¿Por qué perdemos la inocencia?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/11/2017 09:31:59
Autor Isha Judd
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Traducción de Teresa
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La pérdida de la inocencia es una de las grandes tragedias de la humanidad.
Los críos intuitivamente abrazan la creación, y la destrucción, como parte natural de la vida. Todos nosotros fuimos críos, abiertos a la magia de lo desconocido que nos aguarda a la vuelta de cada esquina.
Como adultos, la mayoría de nosotros estamos tan distorsionados por el sufrimiento que no somos capaces de ver las cosas de una forma nueva o abrazar la belleza del presente. Esta pérdida de inocencia frustra continuamente la magia de nuestras vidas. Nos vemos frágiles, vulnerables y llenos de defectos y debilidades, y tratamos de ocultar nuestra fragilidad detrás de una falsa ilusión de control.
Durante el inicio de la infancia ya empezamos a adoptar los miedos y restricciones de aquellos que nos rodean. Nos volvemos limitados, necesitados y dependientes del exterior y aprendemos los códigos de manipulación que debemos usar para recibir lo que queremos.
Aprendemos cuáles son las emociones apropiadas, y qué respuestas recibiremos cuando mostramos esas emociones. En pocas palabras, aprendemos lo que funciona para obtener lo que deseamos.
A medida que crecemos continuamos con esos comportamientos en la escuela. Aprendemos cuándo mentir y cuándo decir la verdad, lo que tenemos que ocultar, qué hemos de decir, lo que es apropiado, lo que es cortés, lo que nos debería gustar, a quién debemos votar… en resumen, aprendemos cómo satisfacer a los demás para obtener lo que queremos. Así, tenemos la niña “buena” o el niño “bueno”, y el rebelde o niño salvaje. No importa cuál de esas identidades adoptemos, todos estamos implorando amor y aprobación del mundo exterior.
Lo único que puede completar nuestro corazón humano es el amor-consciencia, y nosotros lo tenemos abandonado. Cuando estamos ancorados en esa experiencia, automáticamente encontramos plenitud. Descubrimos una paz y una alegría interior que no cambian nunca y están siempre presentes, llamándonos de vuelta a casa. Cuando experimentamos esa plenitud interior, liberamos nuestras ideas referentes a lo que necesitamos para ser felices. Cuando dejamos de creer en lo que nos dice nuestro intelecto sobre cómo deben aparentar las cosas, redescubrimos la magia de lo desconocido. Y en ese momento nos encontramos de pie en un cuarto sin paredes, con nuestros corazones abiertos a recibir la abundancia del universo. Al fin tenemos un tesoro, el más inmenso de todos: estar libres del miedo y percibir con inocencia la perfección de todo.
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