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Psicosomática XI: El niño que somatiza

por Rosemeire Zago em STUM WORLD
Atualizado em 08/04/2020 11:35:00


Traducción de Teresa - [email protected]

Podemos olvidar lo que nos dijeron, lo que nos hicieron, pero nunca olvidaremos lo que nos hicieron sentir.

Pese a toda la información que tenemos actualmente, muchas personas aún tienen la idea de que el niño es un ser pasivo, que nada percibe; pero la infancia, así como la gestación, son épocas que pueden determinar las elecciones futuras. Podemos encontrar síntomas somáticos no solo en adultos, sino también en niños. Pero ¿qué es lo que hace que un niño presente un síntoma? Por lo regular es una representación de los conflictos familiares, una proyección de los sentimientos de aquellos con quienes convive, o sea, el crío utiliza su propio cuerpo para expresar la mayoría de los conflictos que experimenta, y que a menudo no percibe de modo consciente.

Hay que tener en cuenta que las familias hoy ya no están estructuradas como antiguamente, cuando la madre permanecía en casa las veinticuatro horas del día, cuidando de sus hijos; los niños hoy están, en su mayoría, en guarderías o escuelas desde muy corta edad. Las canguros también han asumido un papel importante en la formación de los pequeños, al igual que las maestras. Lo cual hace igualmente importante el contacto constante de los padres con esas profesionales.

Los conflictos existentes entre el padre y la madre pueden originar síntomas en el niño, tanto como las disfunciones en el vínculo entre los padres y el bebé, en la medida en que impiden un adecuado desarrollo emocional y, consiguientemente, de la personalidad. Asimismo, las angustias de la madre pueden ser captadas desde muy pronto por el bebé, perjudicándolo intensamente.

Una buena relación con la madre favorece dentro del niño un sentimiento básico de confianza. Si esto no ocurre, el crío puede percibir que solo poniéndose enfermo logrará despertar el interés, la atención y los cuidados de la madre; principalmente cuando esto se ve reforzado, cuando el niño percibe que solo es valorado cuando está enfermo, como si fuese premiado con cuidados especiales; y siendo rechazado cuando está sano, empieza a enfermar con frecuencia, relacionando atención, afecto y amor con enfermedades. Como el niño no tiene otra forma de expresarse, aprende a servirse del cuerpo como medio de comunicación y defensa. Y podemos encontrar muchos adultos que continúan en ese proceso con síntomas recurrentes como única forma aprendida de obtener atención; como por ejemplo los hipocondríacos, tema del artículo anterior. O sea, ponerse enfermo es la única forma que encuentran para obtener atención.

El bebé detenta una capacidad muy limitada de comunicación. Como no habla y no anda, depende casi totalmente de alguien que cuide de él. Es gracias a la madre (o a quien ejerza esa función) que el niño sobrevive. Por eso necesita un íntimo e intenso contacto con la madre, como si formase parte de ella.

El medio de que dispone el niño para comunicarse con la madre es el propio cuerpo. Las respuestas que el crío obtiene a través de los cuidados que la madre le ofrece se hacen sentir en su cuerpo. Esas experiencias quedan registradas en el aparato psíquico del niño según como hayan sido atendidas sus necesidades. La actitud de la madre es captada por el niño, principalmente mientras lo toca y lo alimenta, por eso muchos niños presentan tantos trastornos alimentarios, dependiendo de cómo se verifica ese intercambio de afecto en el momento en que el niño es alimentado. Cuando la madre logra captar y atender adecuadamente las necesidades del pequeño, el registro de esa experiencia será de tonalidad afectiva agradable y tranquilizadora. Cuando esto no ocurre, si hay desarmonía en la relación madre-hijo, caracterizada por cierta inestabilidad emocional de la madre, por su inseguridad o rasgos depresivos, el crío se sentirá amenazado y puesta en riesgo su existencia, con lo cual recurrirá al propio cuerpo para expresarlo.
El síntoma es el resultado de todos los problemas del niño, o mejor, la mayoría de las veces, el problema de los padres es lo que viene a representar el crío en su cuerpo, ya que este el único medio por el cual el niño consigue expresar lo que siente. Con el transcurso del tiempo, las tensiones vivenciadas en la familia pueden alcanzar lo emocional del niño, predisponiéndolo a ver comprometidos los demás sectores de su vida, por ejemplo, con anorexia, insomnio, diarreas, constipados intestinales, entre otros.

