actitud; no obstante, eso no es castigo... Es una reacción a nuestro acto.
Si arrojas un ladrillo hacia arriba, en menos de un segundo él cae. Si estás debajo, probablemente él golpeará con fuerza contra tu cuerpo, pudiendo hacerte daño. Cuanta más fuerza pongas en arrojar el ladrillo, mayor será el impacto en la caída. Recuerda: el ladrillo estaba parado, tú has querido arrojarlo hacia arriba. Aquí preguntamos: ¿Fue Dios quien castigó?
¡No! Fueron las leyes del universo que se manifestaron. Y ¿cuál es la diferencia en relación a nuestros actos?
¡Ninguna, a no ser por el hecho de que las cosas se producen en un tiempo algo diferente! Con esto, la máxima “A cada cual se le dará según sus obras” sigue siendo válida.

Puedes incluso decir que esa comparación no tiene relación alguna con nuestras vidas, pero sí tiene. La gran equivocación humana es no comprender las leyes universales que rigen la evolución de nuestra especie. Esto nos estorba mucho, no roba tiempo, nos aprisiona.
Tenemos que salir al encuentro de esas verdades que nos harán libres.

¿Existen el cielo y el infierno?
Sí, pero son estados de conciencia, creados por nosotros mismos.
Cuando desencarnamos, nuestra sintonía espiritual, resultante de nuestros actos, patrón moral, carácter, ética, nos llevan, por atracción magnética, hacia dimensiones de la misma sintonía. Una vez más reiteramos: ¡no existe el castigo de Dios, existe la consecuencia de nuestros actos!

¿Quieres saber si vas al infierno o umbral cuando llegues a desencarnar al final de esta existencia?
No es preciso llegar a ese día para saberlo, pregúntatelo ahora, evalúate:
- ¿Qué estoy emitiendo hacia el Universo? ¿Es amor, odio, alienación y basura psíquica?
- ¿Cómo me siento ahora?
- ¿Cuáles son mis actitudes, mi patrón moral y mi ética?
- Tengo amor dentro de mí y lo expreso a mis semejantes y al mundo a mi alrededor?
- ¿Amo a mi prójimo como a mí mismo?
- ¿Hago al otro solamente aquello que quiero que me hagan a mí?
¡Es eso!

El tipo de morada que tu alma inmortal encontrará al final, después de su paso por esta vida, depende mucho de las respuestas a las anteriores preguntas…
Reflexiona.

****

Es típico de la sabiduría universal llevarnos a la morada que mejor se adapte a nuestro estado de conciencia.
Por ejemplo:
Si no se comprende el grave error que es cometer suicidio, o sea, abreviar la experiencia terrena, sin que ningún beneficio se pueda obtener con ello, es casi lógico que la persona será atraída para zonas del plano espiritual donde el dolor y el sufrimiento serán compañeros de jornada. No porque haya un Dios que castiga. Por el contrario, hay una sabiduría suprema que proporciona, al ignorante de las verdades universales, una herramienta pedagógica precisa que lo lleve a un aprendizaje necesario para su nivel evolutivo. “No eches tus perlas a los cerdos” resume muy bien esta cuestión. Aprenderemos por el amor o por el dolor, solo que no hay cómo atrancar la ley máxima de evolución constante, o sea, tenemos que aprender, de una forma o de otra.
En ese caso citado, la exposición de un suicida en condiciones tan adversas diezma cualquier orgullo, vanidad, materialismo, arrogancia, por la reflexión provocada con profundidad (“a base de la fuerza”), ya que en la vida terrena le había sido dada la oportunidad de hacerlo por espontánea voluntad, por el camino de la conciencia y del amor. En cambio, como la opción por el amor no surtió efecto, el dolor se hace necesario.

¿Durante cuánto tiempo?
Hasta que las leyes que rigen los acontecimientos se cumplan…
Hasta que la voluntad de Dios prevalezca…
Hasta que los niveles de conciencia, aunque de forma modesta, se vean elevados…
Hasta que la luz aclare la oscuridad…
Hasta que del fango nazca la Flor de Loto…

Y es así…

El plan divino, con esa paciencia y amor incondicional por todas las criaturas, promueve condiciones para que vida tras vida sea posible seguir evolucionando.

Ir al cielo o al infierno depende exclusivamente de nosotros mismos. En todo momento podemos tomar decisiones que nos sintonicen con esas dos frecuencias opuestas. Y, una vez más: “¡Orad y vigilad!” se convierte en una de las más importantes herramientas que tenemos.

Podríamos aumentar el contenido de este texto aportando ejemplos más claros de las ciudades astrales, tanto de la luz como de las tinieblas, hacia donde somos literalmente tragados tras nuestra desencarnación, siempre gracias a nuestra sintonía energética… Con todo, lo que importa en la práctica de este importante tema, es el aprendizaje. Y para traerlo a la práctica, a la realidad del día-a-día de tu vida, basta que contemples la realidad actual del Planeta. Lo que ocurre por aquí es, de alguna forma, la extensión de lo que sucede en los planos más sutiles. Son áreas de guerra y de paz. No nos referimos solamente a los países en conflicto y guerrilla. Piensa también en el caos urbano, en el tránsito, en la falta de respeto entre los semejantes.

No dejes para pensar en la muerte tan solo cuando avance la edad. ¡Pensar en la muerte con la mirada de la evolución espiritual no es pesimismo, es consciencia!
Cuántos de nosotros ya están en un infierno, en sus depresiones, egoísmos, materialismos, dolencias y vicios de las más diferentes especies.
¡Cuántos de nosotros ya viven en el cielo en sus estados de paz, armonía, paciencia, bienquerer y plenitud!
Son tantos los ejemplos, mira a tu alrededor…
El infierno es ilusión, dolor, control, apego, miedo, egoísmo, negligencia, fascinación, vanidad, futilidad.
El cielo es el amor, la entrega espiritual, la paciencia, la tolerancia, el respeto, el perdón, la gratitud.

¿Dónde te encuentras tú hoy?
¿En el cielo o en el infierno?
¿A dónde irás mañana?
¡Depende de ti!
Puedes creerlo, es posible estar en el cielo.
Me parece que vamos por ese camino…


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