Podemos encontrar niños con úlceras, posiblemente relacionadas con temores hacia el colegio, suponiendo con ello la distancia y ausencia de los padres, y las quejas pueden empezar tan pronto se inicia el período escolar. Puede que dejen de comer, que coman en exceso, o que surjan todos los demás síntomas referentes al estómago, expresando así sentimientos que no pueden exteriorizar de otra forma. La hora de la alimentación puede ser un factor desencadenante de síntomas, ya que muchos conflictos entre la pareja se debaten en ese momento, conduciéndolos a disputas intensas y constantes. O bien el niño puede sentir la emoción de quien lo alimenta; si es alguien que está enojado o que tiene prisa, el crío lo notará y se expresará negándose al alimento. Y de todo eso puede surgir la falta de apetito de origen emocional en el niño. La verdad es que el crío no quiere negarse a la comida, sino a las riñas y a las emociones que se despiertan en él en ese momento.

El asma es otro síntoma común en niños. La mayoría de los pequeños con asma es dependiente de las madres. Esto sucede cuando el niño se da cuenta de que la madre quiere controlarlo y la gratifica poniéndose enfermo y demostrando cuánto depende de ella, buscando así satisfacer a la madre, quien le retribuirá con su cariño y cuidados más constantes, sintiéndose así útil, al tener a alguien que depende tanto de ella.

La piel puede ser otro objetivo preferido para la expresión de síntomas, lo mismo que el pulmón. Estos dos órganos simbolizan el afecto, por eso es tan común que el niño presente síntomas en la piel o en el aparato respiratorio. El crío, que tiene menos defensas emocionales, puede denunciar la falta de contacto con los padres por medio de enfermedades dermatológicas. Los niños perciben aquello que los padres, principalmente la madre, sienten en su interior, mucho más que lo que es expresado con palabras. Cuando la madre por algún motivo rechaza a su hijo, podemos encontrar en el niño varios tipos de dermatitis o afecciones cutáneas, para que ella pueda demostrar que es capaz de proporcionarle cariño y atención, porque sabe que sin los síntomas no lo conseguiría. Por ejemplo, un bebé puede tener muchos forúnculos por el cuerpo a fin de que la madre mantenga contacto con su cuerpo y obtener así afecto a través de sus cuidados, cuando siente que de otra forma no los recibiría.También hay casos en que sucede lo contrario, madres que cuando nace su pequeño bebé no se sienten preparadas para llevarlo a casa, pueden transmitirle esto inconscientemente, y el pequeño puede tener que permanecer algunos días más en la clínica por los más diferentes motivos; un ejemplo corriente es la ictericia.

La sobreprotección también puede sentirla el niño como rechazo, aunque sea negada por la propia madre. El niño puede percibir que su madre está tratando de compensar o reparar su falta de amor con una atención excesiva. La sobreprotección, al igual que el autoritarismo, a menudo impide crecer al niño, lo hace inseguro, infantil, sin iniciativa, características que le echará en cara más tarde, cuando sea adulto.

Muchos niños también pueden presentar síntomas resultantes del exceso de actividad. Hay familias que exigen mucho de sus hijos, principalmente ser los mejores en la escuela, en las competiciones deportivas, en las actuaciones de danza, música, etc. A decir verdad, no es el exceso de actividades lo que origina los síntomas, sino la exigencia que tienen en función de ellas. Puede que falten a las clases, o en días importantes, alegando dolor de cabeza o cualquier otro síntoma. También hay niños que no reciben incentivo alguno en lo que desean hacer, y por ello desisten de todo lo que comienzan, siempre esperando un reconocimiento al iniciar otra actividad. También está el niño al que no se impone unos mínimos límites, y esto le hace sentir como si no fuese importante para sus padres.
La queja más frecuente es el llanto constante, que se mantiene incluso cuando no se le diagnostica nada que lo justifique. Por ejemplo, hay casos de niños que tras un período de estancia en hospital, al volver para casa despiertan llorando de madrugada. Muchos de esos niños han tomado medicamentos para el dolor, para los cólicos o para tranquilizarse, pero pese a ello, nada de esto hace que cese su llanto; pero más tarde se ha constatado que su llanto se producía a las mismas horas en que recibían inyecciones cuando estaban ingresados, o sea, su problema real estaba en su sufrimiento y en sus emociones, no en dolores físicos. El llanto también puede ser una petición de atención, como cualquier otro síntoma. Tal como los dolores de barriga del bebé, que en general son manifestaciones ligadas a la tensión emocional de los padres o de la familia, o pueden representar también la ruptura de la adaptación que había entre madre y bebé durante la gestación.

Otro ejemplo común es el niño que desanda con la llegada de un hermanito a casa. Empieza a hablar equivocadamente, a querer estar en brazos, a comer papillas, en fin, se vuelve otra vez dependiente, o se pone enfermo. Esto ocurre cuando el niño se siente abandonado al ver que toda la atención, por motivos obvios, se presta al bebé. Al percibir que poniéndose enfermo logra despertar nuevamente el interés, la atención y los cuidados que desea que sus padres le presten, podrá ponerse enfermo constantemente, y los padres, sin pretenderlo, acaban por reforzar su comportamiento.

Los ejemplos de síntomas originados por los conflictos de los padres y expresados en el cuerpo del niño son muchos y están comprobados, pero nosotros, los adultos, podemos y debemos prevenir que esto ocurra. Para ser realmente capaces de ayudar a nuestros hijos hemos de liberarnos de prejuicios, autoritarismos, críticas y exigencias constantes. Hemos de aprender a lidiar con nuestras propias dificultades internas, a fin de que el niño no sea, como ocurre muchas veces, portador de los conflictos de sus padres o de la dinámica familiar, por más difícil que se nos haga aceptar esto. Debemos recordar que el niño no registra la palabra, sino lo que le transmitimos con nuestro tono de voz, nuestras actitudes, y principalmente captan aquello que sentimos en nuestro interior más recóndito, en nuestro inconsciente.

Por eso, aquellos que todavía no tienen hijos, es importante que sean conscientes de que cuando no se desea o no se está preparado para tener un hijo, hay que utilizar los métodos contraceptivos disponibles. No podemos negar que, al tener un hijo, la vida tanto del padre como de la madre cambia de modo radical, principalmente para aquellos que no se sienten preparados para tener, durante algunos años, a un ser tan dependiente de sus cuidados. Pero cuando se espera un hijo, padre y madre deben buscar informaciones sobre la importancia de la expresión del afecto, el cariño y el amor, desde cuando aún se encuentra en el útero, pues la gestación es un período muy importante para el desarrollo de sus emociones. Hay muchos cursos ofrecidos por las clínicas para llevar a cabo durante la gestación. Si estás embarazada pide información a tu médico. Y quienes tenéis hijos, recordad siempre que si vuestro niño interior está lastimado probablemente vais a lastimar a vuestros hijos, aunque no aceptéis esto de forma consciente.
Pero ¿cómo podemos evitar todos esos y otros síntomas representados en el cuerpo del bebé, del niño?

Primero, hay que buscar resolver nuestros propios conflictos, haciendo una psicoterapia si fuese necesario. Hecho esto, el contacto corporal con el bebé o el niño es imprescindible, y la mejor persona para hacerlo es la madre, y también el padre, pues éste también representa un factor importante, en la medida en que da seguridad a la madre para que cuide de su hijo. Según estudios, en los casos de niños que lloran sin ninguna causa orgánica que lo justifique, se recomienda ese contacto durante una a dos horas al día, siendo que tras una semana la queja desaparece. La receta es: madre tres veces al día, una hora de cada vez, manteniendo el contacto corporal con expresiones de afecto.

Las expresiones de afecto, de cariño, también pueden prodigarse durante el baño, la alimentación, el cambio de pañales. Los masajes también son bien aceptados por bebés y niños, pues ese contacto físico es todo lo que más necesitan y desean. Así como hacerles escuchar música suave, que les ayude a relajarse. Lo importante es el contacto corporal y las verbalizaciones constantes de amor, coherentes con lo que se siente. Cuando el niño ya sabe hablar, debemos escuchar sus quejas, sus sentimientos, sin juzgar ni menospreciar, respetando ante todo lo que siente. Poca oportunidad se da al niño para que hable, y éste siempre ha de ser escuchado para que no se exprese por medio del cuerpo. Pero la mejor prevención para las enfermedades de los pequeños todavía es decirles yo te amo, hacerles elogios, darles cariño, sin que sea preciso ponerse enfermos para recibir tales cuidados. Ese es el alimento que los padres deben ofrecerles y la mejor herencia que les pueden dejar.


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zago
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores.
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